Desde 2009 con la llegada del Bitcoin, comienza la era formal de las criptomonedas. Esta opción en la manera de invertir presenta unas características muy particulares que se han venido descubriendo en la medida que se ha masificado este medio digital de intercambio sustentado en un sistema que obvia la autoridad central y se basa en la confianza de una base de datos descentralizada y pública, es decir, permite el intercambio y hace las veces de dinero. Cada día aparecen nuevas monedas y con ellas los estados se han abocado a estructurar un estamento legal que regule y a la vez proteja a quienes apuestan por invertir en esta nueva economía.

Asimismo, los efectos del mercado bursátil tradicional han sido ampliamente estudiados y analizados, sin embargo, las incidencias de una eventual crisis en el mercado de las criptomonedas y sus consecuencias para el resto de la economía aún no están claras en virtud de su reciente creación, pues los alcances que pudieran desencadenar cualquier desequilibrio y su incidencia en el resto de la economía, dependerán en gran medida de los actores que participan, es decir, de quienes deciden invertir allí, tal y como sucede en el mercado tradicional, sin embargo, por la naturaleza misma de las criptomonedas y cómo están concebidas, resulta complejo determinar el volumen de transacciones y sobretodo, la forma en que estas ingresan a la economía por medio de las diferentes posibilidades de compra/venta.

Por otra parte, en numerosas investigaciones sobre Finanzas Conductuales ha quedado demostrado que, al menos en el mercado bursátil, existen doce sesgos cognitivos que manifiestan sus inversionistas, lo cual evidencia que las emociones de estos son las que al final ponen en juego la estabilidad de la economía mundial. Para saber si este patrón de sesgos se repite en los inversionistas del mercado de criptomonedas, en la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), durante el mes de septiembre se realizó una investigación en donde se pudo constatar en la muestra seleccionada de 96 participantes, una aproximación al perfil del inversionista, que en Venezuela, está mayoritariamente conformado por hombres, trabajadores por cuenta propia, entre 18 y 38 años, solteros, sin hijos y sin vivienda propia. La gran mayoría, solo invierte en este tipo de mercado y perciben ingresos en dólares.

Igualmente se logró verificar la presencia de algunos de los principales sesgos cognitivos que tienen los inversionistas del mercado tradicional. Al respecto se encontró que el 61,46% de los encuestados efectivamente cree que invertir grandes cantidades de dinero en criptomonedas les generará un mayor beneficio; por otra parte y como era de esperarse el 63,54% de estos inversionistas, son adversos al riesgo, comportamiento típico lo que se presume, les llevará a ser muy precavidos al momento de tomar una decisión que seguramente estará sustentada en un minucioso análisis del entorno económico debido a la desconfianza e incertidumbre propias de este tipo de mercado. Además, un 72,92% de los inversionistas de la muestra, manifestaron que deciden invertir considerando las referencias del pasado, es decir, los resultados de decisiones anteriores, todo esto con la finalidad de minimizar los errores y garantizar la permanencia del capital. Un análisis más profundo, basado en respuestas explicativas permitió comprobar que estos inversionistas realizan un estudio previo antes de tomar la decisión de invertir en un determinado criptoactivo.

Mención aparte merece el efecto manada, una anomalía que, desde siempre ha estado presente en el mercado de acciones tradicional, que se le considera una de las causas principales en los auges o crisis de este mercado y curiosamente el resultado no fue representativo en los participantes de la muestra a la que se le aplicó encuesta, logrando que apenas un 36,46% asumiera este proceder lo que claramente indica que el 63,54% de los inversionistas toma sus decisiones de manera independiente y fundamentada en sus propios análisis, dejando de lado el comportamiento de la mayoría, lo cual pueda atribuirse al perfil de quienes invierten en este mercado.

Ahora bien, vistos los resultados encontrados en la investigación, puede afirmarse que resulta altamente improbable que en este momento cualquier inestabilidad que ocurra en el mercado de criptomonedas pueda extrapolarse y generar una crisis económica de alcance mundial; esto sustentado fundamentalmente en la baja incidencia la presencia del sesgo efecto manada en los inversionistas que hacen vida allí. Sin embargo, considerando las características propias de este mercado, suponiendo que siga creciendo y abarcando no solo empresas, corporaciones y gobiernos esto sería diferente; la “masificación” pudiera generar otro tipo de resultados en función del cambio en el perfil de los nuevos agentes económicos que toman las decisiones de inversión.

Al final, queda claro que las emociones y los sesgos de quienes deciden invertir son las que tendrán la última palabra, las expectativas generadas por los hacedores de políticas económicas pueden crear las condiciones de entorno que guíen el comportamiento de los agentes; esto se ha comprobado a lo largo de las crisis mundiales y más recientemente en la de 2008. La presencia y calidad de los incentivos, serán las señales hacia donde los capitales serán llevados o no, así como la cuantía; todo se reduce a algo tan básico como la confianza.

De momento, las criptomonedas son rentables, aunque no exentas de riesgo e incertidumbre para el público inversor que las asume como opción, pero por suerte, inofensivas para el resto del mundo.