“Compramos por miedo…” eso afirman los conocedores de la Neurociencia, y aunque sé que es un tema de debate del cual no soy experto, he escuchado esa frase de profesionales respetados y conocedores del área. Comprar… Tal vez un impulso de sobrevivencia arraigado en lo más profundo del cerebro reptiliano, que generaría como consecuencia satisfacer necesidades básicas para continuar con la vida o sencillamente mantenernos respirando. O acaso es una respuesta límbica a la emoción pura del MIEDO social de ser excluidos, o no reconocidos en círculos que aún hoy se manejan con códigos tribales (de tribu).

Lo cierto es que el consumo mueve la Economía Mundial, a pesar de las “eternas” y sostenidas críticas de cientos de grupos ambientalistas ante ritmo de consumo voraz del ser humano (por los desechos sólidos que deja a su paso y la velocidad con la que se requieren cada vez más y más bienes que satisfagan necesidades técnicamente ilimitadas). Muchas sociedades no parecen inmutarse ante las advertencias de las consecuencias de un consumo sin control, al contrario, al parecer hoy muchas sociedades consumen más, solo que algunas están tomando conciencia “verde”, y se están generando movimientos pro defensa de la sustentabilidad de la actividad humana ante la generación de bienes y servicios por y para el ser humano.

Pero, sí, los tiempos han cambiado, y esto indica que muchas personas muestran señales de genuino interés por salvar el planeta, eso está haciendo que toda la Economía del Mundo se mueva hacia algo diferente (excepto china al parecer, cuyos niveles de contaminación son cada vez más elevados). Entonces, ahora posiblemente compramos por miedo a perder el lugar donde vivimos, o miedo a perder nuestro estilo de vida (para los amantes de los espacios abiertos y verdes). El plástico es enemigo declarado de muchos países, y los autos eléctricos podrían dominar al mundo en los próximos 20 años con la llegada de los chips autónomos y la conectividad con tecnología 5G que le dará un giro sin precedentes a los niveles de conectividad y lo que hacemos con ella.

Hoy posiblemente compramos con miedo, pensando que podemos perder el futuro, porque estamos viviendo un presente voraz en el que se está cerca de alcanzar (o ya lo superó) la cifra de ocho (8) mil millones de personas. Sí, así como leen, ocho mil millones de seres humanos, y un 60% o más de esa cifra obscena, desean ser millonarios como Gates o revolucionarios tecnológicos como Jobs. ¿Compramos por miedo a perder lo que somos hoy o a no lograr lo que aspiramos ser mañana? Pudiese ser una premisa básica en este breve análisis que sin duda está marcando la forma de como nos relacionamos, cómo nos comunicamos y la forma en la que actuamos en una sociedad que, insisto, sigue mostrando sus huellas ancestrales de tribu.

El consumo, repito, mueve la Economía, pero, ¿compramos por las razones correctas? Es decir, porque realmente decidimos hacerlo, porque nos satisface y nos permite evolucionar en una indetenible sociedad que va hacia el conocimiento como única forma de interconectividad de valor, más allá del internet que solo es un medio para engranar de forma más rápida, opiniones, intereses, conocimientos útiles e información necesaria para las decisiones cotidianas.

Es verdad, sé que a muchos no les agrada esta afirmación que hago con frecuencia, pero es necesario reafirmarla: Mucho de lo que hacemos todos los días, se trata de Economía… Aunque una vez un amigo y colega economista, que más bien parece filósofo, me dijo: “Todo se trata de sexo, y la economía interviene para convertirlo en mercancía, colocarle precio y calcular rentabilidad por la operación de su producción, distribución y consumo al detal y por mayor”. ¿Todo un filósofo ¿no? Aunque yo sostengo que, la economía está en todas las decisiones que tomamos a diario, porque en ellas hay elemento de consumo (qué comer, vestir, o qué experiencia comprar que nos haga feliz), hay elementos financieros (cuánto cuesta, cuál es su valor, cuánto quiero y puedo pagar), y hay elementos de Costo de Oportunidad (renunciar a algo que se tiene hoy, para conseguir algo mejor mañana). Entonces la acción de la compra, que a su vez genera la acción del consumo ¿La hacemos por miedo? ¿o simplemente porque los bienes y servicios nos hacen felices, nos satisfacen y dan placer?

Todas las Economías del mundo hoy se mueven en mares de incertidumbre, no sabemos que va a pasar mañana, la guerra comercial entre EEUU y China hace tambalear a diario las bolsas de valores del mundo. Trump promueve abiertamente el Brexit para debilitar la UE y hacer tomar valor al dólar en su escalada por “Make America great again”. Está en puerta un peligroso conflicto armado con Irán; y en América Latina, Venezuela representa para la región la crisis migratoria más grade de toda la historia que afecta presupuestos públicos, crea problemas de salud y promueve acciones sociales de xenofobia y descontento social en cada país.

Todos los días vemos estas noticias, nos llenamos de ansiedad, y los que pueden hacerlo, ante el estrés reinante por la incertidumbre, se toman un café, comen un postre y piensan, o conversan con personas cercanas o queridas. Distraer la mente es el propósito, tantas cosas agobian que hay que escapar de la rutina ¿escapar de la rutina? ¿la rutina nos hace prisioneros? Si eres prisionero no eres dueño de tus decisiones y acciones, entonces deseas escapar porque tienes miedo de perder la vida encerrado en la rutina… ¿Compramos por miedo?

Tal vez estoy divagando, estas son un puñado de ideas que se me ocurrieron recorriendo algunas calles de Caracas, capital de Venezuela. Caminata en la que vi a una señora que no podía pagar por algunas hortalizas por su alto precio, vi a personas comiendo en cafés lujosos conversando sonrientes, vi a personas en situación de calle comiendo de la basura, vi a niños escolares con sus uniformes desgastados caminando a casa algunos con una sonrisa, vi a personas con la cara quebrada de preocupación leyendo las noticias del diario local mientras tomaban un café humeante en un pequeño vaso plástico, vi la cara de preocupación de una funcionaria de un Banco al decirme que el precio de su pasaje en transporte público colectivo había subido tanto que básicamente trabajaba para pagar autobuses.

No se si compramos por miedo, eso lo determinará una investigación científica con pruebas suficientes.

Lo que tal vez sí podría afirmar con mucha humildad, es que lo que muchas personas están comprando hoy, no los hace realmente libres y felices. Tal vez eso podría llamarse miedo.