La Autoflagelación del Gobierno

En esta novela Orwelliana en la que se ha convertido Venezuela donde la guerra es la paz, la libertad es la esclavitud, la ignorancia es la fuerza, y un desastre económico es un éxito “revolucionario”. El gobierno liderado por Nicolás Maduro ha vociferado que élites de la «extrema derecha» libran una guerra económica contra el país, sin percatarse o quizás voluntariamente ignorando que son ellos mismo los que causan todos los males económicos en la nación. La mentira de la «guerra económica» puede ser desestimada simplemente con señalar ciertas actividades o acciones del gobierno. Una actividad, que aunque quizás no haya contribuido a la creación de la guerra económica que el gobierno se auto-inflige, pero que sin duda ha ayudado a profundizar ha sido: sacrificar las importaciones para cumplir con los pagos de la deuda.

Debe de existir un gran nivel de «mala-praxis» económica para siquiera encontrarse en una situación donde hay que escoger entre pagar por importaciones o por las obligaciones de la deuda. Sin duda, reparar esta situación requerirá de evaluar los problemas de anteponer el cumplimiento de la deuda, y de buscar y aplicar soluciones ante este problema.

El problema

Para ser tan crítico del capitalismo, el gobierno venezolano sin duda valora demasiado su acceso a los mercados financieros internacionales, la epítome del capitalismo. Tanto, que está dispuesto a que sus ciudadanos carezcan de los productos más básicos, para no perder dicho acceso. Durante los últimos años, el gobierno ha mantenido una política de pagar a cualquier costo los pagos sobre sus bonos; sorprendiendo a los prestamistas, quienes se mantienen alerta ante un posible default. En cualquier otro país, está sin duda sería la política razonable, sin embargo, hoy en día en Venezuela no lo es.

Y las razones son las siguientes:

Primero, debido a la destrucción de la industria privada nacional, se importa la mayoría de lo que se consume hoy en día en el país.

Segundo, el control cambiario requiere que dichas importaciones sean financiadas mediante las reservas internacionales del país.

Y tercero, dichas reservas están cercanas a ser agotadas. Actualmente se encuentran alrededor de 10 billones de dólares, y solo 2 billones en reservas líquidas.

Esto, presenta un dilema: Al continuar pagando sus obligaciones internacionales, su capacidad para financiar las importaciones decae. Produciendo como consecuencia que productos muy necesitados por la población se vean escasos. Para el gobierno la decisión ha sido sencilla: pagar las deudas y aplicar un torniquete sobre las importaciones. De hecho, tal es la magnitud que desde el 2012 las importaciones han caído aproximadamente un 75%, y 30% desde el año pasado.

Claro está, que incumplir la deuda traería problemas para el país: el acceso a los mercados financieros internacionales se vería bloqueado y los activos de PDVSA en el exterior podrían ser tomados, por nombrar algunos. La forma correcta de proceder, para hacer de la deuda más accesible de pagar en el estado actual de Venezuela, sería entonces mediante una reestructuración de la deuda venezolana. Hecha apropiadamente, una reestructuración, incentivaría a los obligacionistas a hacer concesiones al estado venezolano tales como: aceptar recortes en los intereses de los bonos o extender la fecha de vencimiento de estos. Para lograrlo, requerirá de una difícil negociación con los tenedores de bonos (tanto como de la República como de PDVSA) quienes podrían mostrarse reacios a ceder ante la nación con las más grandes reservas petroleras. Afortunadamente, la mayoría de los obligacionistas considera que si Venezuela no reestructura la deuda, un default sería prácticamente inevitable, haciendo que prefieran un recorte razonable en sus ganancias a no recibir absolutamente nada. Adicionalmente, hay otros factores como las sanciones impuestas por el gobierno de los Estado Unidos el 25 de Agosto, que atacan directamente a la capacidad del gobierno venezolano de financiarse mediante la emisión de bonos, que podrían hacer de los bonos venezolanos menos deseables.

Elegir una estrategia sólida y concreta para ejecutar la reestructuración es complicada, y requerirá de un análisis más a fondo. Sin embargo, hay estrategias ya planteadas como las de Buchheit y Gulati que merecen ser consideradas. Brevemente explicada, la estrategia que plantean, propone:

Para bonos de PDVSA

Emitir un nuevo bono con condiciones que resulten aceptables tanto para PDVSA como para los obligacionistas. Dicho bono solo podrá ser adquirido por aquellos que entreguen el bono viejo, intercambiando el uno por el otro. Para evitar que haya obligacionistas que prefieran mantener el bono viejo, a aquellos que sí deseen cambiarlos se les podría pedir que antes (y como requerimiento) de intercambiar el viejo por el nuevo, deben de votar por ciertas modificaciones a los términos del contrato del bono viejo. Estas modificaciones serían implementadas para hacer del bono viejo menos deseable de mantener.

Lamentablemente, los bonos de PDVSA por ser bonos corporativos no poseen CACs (Collective Action Clauses) que permitirían que con el voto de una mayoría extraordinaria de los obligacionistas (entre 75% o 85%) sean cambiados aspectos «mayores» del contrato como el valor de los intereses o la fecha de vencimiento de la deuda. Sin embargo, el bono provee un camino que permite a una mayoría simple (más del 50%) votar por ciertos cambios “menores” que también restaría valor al bono viejo. Un ejemplo, sería el de PDVSA creando una nueva compañía y mediante los votos necesarios (más del 50%) de los obligacionistas, nombrarla como la nueva deudora de los bonos viejos. Esta estrategia libraría a PDVSA de cualquier obligación en los bonos viejos. Sin duda, también haría que aquellos que antes eran reacios a obtener los bonos nuevos, los acepten, prefiriendo tener bonos de una compañía establecida como PDVSA a los de una compañía poco fiable financieramente.

Para bonos de la República

Al contrario de los bonos de PDVSA, los bonos de la república si contienen CACs. Si una mayoría del 75% es convencida de que está en su interés aceptar unos nuevos términos, el resto no tendría más opción que aceptarlos.

La propuesta es una que sin duda vale la pena analizar. Muchas más alternativas necesitarán ser consideradas, pero lo importante es que exista el debate apropiado y que se entienda que anteponer los interés del gobierno a las necesidades del pueblo solo nos puede llevar a la ruina. No podemos seguir sacrificando nuestros recursos que ahora nos son tan necesitados.

Durante la crisis económica en Asia en 1977, los coreanos hacían voluntariamente filas para entregar su oro y joyas personales para asistir al gobierno en la recuperación de la economía. Actualmente, son uno de los más países con el más alto desarrollo del mundo, siendo hogar de compañías como Samsung o Hyundai. Para que Venezuela pueda salir de esta crisis y alcancemos un nivel de país desarrollado en un futuro, seguramente no donaremos nuestras joyas, pero requerirá de un sacrificio incluso mayor. Por mucho que se hable de reestructuraciones de deuda, primero hay reconstruir nuestro modelo, hacerlo más sustentable, desarrollarnos, y eliminar el sistema que nos hace considerar en una reestructuración en la deuda. Lograrlo, no será sencillo. Las medicinas que reparan el daño causado por años de esta mala-praxis económica serán necesarias, y como todas las medicinas, son poco placenteras al comienzo.