Las causas de la debacle venezolana son tan estudiadas y conocidas que son abundantes los análisis sobre el tema económico. Sin embargo, pongamos en contexto lo que vive el venezolano de hoy: achicamiento de la economía a casi la mitad desde el año 2014, devaluación del tipo oficial y alternativo de cambio, cierre de empresas, caída de la productividad, deterioro de la principal fuente de ingresos de divisas del estado (PDVSA), una política de intervención y expropiación de empresas, control de precios de manera discrecional y una hiperinflación en pleno desarrollo, la cual es la más grande de todas las documentadas, y en este punto es bueno destacar que es causada por una política irresponsable de parte del Banco Central de Venezuela (BCV) con una emisión grotesca de la masa monetaria como jamás se había visto en el país, lo cual ha sido simplemente un mecanismo adicional que aumenta el rango de dominación sobre la ciudadanía.

Todo compone una severa depresión económica, acompañada de la continua deserción de una gran cantidad de estudiantes a todo nivel, desde los de bachillerato hasta los universitarios; tanto profesores como alumnos carecen de incentivos para jugar sus respectivos roles académicos. Para los primeros, la caída real de los salarios no cubre sus necesidades y para los segundos no hay tierra fértil donde desarrollarse como profesionales. Desmantelar la academia como unidad funcional formadora de sociedad ha sido una amputación del futuro venezolano. Es simple y es complejo, el venezolano vive una vida calamitosa.

Bajo este panorama se activa el botón de “salida” de una gran cantidad de ciudadanos para abandonar su tierra. Según cifras oficiales de la ONU, desde el 2014, los migrantes venezolanos estarían rondando los 3 millones, un número que fácilmente podría ser superior. Los datos de Colombia estiman una salida diaria de 5000 venezolanos a través de la frontera. Los principales países receptores de venezolanos han sido Colombia, Perú, Estados Unidos, Chile y España, en ese orden, y prácticamente todos los países de la región han reaccionado a la crisis venezolana.

En muchos casos, esta migración ha sido de forma desordenada, sin documentación, con pocos recursos e inclusive caminando principalmente a los países vecinos como Colombia y Perú. En otros, tenemos a una fracción de migrantes que han conseguido salir del país con mayor planificación; esta capa está conformada por profesionales y comerciantes, los cuales logran su salida mediante vuelos comerciales. Ahora bien, para ambos grupos las motivaciones son las mismas, buscar una vida mejor, la que perdieron en su natal Venezuela.

A partir de aquí surge nuevamente una pregunta exploratoria: ¿están estos países receptores con la misma capacidad y fortaleza de la economía alemana? La respuesta es no.

Recientemente, varios de los países de la región han dispuesto dispositivos migratorios para frenar el flujo de venezolanos a través de sus fronteras. Para abril del 2018, el presidente de Chile, Sebastián Piñera, anunció cambios en la ley migratoria, la cual no había sido modificada desde la década del 70.

Para el caso de los venezolanos, fue establecida la visa democrática, un instrumento de ayuda humanitaria para los miles que huyen al país austral, pero claramente es un mecanismo para filtrar y disminuir el volumen de inmigrantes,  porque aunque Chile posee una economía de las más estables de Suramérica -crece en promedio 2,5%, con una inflación muy controlada- depende de la exportación de cobre y los impuestos, y si su fuerza laboral sobrepasa su capacidad productiva, ello derivará en un aumento del desempleo en una primera fase. De hecho, los últimos reportes del Instituto Nacional de Estadísticas de Chile (INE) revelan un incremento del desempleo en una cifra de 7,2% en el primer semestre.

Este hecho se hace evidente en países como Perú, Ecuador y Colombia, donde se aprecia a los extranjeros engrosando la buhonería, siendo esta una capa sumergida de la vida económica. Estos procesos son típicos en las sociedades latinoamericanas donde la regularización del estado migratorio suele ser burocrática y lenta.

Además de las oportunidades laborales, la creación de negocios puede variar según el país. Para el momento de los anuncios del presidente Piñera, se escucharon cuestionamientos por las nuevas disposiciones migratorias; sin embargo, es oportuno destacar que las políticas en este sentido son un asunto de soberanía nacional y cada país lo resolverá según sus intereses.

Revisemos un poco a Colombia como destino receptor. Según datos del Banco Mundial, del total de los emigrantes venezolanos 1,2 millones están en Colombia, 76% son venezolanos y el resto son colombianos retornados, 38% son menores de edad y 73% han dejado familia en Venezuela. Estas cifras supondrían un costo a la economía colombiana de casi medio punto del PIB.

¿Qué es lo procedente en estos casos para un país tan afectado como Colombia? Son imperativas medidas que conduzcan a una rápida regularización e incorporación al circuito de la vida nacional de los migrantes. Para ello son clave tanto el capital nacional como las ayudas foráneas, pero lo fundamental es la cooperación con la causa que origina dicho éxodo, es decir, todas las gestiones de diplomacia internacional que permitan restaurar la república en la golpeada Venezuela.

Debe señalarse que este exilio venezolano, además de mano de obra para los países de la región, ha aportado una transferencia directa de recurso y de talentos profesionales a todos los países que están beneficiándose de personal capacitado, lo cual repercutirá en sus economías de forma positiva, por lo que si recibirlos tiene un costo, también tendrá un efecto dinamizador que recuperará con creces dicho costo.

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