Las economías inflacionarias que llegan a hiperinflación son en primera instancia el reflejo de una deficiente aplicación de políticas económicas por parte del gobierno de turno. Pero también son muestra de la ausencia en la armonización de las políticas monetaria y fiscal como parte de la coordinación macroeconómica que todo país debe llevar en manos del banco central y su gobierno. Es por esta razón que cuando la improvisación y falta de criterio técnico-económico están a la orden del día, surgen propuestas que lejos de solventar el problema de base, lo acrecientan.

El 6 de marzo de 2007 se publica en gaceta oficial Nro 38.638, el decreto 5.229 con rango, valor y fuerza de ley de Reconversión Monetaria, proyecto adelantado por la Comisión Permanente de Finanzas de la Asamblea Nacional (Rodrigo Cabezas y Ricardo Sanguino), el cual se fijó como objetivos: 1. Facilitar procedimientos contables del gobierno, empresas financieras y no financieras. 2. Reducir los costos transaccionales en el sector servicios. 3.- Dejar atrás las consecuencias del historial de inflaciones más altas del país. 3. Reforzar la confianza en el signo monetario. y 4. Eliminar el impacto inflacionario del “redondeo por escasez de sencillo”.

Ahora bien, dentro de las estadísticas macroeconómicas de la Venezuela del 2007 se encontraban un PIB de 8,8%, un Gasto Público como porcentaje del PIB de 34,90%, una Liquidez Monetaria (M2) de Bs.153.224.597M, una Inflación acumulada de 27,5% y un tipo de cambio de 2.150 Bs/$. Si bien ya había control de cambio y control de precios, también había producción de bienes y servicios nacionales y los niveles de ahorro y consumo del venezolano se mantenían. Lo que nos hace preguntar: ¿Por qué optar por una reconversión monetaria en estas condiciones? ¿Solo para facilitar procedimientos contables y reducir costos transaccionales? ¿Cumplir con los términos del Acuerdo Anual de Política no era suficiente?

En América latina varios gobiernos acudieron a la “conversión monetaria” o “cambio de moneda” –porque es así como realmente se dice- como parte de una política económica de ajuste estructural, ante los continuos déficits fiscales ocasionados por la deficiente gestión de la política económica de sus gobernantes. Lo importante acá es que este “cambio de moneda” se asume como parte de un grupo mayor de herramientas económicas, y no como la “acción correctiva principal”, porque por sí sola no puede hacerle frente a problemas estructurales de gran calibre.

En el caso venezolano no necesariamente se hizo la debida diligencia, y es así como 10 años después el gobierno acude a una “reconversión monetaria” en peores condiciones que las del 2007, esto es, un PIB en -12% al cierre de 2017 luego de 4 años consecutivos en caída libre, una liquidez monetaria (M2) que ascendió un 1.069% durante el año 2017, una Inflación acumulada del 3.000% según cálculos de la Asamblea Nacional (porque el BCV tiene 2 años sin suministrar información oficial) y un tipo de cambio no oficial promedio de 29.885 Bs. (que en términos del año 2007 serían 29.884.666 Bs.)

Y es que tan solo con ver el comportamiento de la inflación en el año 2008 -tal y como se muestra en el gráfico-, podíamos darnos cuenta del posible resultado de la aplicación de esta medida, que sin un plan de ajuste económico se implementó en el país.

Podemos apreciar, la variación existente entre los precios de la canasta de bienes y servicios para los meses de enero 2007 a diciembre 2008, alcanza el 81,86%, creciendo a un ritmo promedio intermensual de 3%, situación que bien puede explicar la tendencia al alza del IPC para el año 2007, y del INPC para el año 2008, quienes acumularon 22,5% y 30,9% de inflación, según datos del BCV, mostrando claramente la ineficacia de la “reconversión monetaria” por si sola, y lo desacertada de la medida al no cumplir su principal objetivo, disminuir la inflación.

La actual propuesta del gobierno nacional de llevar el otrora “Bolívar Fuerte” a un “Bolívar Soberano”, dividiendo nuevamente la economía entre 1.000, estaría generando un nuevo cono monetario que incluye una moneda de 0,50 céntimos y 1 Bolívar Soberano, además de billetes de 2 a 500 Bolívares Soberanos. Si sacamos bien la cuenta, 1 Bolívar Soberano reconvertido al 4 de junio de 2018 representaría 1.000.000 de Bolívares del año 2007, porque realmente lo que habría hecho es dividir la economía entre 1.000.000 (3 ceros de 2007 y 3 ceros de 2018), mostrando nuevamente que este no es el camino para corregir los desequilibrios estructurales de nuestra economía.

A este escenario se le debe sumar la pérdida de confianza que el venezolano común tiene respecto de las instituciones y personas que llevan las riendas de la actividad económica nacional. Y es que la hiperinflación, determinada técnicamente por Phillip Cagan cuando la variación de precios es superior al 50% mensual, y por la International Accounting Standards Board (IASB), cuando se acumula una inflación mayor al 100% trimestral, no solo pulveriza el poder de compra de cualquier salario, sino también el valor del trabajo que ese salario representa, siendo la protección de la moneda y su valor interno y externo responsabilidades incumplidas del banco central.

Esta crisis de confianza, sumada a la escasez de efectivo (piezas de billetes y monedas) ha llevado al venezolano a crear sus propias monedas, bajo el amparo de la Ley Orgánica del Sistema Económico Comunal. Es así como surgen “El Panal” en la parroquia 23 de Enero de Caracas y “Elorza” en el estado Apure, que son expresiones sociales de la necesidad de solventar un problema real en manos de las comunidades, e indicadores de la pérdida de control del banco central sobre su propia política monetaria. Pero es que también al ya no ser el Bolívar un elemento de reserva de valor, el venezolano ha encontrado en las divisas (que se han comenzado a aceptar directamente en el sector comercio y servicios), así como en las criptomonedas (bitcoin, ether, litecoin, dash, ónix, etc.), una solución más realista que la “reconversión monetaria”, porque están transando el valor de su trabajo por un medio de pago que se revaloriza y no depende de la política económica del actual gobierno.

Finalmente, no es posible recuperar la economía de un país con medidas accesorias que no atacan de raíz el problema estructural que se tiene. Solo con un plan de ajuste económico que extraiga el excedente de liquidez, recorte el gasto social, sincere el valor de la divisa, incentive, potencie y recupere el aparato productivo, levante progresivamente los controles, y redefina su política de endeudamiento interno y externo, se estará en el camino de la recuperación paulatina de la economía y de su moneda.