Hace unos días, un amigo me comentaba que se lamenta de no haber ido al supermercado a comprar lo que su mama le había encargado el día anterior, ya que desafortunadamente el día que decidió ir, fue el día que coincidió con el etiquetador actualizando los precios de los productos, algunos de ellos con precios duplicados. Esa decisión lo llevo a no poder comprar todos los productos de su lista.

Esta situación muestra la otra cara que refleja la hiperinflación en Venezuela, ya que con una inflación diaria alrededor del 3% y una inflación mensual superior al 100%, postergar la decisión de ir al supermercado o no haber comprado más de un producto, puede traer lamentos al día siguiente.

La situación vivida por mi amigo me recordó la hiperinflación argentina de 1989, cuando los precios se duplicaban cada 19 días y la inflación acumulada fue de 3.079%.

Durante la desenfrenada inflación de aquel año, era común escuchar en los altavoces de los supermercados el aviso del aumento de todos los precios mientras caminabas por los pasillos, aumentos del 20% que llegaron a hacerse hasta dos veces durante el mismo día. Además de eso, era común ver como las personas corrían detrás del etiquetador para poder agarrar y comprar el producto con el precio anterior.

La hiperinflación en Argentina llego al punto en que se generaron saqueos, originados por la decisión de los comerciantes de no vender porque no sabían si luego podrían reponer sus inventarios con los ingresos que obtuvieran por las ventas, debido al rápido aumento de precios que se vivía. Está claro que Venezuela aún no se encuentra en un escenario de esa naturaleza, pero se está acercando peligrosamente a ella.

Para tener una dimensión del desenfrenado aumento de precios, durante los primeros 5 meses del año la Canasta Básica Familiar tuvo un alza de 750,9%. Necesitando en mayo, 301 salarios mínimos para poder adquirirla. Asimismo, durante el mes de mayo los precios se duplicaron cada 28 días, y a medida que pasen los días, estos se irán duplicando en menor tiempo.

Con este escenario, no postergar las decisiones de ir al supermercado y adelantar las posibles compras se ha tenido que volver costumbre para poder sobrevivir a la destructiva hiperinflación. Costumbre que si no se adopta, le podría pasar como a mi amigo, ir al supermercado y lamentarse por no comprar el día anterior.