La economía como ciencia, es definida generalmente como el conjunto de esfuerzos orientados al estudio de las relaciones sociales y producción de las personas, en un periodo determinado, dados los factores de producción y la tecnología, para así satisfacer las necesidades de la sociedad, con recursos escasos y con criterios de eficiencia. Esta definición ha cambiado desde finales del siglo XX, y no en términos de las necesidades -que son su motor-, o de la producción -que es el resultado de la combinación de factores- o de las relaciones sociales -que son el origen y destino de todo este esfuerzo-, sino por los factores de producción en sí, más específicamente, por la disrupción que ha provocado la tecnología.

Peter Drucker (1909-2005) reconocido padre de la gerencia, visionario y asesor empresarial internacional, estableció en su libro “La Era de la Discontinuidad. Lineamientos para nuestra sociedad cambiante” (1969), dos momentos del tiempo por los cuales la economía y la sociedad han transitado. El primero de ellos es la “Era de la Continuidad” (1913-1960), caracterizada por poseer una estructura económica dependiente de la tecnología alcanzada en el siglo XIX (Luz eléctrica, motor de combustión, producción en masa), y el segundo, donde nos encontramos ahora, es la “Era de la Discontinuidad” (a partir de 1961), donde la desintermediación económica y social, los modelos de negocio 2.0, el desarrollo de las redes sociales de información y comunicación global, así como la capacidad de generar y procesar gran cantidad de datos, son los embajadores de una nueva sociedad, una sociedad del conocimiento.

En esta sociedad, el conocimiento comienza a ser centro de atención para el desarrollo económico de las naciones, por ser un activo diferente a los industriales y comerciales ya conocidos, debido a que por su característica inmaterial resulta, en primera instancia, ser de difícil ubicación, pero luego de detectado, fomenta una carrera por su apropiación y desarrollo en aquellas naciones conscientes de su importancia estratégica de muy largo plazo. En este sentido, es el mismo Drucker quien en su libro: “El Ejecutivo Eficaz” (1967), define al gerente en la Era de la Discontinuidad como un “trabajador de conocimiento”, al ser uno de los poseedores y desarrolladores en sociedad de este activo. Y esto es así porque el conocimiento es el principal recurso para el desarrollo de la “Nueva Economía”, una economía basada en tecnología que cambia aceleradamente y que redefine su contexto de manera iterativa.

En este mismo orden de ideas, el sociólogo Daniel Bell (1919-2011) en su libro “El Advenimiento de la Sociedad Post-industrial” (2006), nos muestra que en la era de la discontinuidad el conocimiento constituye el factor decisivo para generar los recursos de la información, ganando así importancia la preparación profesional. De esta forma, para Bell la sociedad postindustrial surge como el resultado de las transformaciones de cinco áreas: Un Área Económica donde el sector servicios gana importancia con respecto a la producción de bienes (p.e. Über, Airbnb, Facebook), Un Área Tecnológica con una nueva industria basada en la generación de ciencia y tecnología (p.e Apple, IBM, Windows, Google, Tesla), un Área Sociológica con el desarrollo de nuevas élites científicas (p.e. Silicon Valley), un Área de Producción cuyos resultados sean conocimiento e información (p.e. Google, Youtube, Wikipedia) y finalmente, un Área de Conocimiento donde la constante experimentación sea el motor de los cambios (p.e. Startups, Lean Starup, Lean Canvas, Agile Project Management).

De esta manera el conocimiento y la información, se convierten en los elementos sobre los cuales gira el desarrollo de la sociedad postindustrial, en la Era de la Discontinuidad, caracterizada por el valor adquirido por la tecnología en una Nueva Economía. Es por ello que economistas como Fritz Machlup (1902-1983) y Marc Porat (1947), estudiaron los efectos del conocimiento y la información en la economía y los procesos productivos, quedando sus hallazgos registrados en sendas investigaciones: “La Producción y Distribución de Conocimiento en los Estados Unidos” (1962), y “Economía de la información: Definición y medición” (1977), respectivamente. En la primera, Machlup suministra evidencia de las aplicaciones económicas que poseen el conocimiento y la información, y que son susceptibles de ser registradas estadísticamente afectando al Producto Interno Bruto (PIB) y en la segunda, Porat describe la economía a partir de la experimentación en tres sectores: 1) Información, que contiene todos los bienes y servicios relacionados con ésta que se pueden encontrar en el mercado; 2) No información, en este caso la información la contienen aquellos bienes y servicios empresariales y estatales que no se ofertan en el mercado y 3) Economías domésticas, donde la información se desprende de las relaciones sociales y de producción del factor trabajo y hogares.

Es por esta razón que Drucker en su libro “La Sociedad Postcapitalista” (1993), plantea la reestructuración de la sociedad a nivel económico, político y social, de la mano de una “alfabetización universal”, donde la educación esté al alcance de todos, para aprender y aplicar lo conocido, propiciando una nueva generación, la “generación del saber”. De igual manera, el sociólogo Manuel Castells (1942) en su libro “La Galaxia de Internet” (2001), nos muestra cómo la economía y la sociedad actualmente son más “informacionales” que “industriales”, siendo necesaria una persona instruida que posea, en términos de Drucker, las herramientas para interactuar más eficazmente con un mundo globalizado, es decir, un trabajador de conocimiento adaptado a una Era de la Discontinuidad que sigue cambiando a la velocidad de las necesidades de información.