Cuando el nivel político nacional incide directamente sobre la política económica del país, a propósito de la confusión de roles entre Estado-Gobierno-Partido Político producto de debilidades institucionales, es de suponer que distintas tendencias político-ideológicas entre naciones originarán divergencias económicas entre ellas. Sabiendo, además, que la política interior se traslada a la exterior, surge un problema de discrepancias en materia de política económica internacional que, generalmente, se aborda mediante acuerdos comerciales.

El Mercado Común del Sur (Mercosur) es uno de ellos. Se trata de un Acuerdo Comercial Preferencial plurilateral entre Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay (países fundadores) y Venezuela (Estado parte desde 2012 y suspendido en 2017) que, según la Teoría de la Integración y en atención a sus objetivos plasmados en el Tratado de Asunción (1991), persigue establecer un mercado común entre los socios; es decir: libre flujo de bienes y servicios, política comercial común y libre flujo de factores productivos. Para lograr tal grado de integración, e incluso avanzar en su profundización, es necesario que las partes contratantes converjan en la aplicación de todos los mecanismos e instrumentos requeridos para ello: jurídicos, económicos y políticos, entre otros.

El reciente viraje político del Mercosur desveló numerosas incompatibilidades teórico-prácticas entre los modelos económicos de los países fundadores del bloque y el actual modelo de socialismo rentista venezolano; divergencias que no eran nuevas, pues fueron identificadas desde el principio, pero que la petrodiplomacia chavista logró evadir estratégicamente. En esta primera entrega se detallarán algunas de esas incompatibilidades vistas desde el plano económico.

Incompatibilidades económicas: el modelo del socialismo del siglo XXI

Desde el año 2003 la economía venezolana se subordinó a la política comandada por Hugo Chávez; por consiguiente, la política económica cambió según cambió la orientación política de su gobierno. Así, pasó de la ortodoxia a una creciente estatización, que solo buscaba abrir camino hacia el socialismo del siglo XXI, caracterizada por ser antimercado y distributiva; en otras palabras, controlada y controladora. Su radicalización fue posible por dos factores: 1) el desmantelamiento institucional (que permitió remover límites y contrapesos) y 2) el aumento del ingreso petrolero (fundamental para la financiación del enorme gasto requerido para las estatizaciones).

Ya a partir de 2007 se profundizó el viraje económico de Venezuela hacia el socialismo del siglo XXI. Las principales características de este modelo son:

  1. Busca la eliminación de la división social del trabajo;
  2. Su objetivo es la satisfacción de necesidades humanas antes que la reproducción del capital;
  3. De filosofía antiimperialista;
  4. Con vocación estrictamente estatista, busca incrementar el papel del Estado en la economía como productor (asumió el rol de empresario, asfixiando primero las iniciativas privadas en los tres sectores de la economía para después apoderarse de los medios de producción mediante expropiaciones y dominar la producción y distribución de bienes y servicios) y regulador (estableció un régimen de control cambiario desde 2003 y control de precios, responsable de los mayores desequilibrios macroeconómicos y de la caída de la competitividad exterior de los productos venezolanos transables no petroleros).
  5. Se basa en el rentismo petrolero, no en la innovación técnica ni en la generación de valor agregado;
  6. Presenta un sesgo antiexportador que coarta y liquida la promoción y diversificación de las exportaciones (e incluso las prohíbe por decreto);
  7. Intenta establecer diversas modalidades de propiedad y no ofrece garantías a la propiedad privada.

Visto lo cual, el modelo económico del gobierno venezolano nunca buscó –ni lo busca hoy en día o en el futuro– complementar al mercado, sino sustituirlo. Ello contrasta fuertemente con el resto de los socios mercosureños (países con economías de mercado, diversificadas, abiertas e insertas internacionalmente) y es incongruente con los objetivos fundacionales del bloque. Entonces, ¿cómo una economía de profundo carácter antimercado, de capitalismo de Estado, puede contribuir con la libre circulación de bienes, servicios y factores productivos que representa la constitución de un mercado común?

La renta petrolera como variable explicativa: instrumento de la política exterior

Considerando lo anteriormente expuesto, dicho cuestionamiento se responde de dos formas: 1) la intención de la adhesión de Venezuela al Mercosur no fue económica sino política y 2) solo fue un mecanismo para poner en práctica su soft-balancing contra EE.UU. Las incompatibilidades económicas mostradas fueron eludidas mediante su otra forma de actuación a nivel exterior: la diplomacia de poder social, con la que financió –en teoría– el “desarrollo social” en el extranjero, pero que en la práctica tenía fines de soft-balancing (comprando apoyos en el escenario internacional, por ejemplo, vía creación de dependencia sobre el país financiado).

En definitiva, ambas formas de actuación: soft-balancing y diplomacia de poder social (esta última comúnmente denominada petrodiplomacia) fueron las dos herramientas de política exterior del gobierno venezolano a través de las cuales accedió al Mercosur.

