Decidí escribir este primer fragmento como aporte público del conocimiento y análisis en el área económica, que espero sea una contribución no sólo a los lectores de ésta prestigiosa página, sino también a todos aquellos que por alguna razón les llama la atención no sólo la ciencia económica, sino también lo extraño e inestable de los mercados en algunos momentos, y por supuesto, y he aquí mi centro de análisis, ¿de donde salen las decisiones que se toman?, y ¿cómo actúa la gente antes, durante y después de éstas decisiones?. A éste particular se le llama la “Economía del Comportamiento”.

Se tiene pues, que los economistas del comportamiento se cuestionan el concepto o definición de un consumidor racional en todo su contexto. La investigación de los expertos en ésta área se basa en las situaciones en las que los ciudadanos no parecen comportarse de manera racional, es decir, cuando toman decisiones que no pueden explicarse fácilmente por medio de la teoría de la maximización de la utilidad, es decir, siempre buscando ganar u obtener un mejor beneficio de toda actividad.

Según Hebert Simon, ganador del Premio Nobel de Economía del año 1978, “a veces las personas llegan a la conclusión de que no es racional maximizar la utilidad de forma estricta, ya que buscar la solución perfecta es una actividad costosa en sí misma”. Pero, también argumentó lo que llamó para ese momento “racionalidad limitada”, es decir: las personas ahorran tiempo y esfuerzo tomando decisiones que son “razonablemente buenas”, en lugar de tomar decisiones “perfectas”, es decir, decisiones que acaben con el problema.

También, se puede tomar en cuenta el estudio del (o los) Premio Nobel del 2002, Daniel Kahneman, un psicólogo que junto a su coautor, Amos Tversky, investigaron y publicaron una teoría de cómo las personas toman decisiones en situaciones con incertidumbre. Tanto este trabajo como otros muy resaltantes están influyendo al día de hoy en los análisis de los mercados financieros, así como en los mercados de trabajo, al igual que en otros campos de la teoría económica.

Y finalmente, no podría faltar el último Premio Nobel con respecto al tema, pero no menos importante, otorgado en el año 2017, el Profesor Richard Thaler, galardón obtenido, entre otras investigaciones, por entender cómo o de qué manera se puede hacer feliz a la gente o a un colectivo con exactamente los mismos recursos, es decir, cambiar la forma, el fondo  sigue siendo el mismo. Entre sus principales ejercicios científicos comprobados estuvo el de siendo todavía muy joven, pero ya para ese momento ocupando el cargo de profesor universitario, decidió puntuar sus exámenes en el rango de 0 a 137, distinto a todos los demás profesores que lo hacían de 0 a 100, ya que sus estudiantes consideraron que sus evaluaciones eran bastante exigentes, y por razones elementales, además de conservar el cargo, darle un final feliz a las exigencias de los estudiantes. Tomo la decisión de evaluar sobre 137, donde en términos reales significaba exactamente el mismo promedio que si los evaluara sobre 100, todos sobre 70, pero visualmente en función de su nuevo rango sus promedios llegaban hasta 90, y “pareciera que todos son más felices de esta manera”. Incluso, hizo pública la salvedad de cómo se evaluarían sus exámenes, para que nadie se sintiera estafado. Y aún así, nadie se quejó.

Ahora bien, tomando en cuenta estas investigaciones y sus respectivos científicos, cada uno con sus trabajos que le permitieron alcanzar grandes descubrimientos, nos venimos nuevamente a la realidad venezolana, en la cual nos preguntamos día a día: ¿Es en serio todo lo que está pasando (fuera de la pandemia, cabe destacar)? ¿Cómo un país puede soportar tanto y todo al mismo tiempo? ¿Cómo la gente puede seguir con sus vidas “tranquilamente” sabiendo que no cuenta con los recursos más elementales para poder sobrevivir, como son agua, gas, energía eléctrica, transporte, seguridad, e incluso las telecomunicaciones?

Pues bien, uno de los motivos que me ha llevado a analizar dicho comportamiento ha sido mi realidad propia y el entorno donde me desenvuelvo, y como Economista y estudioso del tema microeconómico y sobre todo el comportamiento de los mercados a partir del comportamiento de la gente, llegue a una muy parcial conclusión que lo que está sucediendo en el país es simplemente porque si… y Uds. mis respetados lectores dirán: “pero esto no tiene nada de científico…”. Pues, aunque aparentemente no lo tenga, cuando estudiamos las curvas de oferta y demanda de cualquier mercado, estudiamos no sólo a los que exigen un bien o servicio y a aquellos que los proveen, sino también a los que no lo hacen, tanto exigir como proveer. Y es aquí donde comienza la investigación.

En Venezuela, por cuestiones de azar, entramos al siglo XXI con una propuesta o proyecto de país estructuralmente distinto al que veníamos viviendo por lo menos en los últimos 50 años, al menos. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos y los cuantiosos recursos invertidos, 20 años después en algunas áreas susceptibles socialmente, estamos en niveles quizás a los de los años 60’, en otros casos aún peor. Eso es público y notorio.

