Tras la crisis financiera que sacudió a la economía mundial en el 2008, podríamos afirmar, sin temor a equivocarnos, que existen avances considerables en materia de regulación y supervisión del sistema financiero mundial, y ejecutado por las instituciones financieras locales. Estos avances han permitido disminuir el riesgo a futuras crisis en los sistemas financieros locales, a la vez han disminuido las principales secuelas, tales como desempleo masivo, ejecución de hipotecas, quiebras empresariales, inestabilidad política, crisis comerciales, etc.

Los avances

Los hechos nos señalan que los bancos cuentan con reservas de capital más cuantiosas y de mejor calidad para absorber pérdidas, pudiendo convertir activos en efectivo en periodos difíciles. Por parte de las economías desarrolladas (USA, Alemania, Francia, Inglaterra, entre otros), han mejorados sus sistemas de evaluación de la salud de los grandes bancos y otorgando mayor peso e importancia a las instituciones que se dedican a las actividades de supervisión de los riesgos del sector financiero.

Sin embargo, los avances no se han completado del todo. Entre las tareas pendientes, resta concretar el coeficiente de apalancamiento que limita la capacidad de los bancos para expandirse de forma excesiva en momentos de prosperidad.

En su momento, la innovación financiera habría desplazado la regulación y supervisión existente. Llevando a la explotación de mercados incipientes en territorios donde la regulación y supervisión no fuese posible alcanzar. Por ejemplo, las instituciones financieras americanas se apoyaron menos en los depósitos tradicionales y más en el financiamiento a corto plazo, rebajando drásticamente las exigencias para el otorgamiento de crédito, sacando préstamos del balance mediante dudosas técnicas de titulación y, a nivel más general, empujando la actividad hacia rincones ocultos del sector financiero, menos expuestos a la supervisión regulatoria.

Efectos sobre la economía global

Los avances en la globalización de los servicios bancarios y financieros produjeron los efectos cascadas que pusieron en jaque a los bancos europeos, quienes eran los principales compradores de estos títulos norteamericanos con aval hipotecario.

Diez años después el fantasma de la crisis aún sigue a muchas economías de forma indirecta. El crecimiento económico postcrisis no llegó a todas las economías por igual, lo que ha llevado un panorama de economía política distinto con una débil cooperación internacional, cada vez con menos adeptos. Paradójicamente la cooperación internacional ayudó significativamente a frenar los efectos de esta. En esta índole, de materia de política económica nos enfrentamos al riesgo de un repliegue de las regulaciones financieras por consecuencia de una desigualdad excesiva, el proteccionismo y las políticas aislacionistas.

Nuevos Mercados

Por otro lado, los servicios bancarios y financieros siguieron su desarrollo a la par de superación de la crisis convirtiéndose por medio del sector FinTech un elemento fundamental para el desarrollo del sector financiero. Desde el año 2008 hasta el año 2015, han experimentado un crecimiento de más de 22 veces en su inversión a nivel mundial. Pasando de 930 millones de dólares para el año 2008, a 22 mil millones de dólares en el año 2015. Estas han sabido aprovechar los servicios financieros a través de nuevos canales de distribución

Este nuevo sub-industria ofrece sus desventajas. Por un lado, se estima que estas pudiesen reducir en un 50% en los próximos años el número de oficinas y empleos del sector financiero. De igual manera, los riesgos por los ataques cibernéticos en el sector financiero aún son incontables para muchas de las economías actualmente, así como las pérdidas asociadas que pudiesen alcanzar cientos de miles de millones de dólares, lo cual sin duda deterioran el estado de resultado de cualquier entidad financiera.

Nuevos retos del sistema financiero

Uno de los principales retos que afronta este sector es el resguardo de información confidencial con el fin de prevenir la filtración de datos que han de permitir el acceso a información confidencial y cometer fraudes. Sin duda esta es una de las principales preocupación a los gestores de riesgos y directivos financieros, por encima de acontecimientos geopolíticos, nuevas normativas y entre otros., ya que un ataque exitoso no solo traería pérdidas cuantiosas en sus balances, sino a su vez una pérdida en la reputación del sistema.

Dos casos de ciberataques conocidos trajeron como consecuencia la sustracción de sustracción crediticia de 143 millones de estadounidenses almacenadas en Equifax, y el robo de 81 millones de dólares al Bangladesh Bank. Existen estudios por parte del FMI que logran cuantificar por medio de escenarios las pérdidas que afrontaría el sector financiero ante un ciberataque (Bouveret, 2018) donde en un caso hipotético de gravedad, con un efecto contagio por la interconexión del sistema financiero, arrojaría al menos 250mil millones de dólares en pérdidas.

Finalmente, el sector asegurados no se da basto con las coberturas ante un escenarios como el anterior. Tan solo para el año 2017 las primas ascendieron a 3mil millones de dólares, a la vez las asegurados presentan problemas para cuantificar los riesgos, debido a la falta de información sobre los grados de exposición que se encuentra el sistema, la ausencia de datos y los posibles efectos contagios asociados ante un ataque electrónico, por lo que llevan a ofrecer coberturas limitadas

Visto este panorama, es necesario elevar esfuerzos por parte de organismos como el Banco de Pagos Internacionales, el Consejo de Estabilidad Financiera, el FMI, entre otros para lograr en el intercambio de información óptima a fin de lograr para la concepción de políticas coordinadas, impulsar la resolución de controversias y la debida contención del riesgo sistémico que significa estos ataques.

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