Al comenzar el mandato de Nicolás Maduro (2013-¿2019?) cesó la bonanza petrolera y con ella el sostenimiento del modelo de socialismo rentista. La crisis económica emergió y se intensificó. Lejos de adoptar medidas económicas que contribuyeran a solventar los desequilibrios internos, favorecieran la libertad de mercado y estimularan la producción y el comercio, se optó por recrudecer el estatismo y el régimen de controles. La crisis económica devino en un macro desastre que disparó incontrolablemente la inflación, fulminó el poder adquisitivo de la población y revirtió todos los indicadores sociales: hoy aumentan aceleradamente el hambre, la desnutrición y la pobreza.

Con una economía colapsada, cuya recesión acumulada es de tal magnitud que el PIB en 2017 “se encuentra el 35% por debajo de los niveles de 2013, o en un 40% en términos per cápita”; hiperinflación; control cambiario y de precios, que impide los flujos reales y financieros; estatizaciones; entre otros fenómenos, aunado a la indisciplina en el cumplimiento de compromisos internacionales, que acarrea retrasos y obstáculos en las negociaciones comerciales regionales, Venezuela no es atractiva para el Mercosur. Al contrario, representa un obstáculo para el avance del proceso de integración que en la actualidad intenta devolverle su carácter comercial, perdido durante el viraje a la izquierda de la región (2003-2015).

Venezuela: socio improductivo y altamente consumidor (mientras duró la renta)

Durante el período 2002-2014 las exportaciones venezolanas hacia el bloque (X Mercosur) crecieron, se concentraron principalmente en ventas de hidrocarburos y sus derivados y se destinaron en su mayoría hacia Brasil y Uruguay. Por el lado de las importaciones (M Mercosur), éstas aumentaron significativamente y estuvieron compuestas básicamente por productos agroalimentarios y manufacturas (los principales proveedores fueron Brasil y Argentina). Desde entonces, y hasta el primer semestre de 2017, el intercambio comercial ha caído dramáticamente (ver cuadro 1 y gráfico 1).

La balanza comercial venezolana con el Mercosur ha mantenido persistentemente una posición deficitaria; es decir, las exportaciones de Venezuela hacia el bloque resultan insuficientes para compensar las crecientes importaciones realizadas desde los demás socios. Esto pone en evidencia el efecto de “vivir la renta petrolera” (ingreso destinado al consumo) y confirma que dentro del acuerdo Venezuela solo jugó el papel de gran comprador durante la época de “vacas gordas”.

Cuadro 1. Intercambio comercial de Venezuela con el Mercosur (2004-2017)
Fuentes: SICOEX-ALADI, Secretaría de Comercio Exterior de Brasil, OMC y cálculos propios.
Gráfico 1. Evolución del intercambio comercial Venezuela-Mercosur (en millones de USD)
Fuente: elaboración propia con base en el cuadro 1.

Finalmente, la importancia relativa del Mercosur dentro del comercio venezolano con el mundo es poco significativa. Alrededor del 2% del total de las exportaciones venezolanas tiene como destino el bloque suramericano, mientras que la posición de las importaciones provenientes del Mercosur mejora levemente hasta representar entre el 11 y el 15% (en el mejor de los casos) de las importaciones totales (ver cuadro 1 y gráfico 2).

Gráfico 2. Peso del Mercosur dentro del intercambio comercial total de Venezuela (en %)
Fuente: elaboración propia con base en el cuadro 1.

En síntesis, la insostenibilidad de la práctica generalmente consumista de Venezuela en el Mercosur se presentó desde finales de 2014 cuando cayó el precio internacional del barril de petróleo y, con él, el ingreso petróleo y las importaciones. El pobre desempeño de Venezuela da cuenta del mal estado de sus relaciones comerciales intrabloque. Superar esta situación pasa primero por resolver en el escenario nacional incongruencias jurídicas y políticas que lo impiden, sin mencionar la urgente atención que necesita el colapso de la economía nacional. No obstante, la falta de voluntad gubernamental ha impedido resolver todo esto. Ello constituye una fuerte restricción al comercio y acarrea cuellos de botella dentro del esquema de integración, indeseados por los socios fundadores.

La acumulación de divergencias e incumplimientos por parte del gobierno venezolano, amén de la ausencia de la petro-chequera para sostener a Venezuela como otrora socio principal (¿tanto tienes, tanto vales?), incidió sobre la decisión de suspenderlo “en todos los derechos y obligaciones inherentes a su condición de Estado Parte del MERCOSUR”, en aplicación del artículo 5 (párrafo segundo) del Protocolo de Ushuaia, adoptada por los socios fundadores el pasado 5 de agosto del presente año. Esta era la salida más expedita para la mayor incomodidad dentro del Mercosur en 26 años de existencia, que rememora el refrán popular: “si no vas a ayudar, es mejor que no estorbes”.