Venezuela siempre ha sido una tierra de enormes riquezas. El descubrimiento en la Península de Paria, de grandes cantidades de perlas, llevó a Colon a confirmar las riquezas del nuevo mundo. Muchos años más tarde fue el oro negro el que atrajo a extranjeros en busca de fortunas, y tras la nacionalización de este, surgió la compañía más emblemática del país: Petróleos de Venezuela, PDVSA.

PDVSA fue por muchos años una de las mayores y más eficientes compañías del mundo, siendo motivo de orgullo para los venezolanos. Sin embargo, tras años de negligente administración hoy se asemeja más a un barco naufragado que a lo que alguna vez fue. Reflejo de esto han sido los recientes bajos índices de producción. De hecho, en 2017, la producción diaria cayó en promedio por unos 20.000 barriles cada mes, siendo en diciembre la más baja desde hace 28 años, unos 1.621 millones de barriles diarios según datos de la OPEP.

Aunque los datos ofrecidos son recientes, estos son sintomáticos de problemas que han venido debilitando la eficiencia de la compañía desde hace más de 15 años. La falta de inversión en mantenimiento e innovación y la fuga y carencia de capital humano capacitado, son las principales fuentes de donde surgen los problemas actuales.

Mantenimiento e innovación

La falta de inversión en mantenimiento e innovación puede ser observada en las refinerías del país. En octubre del 2012 una explosión en Amuay cobró la vida de 41 personas, y en aquella ocasión el entonces presidente Hugo Chávez negó la posibilidad de que esto hubiera sido causado por falta de mantenimiento. Este suceso debió ser un punto de inflexión, llamando a los oficiales del gobierno a evaluar el estado de las instalaciones de PDVSA. Sin embargo, a casi 6 años de la tragedia, los accidentes se han vuelto más recurrentes, afectando la capacidad de producción y peligrando la vida de los trabajadores. Un derrame de 200.000 galones de gasolina, la falla de una bomba, y un incendio fueron solo algunos de los accidentes ocurridos en las refinerías de Amuay y Cardón en el último trimestre del 2017. Estos hechos han causado que las refinerías trabajen muy por debajo de sus capacidades. Adicionalmente, la falta de innovación hace que la compañía carezca de softwares que ayudarían a detectar problemas en la producción.

La fuga de capital humano

La desprofesionalización de aquellos que manejan PDVSA puede sencillamente identificarse como el factor de mayor impacto en la decaída de la empresa. Un antes y un después está marcado por la decisión del difunto presidente Chávez de despedir a casi la mitad de la fuerza laboral de PDVSA en el 2003. Es importante destacar que una de las divisiones más afectada de la compañía fue Intevep, la división de desarrollo e investigación. Con esta orden, PDVSA perdió el activo más valioso que poseía: el capital humano. Miles de expertos en el área petrolera emigraron a otros países en busca de oportunidades. Estos fueron más que bien recibidos, y su experiencia benefició a quienes los acogieron. Esto fue observado en Colombia, el país que más exempleados recibió, donde la producción casi que se duplicó 10 años después. Mientras tanto, la producción en Venezuela se encuentra en caída libre desde entonces.

Aquellos profesionales que perdió el país no han podido ser reemplazados. Además, el gobierno prefirió echar por tierra la meritocracia y situar a personas leales a su ideología antes que a profesionales capaces. Ejemplificado por la nueva directiva de PDVSA, la cual está liderada por un general del ejército sin ningún conocimiento o experiencia en la industria, quien además está empeñado en rellenar los mayores puestos con personas de su misma vocación (militar).

El hoy

Los problemas mencionados con anterioridad tienen su origen en el pasado y la compañía ha sido incapaz de solventarlos. Adicionalmente, hoy en día hay un problema creciente que tiene su origen solo en los más recientes años. Muchos de los socios externos de PDVSA ahora se rehúsan a hacer negocios con la empresa debido a las crecientes cuentas impagas de esta. Por ejemplo, el año pasado, NuStar Energy le prohibió el uso de sus tanques de almacenamiento de petróleo a PDVSA, debido a deudas pendientes. Además, últimamente no es extraño que las empresas navieras que transportan el crudo venezolano retengan este, hasta que PDVSA realice los pagos de sus obligaciones.

Estos constantes retrasos afectan la productividad de la empresa, sin embargo, como se mencionó anteriormente, los problemas actuales no son más que los síntomas de la enfermedad que desde hace más de 15 años corroe los huesos de la nacional venezolana. Por lo tanto, cualquier pronunciamiento de oficiales del gobierno excusando la caída en producción como resultado de las sanciones de los Estado Unidos o alguna otra creativa excusa, puede ser considerado como un pobre intento de engaño o peor aún: una ignorancia colosal.

¿Qué será de PDVSA?

Si esta enfermad se desenlazará en la quiebra de la compañía que alguna vez fue motivo de orgullo de todo venezolano, es difícil de predecir. Lo que es indudable es que, si tanto Venezuela como la industria petrolera nacional han de levantarse en el futuro, una nueva empresa o una renovada PDVSA tendría que resurgir en el futuro bajo la mano de personas capaces, ambiciosas y perseverantes.