La velocidad a la cual se deteriora la calidad de vida de los venezolanos no permite cuantificar el daño que se le causa a una población que vive sumida en una vorágine de emociones que le impide pensar en rebelarse en contra de quienes han causado una devastación que va mucho más allá de lo económico. El país que a mediados del siglo XX tenía uno de los mejores estándares de vida del planeta, ve cómo, revolución bolivariana de por medio, se desmantela gradualmente el futuro, la esperanza y la prosperidad.

Ante todo este complejo escenario, existe una diatriba acerca de si el caos generado ha sido intencional o producto de la torpeza de quienes han detentado el poder por casi veinte años, durante los cuales se han ejecutado infinidad de medidas económicas, políticas y sociales cuyos resultados son los que se viven actualmente. Pudiera afirmarse, sin lugar a dudas, que para el gobierno, el objetivo político siempre ha estado por encima de cualquiera, mantenerse en el poder a cómo de lugar (incluso sobre la “felicidad del pueblo”) pareciera tener coherencia con lo que se ha hecho.

De igual forma, “aunque usted no lo crea”, las políticas económicas aplicadas durante la revolución bolivariana tienen una importante base conductual que no es para nada al azar y que a todas luces, manipula el proceso de toma de decisiones de los ciudadanos sustentado en la más primitiva de las conductas humanas: el miedo. Esta emoción, que se aloja en el cerebro reptiliano, es primaria, completamente irracional y si consideramos que solo el 20% de las decisiones que tomamos los seres humanos son racionales, se va encontrando una explicación medianamente aceptable para entender algunas de las razones por las cuales un gobierno tan mediocre se mantiene en el poder ante una sociedad empobrecida, minimizada, a la que pareciera no importarle nada… más allá de subsistir.

Entonces, no es casualidad, el objetivo político se ha logrado, lentamente y poco a poco; hoy más que nunca los venezolanos sentimos que estamos en una situación límite, que no hay salida. El gobierno controla socialmente por medio de la destrucción del aparato económico y la institucionalidad.

¿Cómo ha funcionado esto?

Ahora bien, analizando someramente una parte de la estrategia implementada, es indiscutible que, en parte, lo que está detrás de los resultados económicos es una manipulación descarada del proceso de toma de decisiones de los ciudadanos. Técnicamente, se está estimulando uno de los dos sistemas cerebrales: el sistema de recompensa; con el objetivo de mantener el control social sustentado en el miedo y hábilmente trabajado con un continuo empobrecimiento que le sirve de base.

El proceso ha consistido en que el gobierno en rol de “salvador” presenta a la población que ellos mismos han empobrecido, un elemento que estimula su sistema de recompensa cerebral, en este caso, comida: Clap, mercados socialistas, decomiso a supuestos especuladores, es decir, acceso a alimentos a muy bajo costo o gratis . A partir de esta inocente acción se activa una zona muy específica del cerebro que se denomina el núcleo de Accumbens, seguidamente, se muestra la acción que se desea que las personas realicen: inscribirse en el partido de gobierno, registrarse en el carnet de la patria, asistir a una concentración o ejercer el voto a favor de los candidatos de la revolución. Así de fácil, así de sencillo, el gobierno bolivariano literalmente se inserta en la mente para alcanzar sus objetivos políticos y cuando el proceso se realiza planificadamente, no hay margen de error. Es un control mental. Hacer lo contrario, significaría activar el otro sistema, el de aversión a la pérdida, el que genera emociones negativas y causa rechazo.

Para que se entienda, en economía “no hay almuerzo gratis”

Lógicamente esto tiene y ha tenido importantes implicaciones en los resultados económicos, tanto desde el punto de vista fiscal como monetario. Lo primero es el incremento exponencial del gasto público para poder hacer frente a la denominada Inversión Social en forma de dádivas que el gobierno requiere para activar el sistema de recompensa cerebral en los ciudadanos haciéndoles creer que cuando se inscriben en las “misiones” recibirán beneficios gratis, lo cual resulta una oferta engañosa porque el costo real se está pagando con hiperinflación, escasez, deterioro de los servicios, pérdida de calidad de vida, éxodo de venezolanos. En pocas palabras: el gobierno gasta de manera irresponsable ingentes cantidades de dinero que no genera y de esta manera propicia desequilibrios presupuestarios que son monetizados por un dependiente y sumiso BCV haciendo que los precios crezcan de manera acelerada y sin control. El almuerzo no solo es que no es gratis, es muchísimo más caro de lo que se imagina, pues conlleva costos ocultos.

Entonces, es importante tener claro que la manipulación de la economía venezolana ha sido estudiada y su aplicación con fines meramente políticos está acabando con un país entero, con su población, con su idiosincrasia, una estrategia sustentada en una emoción primaria como el miedo y en la necesidad de subsistir para mantener a una élite que busca desesperadamente conservar sus privilegios a cualquier precio.

Sin sorpresas, la pobreza ha sido la consecuencia inmediata y devastadora, la corrupción, la impunidad, la pérdida de valores, la desesperación y la crisis moral, los efectos colaterales: la neuroeconomía bolivariana tiene un origen maquiavélico.