Marxismo y Capitalismo no son para nada la excepción, de hecho nunca la fueron, y luego de 200-300 años de lucha dialéctica, hoy se observa con claridad que, si bien por caminos muy distintos, tienden a confluir en un punto clave, el acceso al capital.
Karl Marx, en su clásico libro «El Capital», habla del «fin de la historia» como un estadío/época a la cual llegaría el capitalismo (según él, en su declive final), cuando terminara la lucha de clases por los medios de producción (capitalistas vs trabajadores, la dinámica de la historia), ya que nadie discutiría la propiedad, porque «todo sería de todos», sin violencia, sino en forma voluntaria.
Sin embargo, hay una visión muy interesante que se deriva del pensamiento de Marx, y que se conecta con los modernos enfoques capitalistas de economía sustentable (Empresas B, etc.): el no ser propietario de nada fastidia al ser humano, lo pone nervioso, lo hace entrar en la lógica mental de la lucha de clases (proletario vs capitalista), lo saca del foco de sus proyectos personales de auto-realización, al hacerlo hundir en el fango de la lucha permanente por un techo, un emprendimiento para trabajar, credenciales de educación de calidad, entre otros títulos de propiedad deseados para alcanzar su propio equilibrio neuropsicológico interior, también llamado bienestar personal. El capitalismo moderno hoy se pregunta cómo hacer un mundo de empresas privadas con gente más feliz. Es el tema de muchos foros y congresos actuales.
El punto es que las visiones políticas occidentales, los consensos, desde J.M.Keynes en adelante, hacen foco principalmente en igualar condiciones de inicio vía subsidios a los más desfavorecidos, que en algunos casos han funcionado como progresismo social, pero en muchos otros han terminado creando una comunidad de adictos a «subsidios a la pobreza», un verdadero círculo vicioso, pero muy conveniente electoralmente, siendo América Latina, entre otros, un ejemplo elocuente.
Sin embargo, los modernos enfoques de Economía del Bienestar y Economía de la Felicidad, respaldados en Neurociencia Cognitiva, entre otros campos emergentes, hoy muestran con cierta claridad que la gente necesita ser propietaria, tener bienes de capital, entre otras cuestiones básicas, para poder aspirar a un bienestar interior sustentable, y que además fortalezca los lazos comunitarios, generando un verdadero equilibrio neuro-social, que permita comunidades de bienestar a largo plazo, sustentables, alejadas de las tensiones neuropsicológicas interiores de no poseer nada, a presente y a futuro.Pero las políticas públicas en el mundo en desarrollo están lejos de satisfacer este objetivo. Muy lejos!! Los déficits habitacionales son gigantescos, hay hacinamiento, suburbanismo, alquileres muy elevados en proporción a los salarios, y eso que el keynesianismo ha sido generoso en el fomento intelectual de los subsidios. Urge pasar del subsidio a la pobreza tradicional a la visión del «derecho constitucional al acceso al capital», vía créditos a muy largo plazo, inclusive intergeneracionales, que fomenten un mundo de familias y pequeñas comunidades con capital propio, y/o cajas de crédito comunitarias sin garantía tradicional, tan solo de confianza. Es decir, la visión de un mundo con todas las familias con capital, como en la visión marxista, pero de capital privado, o privado-comunitario, que es el único que garantiza la productividad.
- viviendas/loteos familiares,
- capital físico para emprendimientos (correctamente formulado y evaluado),
- educación de calidad, en sus 3 niveles, para los hijos.
Es más, estas pequeñas comunidades organizadas, podrían generar cuasi-monedas propias (de forma ordenada), para financiar sus giros económicos. No olvidemos que el valor de las monedas es básicamente confianza y fe, y estas pequeñas comunidades organizadas podrían generarla, sin dudas. También, y en algo que es no menor, pequeñas comunidades de familias con capital, pujantes, son menos propensas a la droga y la delincuencia, dos de los flagelos más corrosivos que se ven en las injustas sociedades actuales.
En síntesis