Desde hace por lo menos siete años las estadísticas oficiales sobre asuntos macroeconómicos brillan por su ausencia. Entes como el BCV, el INE o el Ministerio de Finanzas se reservan la información como si con eso consiguen evitar matrices de opinión que afecten el discurso del gobierno, según el cual todo marcha viento en popa y que lo que sucede es que estamos sometidos a una «guerra económica»; en contraste con lo que pasa en la realidad objetiva. Sin embargo, a algunos voceros se les escapa, de vez en cuando, alguna infidencia que delata el tamaño de la crisis.

En enero del 2018 en una entrevista con José Vicente Rangel, el Presidente de PDVSA, Gral. Manuel Quevedo, dejó colar lo que ya se advertía: la principal industria del país está financieramente quebrada. Claro no lo dijo de tal manera, textualmente: «…hay días en que a PDVSA no le entra un solo dólar«. Luego, como para suavizar el comentario, adelantó que PDVSA espera estar produciendo 6 millones de barriles/día a partir del año 2020. ¿Cómo lo harán, con las mismas capacidades con las que hoy supuestamente producen 1,9 millones de barriles/día? No se sabe. Lo cierto es que el ausentismo laboral y la fuga de cerebros de PDVSA es una constante diaria, pues desde hace rato dejó de ser una fuente de trabajo digno y sostenible.

En el mismo tono, la semana anterior el Ministro de Agricultura, Wilmar Castro Soteldo, declaró, palabras más palabras menos, que los aumentos de salario no son para mejorar el poder adquisitivo sino para afianzar la paz en el país. Es un galimatías. Estos funcionarios de alto rango están trabajando sobre una premisa real que es que el salario del trabajador venezolano no alcanza para subsistir y que los aumentos son más bien medidas efectistas, que no atiende a causas.

¿Qué queda entonces para las familias? 

El éxodo masivo está consolidando el fenómeno del envío de remesas. Algunos economistas serios estiman que para el 2017 el mecanismo representó más o menos unos 1.000 millones de dólares/año, ello sin tomar en cuenta el valor de las mercancías que se envían en cajas en el que se surte de alimentos, productos de aseo personal y medicinas, entre otros. Está siendo tan importante que el mismo gobierno lo contempla en la implementación del nuevo Dicom. Obviamente, no se sabe a cuántos alcanza esta alternativa de supervivencia, en todo caso ya se asoma como una solución coyuntural que permite a cierta cantidad de familias resolver, en alguna medida, el consumo calórico. Sin embargo, la amplia mayoría de venezolanos están lidiando a diario con la escasez y el alto costo de las pocas cosas que se consiguen. La dieta ha sufrido un corte tajante en cuanto a variedad y cantidad. En países como México, El Salvador, Bolivia, entre otros, el envío de remesas desde EE.UU. representa una cuota significativa del PIB de sus respectivas economías, pero son dinámicas distintas a la nuestra.

En teoría un ingreso promedio en cualquier país más o menos estable permite cubrir las necesidades de consumo más básicas de familias de entre tres y cinco miembros. Alimentación, servicios públicos, medicinas, vestimenta y entretenimiento, son los rubros que un individuo aspira cubrir con sus ingresos. En Venezuela, cuyo salario mínimo real se sitúa en alrededor de los 6 US$/mes difícilmente alguien pueda sufragar siquiera dos semanas de consumo de ingesta calórica, tendría que hacer magias.

El presupuesto familiar promedio se destina casi único y exclusivamente a la adquisición de alimentos. No son pocos los casos de familias que han retirado a sus hijos de los colegios privados, cuyas matriculas ya no pueden cubrir. La compra de vestidos y calzados se contrajo en más del 60% en el año 2017, según el gremio del sector. El turismo interno se contrajo. Entretenimientos habituales como ir al cine, la playa el fin de semana, compartir helados, encuentros furtivos en hoteles, compartir en un restaurante, celebraciones de cumpleaños, parrilladas, entre otros hábitos del venezolano pasaron a la categoría de consumo de lujo. Un claro ejemplo lo representa la drástica reducción de la demanda de almuerzos ejecutivos, con lo que se ha masificado llevar la vianda al lugar de trabajo o, simplemente, procrastinar el almuerzo.

En economía, como debe ser, la transparencia en el manejo de los datos macroeconómicos son claves para la mejor administración de recursos públicos y privados, para el diseño de políticas y estrategias de crecimiento, expansión y desarrollo, tanto como que también permite la identificación de distorsiones que deben corregirse. El uso discrecional que hace el gobierno de los datos es dañino para el país, su ocultamiento es, además de infantil, muy irresponsable. El ciudadano de a pie no se ve en la macroeconomía aunque, obviamente le afecta, pero sí sufre los estragos de su maltrecha microeconomía.