En 1972, el nobel Robert Lucas le da un impulso interesante al tema de las expectativas en macroeconomía, al elaborar un modelo donde, si bien de información imperfecta, las expectativas se consideraban racionales. Este modelo supera al de las expectativas adaptativas, donde las previsiones sobre el futuro se basaban demasiado en el pasado, con sujetos demasiado poco ágiles para adaptarse a cambios estructurales.

Y si bien el supuesto de expectativas racionales no es original de Lucas, pues había sido ya elaborado por Muth (1961), la contribución de Lucas lo populariza y difunde entre los economistas. En realidad, el supuesto de expectativas racionales es la continuación natural del supuesto microeconómico de racionalidad neoclásico en los agentes, pero con una vuelta de tuerca, que implica no la decisión perfecta del homo economicus tradicional, sino la decisión que surge de tener en cuenta toda la información disponible (que no necesariamente es abundante), pero bien analizada

Sin embargo, también por la época de Muth y Lucas, década del ´60 y ´70, también estaba surgiendo de la mano del también nobel Simon, el modelo de racionalidad acotada. Simon, defiende su idea de “bounded rationality”, que es opuesta a la de «expectativas racionales», en los siguientes términos:

«The task was to replace the classical model with one that describe how decisions could be made when the alternatives of search had to be sought out, and the consequences of choosing particular alternatives were very imperfectly known both because of limited computational power and because of uncertainty in the external world, and the decision maker did not possess a general and consistent utility function for comparing heterogeneous alternatives. Several procedures of rather applicability and wide use have been discovered that transform intractable decisions problems into tractable ones.» 

«One procedure already mentioned is to look for satisfactory choices instead of optimal ones. Another is to replace abstract, global goals with tangible subgoals, whose achievement can be observed and measured. A third is to divide up the decision –making tasks among many specialists, coordinating their work by means of a structure of communications and authority relations. All of these, and others, fit the general rubric of “bounded rationality”

De esta forma, según Simon, en lugar de optimizar en la forma que presupone en forma dura la teoría neoclásica, o en forma más blanda la teoría de las «expectativas racionales», los agentes económicos se fijan una meta alcanzable, y cuando la logran, aunque no sea el óptimo, se sienten satisfechos con ella y se estabilizan. Los hombres de carne y hueso, sostienen Simon y los posteriores conductualistas, tienen capacidades limitadas para adquirir conocimientos y para realizar cálculos, y además tienen una enorme cantidad de sesgos, estando bastante alejados de los supuestos de las expectativas racionales.

En sintonía con el concepto de Simon de racionalidad limitada, tenemos a Akerlof (también nobel de Economía, al igual que Simon y Lucas) con su concepto de disonancia cognitiva,que nos ilustra sobre conductas contrarias a la que gobierna los modelos económicos «racionales», por ejemplo en situaciones en las que, quienes toman decisiones, no conocen bien sus preferencias, o son demasiado influenciables cuando actúan como parte de grupos cerrados a puntos de vista externos.

Hoy en día, luego de muchas décadas de modelos predictivos «racionales» fallidos en los mercados financieros, surgen con fuerza modelos matemáticos avanzados de racionalidad acotada de formación de expectativas y aprendizaje, que se están convirtiendo en una alternativa muy seria a las expectativas racionales, que ha sido el paradigma dominante hasta hace muy poco. El agente representativo completamente racional es reemplazado por una gran población heterogénea de agentes interactuantes «limitadamente racionales», que forman expectativas basadas en observaciones (en parte) sesgadas de series de tiempo.

Para finalizar, hoy se investigan las condiciones bajo las cuales el aprendizaje converge en expectativas moderadamente/acotadamente racionales, con exceso de volatilidad, y sobrerreacción, como es más cercano a la realidad. La formación de expectativas se estudia en teoría, en experimentos de laboratorio con sujetos humanos y en mercados reales. Las aplicaciones incluyen Finanzas y Macroeconomía, y el futuro de estos modelos luce brillante, de la mano de la Neuroeconomía y los estudios de cerebros en tiempo real tomando decisiones.