Desde los tiempos de Juan Vicente Gómez, Estados Unidos ha sido el principal socio comercial de Venezuela. La primacía estadounidense en la economía venezolana se ha mantenido desde entonces; lejos ha quedado aquella Venezuela anclada a los productos alemanes -el Made in USA reemplazó al Made in Germany-. Veinte años de chavecismo-madurismo no lograron acabar con estos lazos. Y recordemos que, Simón Bolívar, en 1826, le dijo al encargado de negocios de los Estados Unidos: ”los Estados Unidos de América (…) han sido, y son el pueblo modelo: ellos que reúnen la mayor suma de la dicha social al poder que da el orden; al poder que da la libertad (…) y esta tierra que tiene la gloria de haber sido descubierta por el gran Colón, cifra su dicha en imitar los ejemplos de gloria, de libertad y de virtud que recibe de los Estados Unidos (…)”

Todavía a principios del año en curso, Estados Unidos seguía siendo el principal socio comercial de Venezuela, a pesar del discurso antiestadounidense de Hugo Chávez y Nicolás Maduro. En febrero del año 2019, el economista Francisco Monaldi del IESA, escribió: “Recordatorio, al menos hasta hace dos semanas, Estados Unidos era el principal socio comercial de Venezuela y alrededor de $8 de cada $10 dólares que le entraban por exportaciones a Venezuela, venían de Estados Unidos.” Para finales del año 2017, el 60 por ciento de los tenedores de deuda venezolana eran empresas estadounidenses. En lo que respecta a la deuda venezolana, China y Rusia seguían siendo siendo secundarios; Estados Unidos figuraba como el principal acreedor. En el caso de PDVSA, estos eran los principales tenedores de sus bonos para finales de 2017, según datos de Bloomberg.

Desde que funcionarios de la administración de Maduro fueron sancionados en el año 2015, hacer negocios con Venezuela se ha vuelto complicado. No porque las sanciones de ese año lo prohibieran -las primeras sanciones fueron muy leves y personalizadas-, sino por el estigma que implica el relacionarse con individuos de dudosa y cuestionada reputación. En lo posible, los banqueros y empresarios grandes evitan hacer negocios con quienes tienen fama de criminales, corruptos y violadores de derechos humanos. Aún cuando el costo de oportunidad sea alto, los inversionistas miden muy bien sus riesgos. Venezuela es vista como una oportunidad a futuro, una vez que Maduro salga del poder.

La economía china, después de haber crecido muy rápidamente en las últimas décadas, no está ahora pasando por su mejor momento. El desempeño del mercado de valores de la República Popular de China fue uno de los peores en el mundo, con pérdidas de hasta 28 por ciento. Y por supuesto, la guerra comercial entre Estados Unidos y China complicó aún más las cosas. Mientras tanto, la economía estadounidense sí está atravesando uno de sus mejores momentos en la historia reciente, acompañado de un considerable repunte de la innovación tecnológica, no visto desde los años noventa. China ha avanzado sorprendentemente en los últimos años, pero todavía es superada por Estados Unidos en términos militares, geoestratégicos, económicos, financieros, industriales y tecnológicos.

Rusia es considerada un país pobre, con una economía del tamaño de California — si bien muy resiliente — y con un PIB per cápita muy inferior al de países como España y Portugal. A diferencia de China y Estados Unidos, Rusia no está en condiciones de conceder préstamos multimillonarios a Venezuela, menos aún con los actuales precios petroleros y otros commodities. El dinero que los rusos le podrían dar a Maduro mucho que les hace falta a ellos, que todavía tienen una economía muy poco diversificada, de ingresos medios y sumamente dependiente en los commodities. Las grandes petroleras rusas en Venezuela, Rosneft y Gazprom, no tienen la misma red de contactos que las tradicionales petroleras estadounidenses; tampoco cuentan con su especializada logística; y menos con la experticia tecnológica para procesar el petróleo venezolano, imprescindible para aumentar la producción petrolera venezolana en tiempo récord. Los estadounidenses llevan un siglo posicionados como los principales socios comerciales de Venezuela, y no en pocos casos, estos conocen a Venezuela como si fuera su propio país.

Ni la República Popular de China ni la Federación Rusa están en condiciones de ofrecerle a Venezuela un programa integral de asistencia financiera que le permita a esta salir a mediano plano de su profunda crisis económica. Los gobiernos de Chávez y Maduro, endémicamente corruptos, no han logrado generar suficiente confianza en las potencias emergentes, que han visto cómo sus inversionistas en Venezuela no han dado los resultados esperados. Los chinos y los rusos esperaban una mayor rentabilidad. Venezuela debería mejorar sus relaciones diplomáticas con los Estados Unidos, que ha sido su gran socio comercial durante el último siglo.

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