Los altos índices de criminalidad, un gobierno cuyo único recurso reside en el crimen organizado desde un Estado militar y la inflación más alta del mundo, han provocado la migración de miles de venezolanos y han afectado severamente la calidad de vida de quienes siguen aquí.

Estamos atravesando un momento en el cual, con firmeza, unos protestamos por la restauración del Estado de derecho y, con ello, por la libertad. Mientras que otros claman, más que un garabato, por una pretendida Asamblea Nacional Constituyente, que no se limitará a dictar una Constitución, sino que por el contrario, actúa, por la vía de los hechos, como un órgano de gobierno con el único afán de que un grupito corrompido pueda mantenerse en el poder a toda costa.

En el medio está la universidad

Los vicios que se han ido asentando y extendiendo en el sistema educativo venezolano impiden la conformación de una educación que pueda cumplir adecuadamente su tarea de interpretar, ordenar, construir conceptos, concientizar y transformar. Así, como las características del sistema de que se trata condicionan el valor y la relevancia de la reflexión que se hace sobre él; el rigor, la coherencia y la honestidad de esta reflexión tienen consecuencias en la transformación del sistema.

Una educación plenamente consciente de su responsabilidad practica como fuente de un sistema racional de organización y cooperación tendría un papel decisivo en la labor de reconstruir el pensamiento venezolano. O bien, es educación para la opresión, para reproducir el orden, para la domesticación y el ajuste a una sociedad deshumanizante, o bien es una educación para la libertad, una educación crítica, concientizadora, capaz de desplegar todo el potencial creativo y transformador del ciudadano en busca de una sociedad más justa.

En este escenario la universidad tiene que posicionarse como una institución autónoma, no debe aislarse ni desconocer las problemáticas actuales, sino que debe tomarlas y abordarlas desde su lógica académica, para así plantear soluciones. Allí es donde la Universidad podría plantear una educación transformadora.

Quizá el único peligro autentico, desde el punto de vista de nuestros actuales gobernantes, es la aparición de un nuevo grupo de personas muy capacitadas. Pero, nuestro cambio histórico ha de significar mucho más que un cambio en el nombre de quienes detentan el poder. Por tanto, personalmente, creo en la necesidad de una educación crítica, que sirva  para razonar y transformar conceptos rancios, y que contribuya a desacralizar las ideas y los mitos que nos han ocasionado tanto daño.

Como refiere la profesora Claudia Nikken de Derecho Administrativo II de la Escuela de Derecho de la Universidad Central de Venezuela: “La universidad como el lugar en el que se reúnen profesores y alumnos para, a través de la investigación y la discusión, descubrir la verdad”.

De no plantearnos con urgencia un cambio en las percepciones y conceptos que nos conduzcan a una nueva forma de ver y entender el país, el futuro se muestra menos alentador que el presente.

No es momento de abandonar la universidad.