De acuerdo con la definición dada por el académico Phillip Cagan, cuando la tasa de inflación mensual supera el 50%, la economía en cuestión experimenta un período de hiperinflación. Ésta es impulsada por una impresión de dinero masiva para hacer frente a desequilibrios fiscales y emerge, comúnmente, en contextos de postconflicto o a causa de la mala gestión política de un país.

La República de Weimar es el ejemplo más conocido cuando se habla de este proceso inflacionario. Cuando terminó la Primera Guerra Mundial, el gobierno alemán debió hacerse cargo de las reparaciones, su ejército se vió reducido y sus fronteras alteradas. La economía alemana padeció este mal desde agosto de 1922 hasta diciembre del año sucesivo. En ese periodo, los precios denominados en marco alemán subieron hasta 29.500% en su peor mes y se duplicaban cada 4 días apróximadamente. En el mes de noviembre de 1923 se introdujo una nueva moneda provisoria, el rentenmark, la cual era cambiaba por un billón de marcos y casi un año después fue suplantada por el marco imperial.

No obstante, la hiperinflación más aguda de la que se tenga registro fue la experimentada por Hungría después de la Segunda Guerra Mundial, entre agosto de 1945 y julio de 1946. Las cifras fueron delirantes. Ese último mes, la tasa alcanzó un record de 4.19 × 1016 %. La inflación diaria fue de 207% y los precios denominados en pengö se duplicaban cada 15 horas. En 1946 se estableció el florín como moneda oficial para estabilizar la hiperinflada economía húngara y éste podía ser cambiado por 400 octillones de pengös, o sea, 400 seguido de 27 ceros.

Pero cuando hablamos de hiperinflaciones recientes, está Venezuela. Su situación económica y política recuerda a la vivida por Zimbabue hace una década. Zimbabue fue la primera economía hiperinflacionista de este siglo, cuando en marzo del 2007 la tasa mensual de inflación llegó a 50,54%. En los meses de julio, agosto y septiembre del mismo año, la inflación se mantuvo por debajo del porcentaje requirido para catalogar a una economía como hiperinflacionista, para después subir drásticamente a 135,62% en octubre y no ceder. La tasa de inflación más alta fue la de noviembre del 2008, cuando se disparó a 79.600.000.000,00%. La tentativa del presidente Mugabe de prohibir el aumento de los precios fue fallida, ya que estos se duplicaban a diario y el Banco Central empujaba dicho incremento emitiendo billetes de alta demonimación. En ese período, escaseó hasta el maíz, el desempleo se acrecentó hasta llegar a un 80% y millones de zimbabuenses se vieron forzaron a emigrar a Sudáfrica en busca de una mejor calidad de vida, el presidente constantemente intimidaba a la oposición y culpaba a los especuladores e inclusive a los homosexuales de la crítica situación económica del país. Los billetes de trillones de dólar zimbabuense fueron reemplazados espontáneamente por el uso de otras monedas extanjeras, entre ellas el dólar estadounidense y el rand sudáfricano. En 2009 está práctica se legalizó y hoy en día Zimbabue lidia con el problema opuesto, la deflación.

En diciembre del 2016, Venezuela fue agregada a la tabla mundial de hiperinflación Hanke-Krus, conformada originalmente por 56 países, ubicándose en la posición número 23, cuando la tasa de inflación del mes de noviembre llegó a 221%. Además, el Fondo Monetario Internacional prevé para este año una tasa de inflación de 720,5% y de 2.0685% para el próximo, advirtiendo un progreso de la economía venezolana hacia la hiperinflación. La mala gestión dió rienda suelta a la inflación. Las medidas económicas aplicadas por la administración precedente –entre ellas, los controles de precios y cambiarios, las expropiaciones de miles de héctareas de tierras fértiles y las nacionalizaciones de empresas privadas– en lugar de resultar en estímulos saludables para la actividad, fueron distorsivas: perjudicaron el aparato productivo nacional, dieron lugar a un mercado negro, aumentaron la escasez y generaron incertidumbre entre los agentes económicos.

No obstante, la administración actual sigue aplicando las mismas políticas contraproducentes: recientemente se anunció un aumento del salario mínimo de 40%, el cual entrará en vigor este mismo mes de septiembre,  y del bono de alimentación de 23,5% así como la fijación de precios topes de venta de 50 bienes. Esto alimenta la inflación que, según el economista Steve Hanke, retrocedería sólo si se dólariza la economía o se ancla el bolívar a otra moneda estable y fiable como el dólar.