El lunes 13 de mayo de 2019 el Banco Central de Venezuela (BCV) modifica el esquema cambiario de subastas DICOM, por el mecanismo de las “mesas de cambio”. Este mecanismo supone la autorización del BCV al sistema financiero para la compra y venta de divisas provistas por los agentes económicos “privados” en el mercado interno nacional. Sin embargo, luego de cumplirse un mes de la entrada en vigencia de este mecanismo el pasado 13 de junio 2019, el mercado no regulado de divisas sigue su curso, siendo incluso más atractivo en razón del precio de cierre, y más eficiente en la liquidación de la moneda extranjera, en términos del uso de medios de pago digitales alternativos, así como también, por la creación de redes frecuentes de intercambio de divisas, en redes sociales y herramientas de mensajes cortos y microblogging.

La no participación del BCV en el nuevo mecanismo, ha sido determinante por la escasez de divisas que presenta el instituto emisor, dando evidencia cierta de los niveles más bajos en reservas internacionales registrados en los últimos 10 años a la fecha (menos de $8.500 MM), lo que sumado a las sanciones impuestas por la administración Trump en diferentes áreas de la actividad financiera exterior del gobierno, complica aún más su operación. Las divisas intercambiadas en el sistema financiero nacional son el resultado de operaciones de los privados, por la vía de remesas familiares, ahorros, pagos por servicios (freelancers), pago por la compra-venta de activos de gran valor (vehículos, inmuebles, oficinas, terrenos, etc.), operaciones de compra-venta de criptomonedas y criptoactivos (localbitcoin, localethereum, etc.), operaciones en plataformas digitales de forex y trading, así como también la imposibilidad de algunos agentes económicos, de mover sus capitales fuera del país producto de las precitadas sanciones, que cada vez más cierran el cerco al uso de cuentas bancarias en el exterior, incluso la apertura de medios de pago digitales alternativos.

Al cierre de la jornada, el sistema financiero debe informar al BCV los precios pactados para la compra y venta de divisas, para que el ente emisor publique en su sitio web el precio promedio de las operaciones realizadas en el día. Esto ha sido así desde el inicio del mecanismo, sin embargo, no conocemos la “oferta” diaria de divisas, solo los precios alcanzados. En este mismo orden de ideas, no todas las agencias bancarias publicas y privadas del sistema financiero nacional, se encuentran realizando dichas operaciones, incluso, los montos para la venta de divisas al menudeo no son iguales, pueden variar entre bancos públicos y privados, así como también entre ubicaciones geográficas, motivado principalmente por la captación de la moneda extranjera, que es provista por los propios privados.

Al revisar los precios promedios pactados en las operaciones de mesa de cambio publicados en el sitio del BCV, y compararlos con los precios referenciales promedios de los principales marcadores del mercado no regulado, cualquiera que sea la frecuencia escogida, diaria o semanal, nos dará como resultado entre 200 a 350 Bs. promedio de diferencia entre el mercado oficial y el no oficial, mostrando el escaso efecto que la medida ha tenido para desincentivar el mercado paralelo por parte del BCV, en una economía que se encuentra transitando un proceso de dolarización espontánea o de facto, ante la indetenible hiperinflación que sigue destruyendo el poder compra del bolívar, como resultado de la falta de compromiso real por recuperar el aparato productivo nacional, la ausencia de coordinación macroeconómica, la ineficiencia de cualquier política económica emanada de los entes responsables de las finanzas del país, que resulta de una superlativa improvisación o de una crisis por diseño que suma todos los días más emigrantes y familias en condición de pobreza.

Efectivamente hay un cambio después de la entrada en vigencia de las mesas de cambio. Se agudiza la crisis económica, política y social, la hiperinflación sigue su curso ascendente, se sigue depreciando el bolívar, más empresas cierran sus puertas, hay mayor dependencia de las transferencias gubernamentales, aumenta la pobreza, aumentan las operaciones domésticas con divisas, y el ciudadano -que decidió quedarse- sigue reinventándose, ajustándose y buscando alternativas para seguir en resistencia.