Por las razones que sea, existe una variable que jamás permitirá cambios tan drásticos y es el ciudadano común, el que reclama día a día porque sus servicios funcionen correctamente, y por supuesto que estén a la par del costo del mismo… ehhhh, y aquí hacemos un paréntesis del tamaño de las costas del país: el costo de los servicios. En Venezuela la sumatoria del costo total promedio por mes del servicio (residencial) de agua potable, energía eléctrica, gas (por bombona o directo) y transporte público urbano no alcanza ni el costo de la hamburguesa más barata de Mc Donald’s en cualquier parte del mundo, como para que se den una idea de lo irrisorio del costo de todos estos servicios juntos. Si partimos de este principio, entonces evidentemente pareciera que la culpa es de la gente que no paga lo que debería costar los servicios, por ende, no debería exigir por el terrible servicio que consume. Peeero, se supone, se asume, que hay un Estado que administra los recursos, bienes y servicios, y si consigue debilidades o fallas, entonces las corrige. Y es aquí donde entra la Economía del Comportamiento a darle sentido a todo.

En Venezuela venimos padeciendo de los servicios públicos desde por lo menos los años ’80, cuando luego de la nacionalización del petróleo y el exceso de dinero que obteníamos por venta del crudo nos comenzó a generar una bola inflacionaria y unos déficit fiscales impresionantes, dignos de un país productor de crudo, y con ello la importación se volvió otro aporte más a las campañas políticas, y se olvidaron de invertir en lo estrictamente necesario para la vida común y normal de cualquier colectivo, los servicios públicos. Entonces, como el Estado, los partidos políticos y sus políticos se dieron cuenta que el mejorar los servicios públicos no daban votos, pues hasta hoy no ha sido política de Estado mejorar o solucionar de manera estructural dichos problemas. Por ende, “no le hagan bulla al niño”, si la gente no se queja “tanto” por los servicios, entonces eso no es problema.

Por el otro lado, la gente, la ciudadanía, está más que cansada de todos los estragos que vive día a día, sobre todo en las provincias, es decir, cualquier lugar que no sea Caracas (este es otro tema de investigación), con respecto al tema de los servicios públicos, llámese agua (por tubería o por cisterna), gas (por bombona o directo), energía eléctrica (directa o robada), transporte público (urbano y suburbano) y la seguridad pública (PNB, Guardia Nacional, otros). Pero también, la gente está absolutamente clara que cualquier cosa que pida le va a costar. Como un aumento del sueldo, “si lo suben, sube todo, mejor que no lo suban”. Y con esta frase amplío mi análisis:

– El venezolano de a pie, es decir, la mayoría está claro que lo que tiene no es lo que debería tener en términos de redistribución del ingreso nacional, pero también sabe que lo que el Estado le provee casi de manera gratuita, es lo máximo que puede recibir como contribución de su desempeño como ciudadano tanto laboral como fiscal, entonces mejor “deje así…”, con lo que el Estado me da me alcanza para medio sobrevivir.

– El Estado sabe que está en la obligación de proveer servicios para que la ciudadanía al menos “sobreviva”, jamás los vas a dejar morir, pero tampoco va a hacer un esfuerzo de mejorar un servicio a una población que no paga por el mismo y que jamás estarían dispuestos a pagar “porque estamos en Venezuela y eso siempre ha sido gratis”.

– Y finalmente, el Estado sabe que entre sus fallas esta el alimentar indirectamente el mercado informal de todo: desde una aguja, pasando por el agua (cisternas privados), gas (venta de plantas eléctricas, bombillos recargables), rapiditos (trasporte informal),vigilancia (servicios privados), entre otros, que muy bien al suceder esto hay una parte de la población que padece de estos problemas, pero a su vez se ven beneficiados de que los mismos existan porque gracias a ello “tengo trabajo..”. Así sea vendiendo leña en una esquina.

Es por ello, que cuando el Profesor Simon hablaba sobre “racionalidad limitada”, se me venía a la mente la cantidad de limitaciones que padece el venezolano hoy en día y que simplemente no reclama porque no puede (los organismos de seguridad no perdonan) o no tiene los argumentos suficientes para exigirle al Estado el mejoramiento de los servicios, y porque lo más probable es que el Estado le responda con un aumento en los servicios exigidos y seguramente con la misma calidad del mismo de antes del aumento. Está pasando hoy con la gasolina, pasa con el gas, y posiblemente pase con cualquier otro.

También, cabe destacar que el Profesor Thaler al aumentar su rango de evaluación hasta 137, no está generando una posibilidad para el mejor desempeño de sus estudiantes, ni tampoco está regalando las notas, es simplemente utilizando una estrategia visual para provocar mejor ánimo en los alumnos, porque simplemente “pareciera que esto los hace más felices”. Bueno, en Venezuela, el escuchar diariamente los reportes de la inversión en materia social: salud, educación, trasporte, servicios públicos, seguridad, entre otros, n estamos diciendo que no sea así, al contrario, aplaudimos esos detalles de parte del mandatario nacional. Sin embargo, al igual que el Profesor Thaler, pareciera que por alguna razón, todos los días nos aumentan el rango de evaluación de las pruebas, porque en efecto ya saben “que esto nos hace más felices”.