La situación que hoy día estamos viviendo los venezolanos, pudiéramos describirla a través de los siguientes calificativos: trágico, dantesco, inhumano, nefasto, calamitoso, atroz, y súmele usted el adjetivo que más se acerque a la realidad que se está padeciendo. Y tal vez todos los calificativos sumados solo sería un acercamiento a tan alocada coyuntura.

Algunos no sabemos cómo describir  tan desdichado momento, quizás porque pensar en la oscuridad no es lo nuestro, cocinar en leña mucho menos, tampoco bañarnos en alcantarillas por falta de agua, acostarnos sin comer, ir al supermercado y no encontrar comida o no tener el dinero suficiente para comprarlo, intentar salir y no contar con transporte público, salir de casa sin saber si regresaremos producto de la inseguridad, vivir con el trauma de cuando se irá la luz o a su vez con la esperanza de cuándo volverá, rogar al cielo no enfermarnos para no morir en el intento de encontrar un centro asistencial que brinde al menos atención básica.

Lo que más nos cuesta entender es como un país portentoso, con las reservas probadas de crudo mas grandes del planeta y la sexta con más reservas de gas natural, su población deba padecer de días enteros en colas para comprar gasolina, o vivir un  viacrucis para adquirir un cilindro de gas, insólito. No podemos entender como en esta infortunada parte de nuestra historia el servicio eléctrico nacional se interrumpa por 5 días continuos dejando a la deriva a más de 30 millones de habitantes, causando pérdidas mil millonarias a los pocos sectores productivos que aun sobreviven y deteriorando aun más  la ya derruida calidad de vida de todos. Nos cuesta entender como el gobierno que recibió los ingresos más altos de la historia, durante la bonanza petrolera que entre 1999 y 2014 recibiera 960.589 millones de dólares. Un promedio de 64.000 millones anuales durante 15 años, nos haya llevado a este holocausto.

Definitivamente, es un país que se apagó, apagó la industria, los derechos fundamentales de todos, apagó la educación, apagó los servicios públicos, apagó la seguridad, la alimentación y la democracia, apagó el futuro. Los venezolanos tenemos derecho a una vida digna, derecho a la salud y la libertad, alimentación y seguridad, derecho al progreso, a votar por los gobernantes y cambiarlos cuando no funcionen, nuestros hijos tienen el derecho de un futuro mejor.

Mientras ellos terminan de saquear las arcas del país, el pueblo languidece por un trozo de pan, y un poco de electricidad, pero también se levanta con esperanzas, con mucho brío y hará oír su voz. El gobierno nos apagó la luz, pero no podrá apagar nuestra esperanza de ver el país libre, de ver una Venezuela renovada que aprendió del error, a no confiar en discursos pintorescos y demagógicos,  de apoyar a un grupo populista que encarriló descaradamente nuestro futuro al fracaso, la esperanza en nosotros hoy más que nunca está viva, conscientes que merecemos algo mejor, los usurpadores del poder no podrán detener el rechazo general de un pueblo que se encargará de hundirlos en el basurero de la historia.