Desde la crisis financiera del 2008 la desigualdad económica y la pérdida de empleo en sectores industriales han sido objeto de debate. Hasta los momentos la globalización y las finanzas especulativas han sido los principales sospechosos del creciente problema. Personajes como Donald Trump han denunciado estos factores como los causantes de la pérdida de empleo de millones de trabajadores en el sector industrial, aumentando así la desigualdad. Sin embargo, muchos empiezan a tornar su atención al impacto que la tecnología y la innovación están teniendo en el mundo laboral.

Economizar y aumentar la eficiencia de la producción es el objetivo de cualquier productor. La revolución industrial es un claro ejemplo del impacto que la innovación puede tener en la eficiencia y en los costes de producción. Sin embargo, las nuevas tecnologías como: los robots y la inteligencia artificial, que pretenden economizar y aumentar la eficiencia de la industria de hoy en día, presentan una amenaza sin precedentes para los trabajadores del siglo 21. Debido al simple hecho de que estas innovaciones son capaces de eliminar el factor humano en la producción, es importante debatir su posible impacto en la economía.

Un muy notorio estudio de la Universidad de Oxford estima que aproximadamente 47% del empleo en los Estados Unidos corre el riesgo de ser remplazados por las nuevas tecnologías. Trabajadores de áreas como el servicio al cliente, ventas, agricultura, apoyo administrativo y transporte son los más probables candidatos a ser remplazados por robots o computadoras. Mientras aquellos en finanzas, el cuidado de la salud, el arte, la ingeniería y las ciencias pueden respirar tranquilos, por ahora.

Abundan los ejemplos de tecnologías en desarrollo que pueden acabar de inmediato con sectores que emplean a millones de personas alrededor del mundo. La flota de taxis autónomos que pretende crear Uber, los drones de entrega que desarrolla Amazon o incluso algoritmos financieros como la tecnología de high frequency trading – HFT que domina el comercio de instrumentos financieros, son innovaciones que indudablemente sustituirán el factor humano en un futuro en estas áreas de empleo.

Claro está que estas innovaciones crearan ganadores y perdedores. Aquellos posicionados para adoptar, diseñar y crear estas tecnologías serán claramente los que reciban los mayores beneficios.  Sin embargo, a pesar del riego, luchar contra esta ola de innovación seria contraproducente.

Adaptarse o padecer son las opciones. Históricamente, las nuevas tecnologías han creado más empleo del que han destruido, esto se debido a nuestra capacidad para adquirir nuevas habilidades mediante la educación y crear nuevos puestos de trabajos. Esta vez el reto parece ser mayor, pero la formula ha de ser la misma. Nuestro sistema educativo ha de adaptarse e instruir a los trabajadores del futuro a entender estas tecnologías. A la vez, se deben de crear políticas para reinvertir los ingresos producidos por las nuevas tecnologías, en programas para reeducar a aquellos que pierdan sus empleos, con el objetivo de que se integren a sectores donde la demanda de empleo humanos sea mayor. Si estos objetivos se logran, los humanos podremos emplear nuestras energías para proyectos más significativos y productivos mientras los robots se ocupan de tareas más básicas y tediosas. Quizás incluso la desigualdad podría ser cosa del pasado.