Muchas interpretaciones en todos los ámbitos se han hecho acerca del Mago de Oz, libro de literatura infantil escrito por Lyman Frank Baum y publicado en 1900 en Chicago, Estados Unidos, y cuyo trasfondo ha sido considerado por algunos economistas como una alegoría directa de la lucha política y económica entre los partidarios del patrón oro y los del bimetalismo en Estados Unidos a fines del siglo XIX. La carretera de ladrillos amarillos representa la falsa promesa del oro, Kansas el estado agrícola endeudado, los zapatos mágicos el camino de vuelta a casa, y Oz, la medida de peso del oro (oz. = onza). Haremos lo propio con el supuesto causante de la grave crisis venezolana: la “Guerra Económica”.

Comenzando por el final de la historia, resulta que el Mago de Oz no existe, que es un personaje que se esconde detrás de un nombre y una gran escenografía, que la bruja del oeste engaña para quedarse en el reino que tiene hechizado pero es vencida por Dorothy cuando le lanza agua. Algo muy parecido a lo que ocurre en este país donde una denominada “Guerra Económica” (de la cual no hay ni rostros, ni nombres) es la culpable de la escasez, el desabastecimiento, la hiperinflación, la inseguridad y los incuantificables niveles de corrupción alcanzados por la revolución bolivariana en 18 años mantiene hechizados, para bien o para mal, a los ciudadanos de todo un país.

En tal sentido, la situación que vive actualmente Venezuela no es un hecho mágico, ni algo que no se supiera que iba a suceder. Los penosos resultados que en materia económica ostenta el gobierno bolivariano son la consecuencia lógica de la aplicación de medidas populistas entremezcladas con ideología fracasada, pues no existe en la historia de la humanidad un solo caso de éxito del modelo comunista. Ergo, lo que acontece es lo que tenía que ocurrir, era imposible otra situación. Las pésimas medidas económicas aplicadas nos han llevado por la falsa promesa del socialismo del siglo XXI, un camino amarillo directo a la pobreza y el atraso.

Es así como dentro la compleja coyuntura económica, el tema inflacionario es el que tiene una incidencia fundamental en la calidad de vida de los ciudadanos, pues marca de manera definitiva el deterioro del día a día. Vemos como de manera incongruente pero premeditada, el gobierno castiga con más dureza a los que menos tienen con un impuesto que diluye el salario, el esfuerzo y las esperanzas. Sin embargo, gracias a eso logra el control social que tanto necesita para mantenerse en el poder. Si. Aunque parezca contradictorio, el empobrecimiento de la población es utilizado políticamente por el gobierno, pues lo convierte en el único que puede garantizar la subsistencia a una gran parte de la población.

Por otra parte, resulta inconcebible ver el desparpajo con el cual el alto mando de la revolución bolivariana, se deslinda de su responsabilidad directa en la destrucción del país y arguye como culpable a un término que no aparece en ningún tratado serio de economía: la “Guerra Económica”.

La farsa

Basándonos en la lógica, el constructo “Guerra Económica” se reduce a una estrategia comunicacional para culpar de todos sus desmanes a “alguien” que nunca tendrá voz, que no podrá defenderse, que nunca será encarcelado o enjuiciado porque sencillamente, como el Mago de Oz, es una farsa que, desde la perspectiva bolivariana, aumenta el precio del dólar paralelo, incrementa exponencialmente los precios de bienes y servicios, desaparece los productos y esfuma el salario. El perfecto chivo expiatorio.

Lo que hay que recalcar es que al aplicar unas medidas económicas que de antemano se sabe que van a fracasar pero que tienen un rédito vía coimas para la élite gubernamental, se convierte en el argumento perfecto para continuar hundiendo al país librándose de toda culpa, puesto que paradójicamente, los ciudadanos que los apoyan, creen ciegamente que la “Guerra Económica” existe y que es la causa de todos los problemas. Un loop infinito y macabro.

Responsablemente hay que decir que de no haber un cambio político en el mediano plazo, la inercia inflacionaria seguirá su curso de manera indetenible, puesto que no se han tomado las medidas adecuadas, ni se vislumbra que lo hagan para corregir las causas que la originan. Los ingresos tributarios en términos reales merman cada día y se hacen insuficientes para afrontar los compromisos presupuestarios, lo cual presiona al Banco Central a incrementar la liquidez. Por su parte, una PDVSA destruida en lo institucional y productivo cada vez puede aportar menos recursos a una economía devastada y con ello la oferta de divisas se contrae, frente a unas necesidades infinitas que encuentran respuestas en un mercado paralelo completamente distorsionado.

Por lo tanto no queda duda que la “Guerra Económica” es la farsa que justifica la incompetencia y el gobierno lo sabe. Sin embargo, aunque consientes que la inflación no se resuelve con decretos o leyes demagógicas, están claros que encontrando un culpable pueden mantener el espacio electoral y con ello la supuesta irreversibilidad de la revolución bolivariana.

De seguir en este camino amarillo, sin cambios estructurales en lo político y económico en el corto plazo, culpando a una “Guerra Económica” que proviene precisamente del gobierno, vamos directo a la africanización; sin embargo, así como el Mago de Oz y su reino eran un disfraz que cayó por su propio peso, la revolución y sus mentiras mil veces repetidas también se desmoronarán ante los ojos del mundo.

Debemos convencernos que esta situación será revertida más temprano que tarde porque la mediocridad no nos puede seguir arrebatando nuestra historia, la esperanza y el futuro, pues como dijo Dorothy al final del cuento: “en ningún sitio se está como en casa” y nuestra casa es Venezuela.