El Socialismo del Siglo XXI tuvo sus quince minutos de fama, nació en Venezuela y tal parece que aquí morirá. Intelectuales, medios de comunicación, artistas, políticos, líderes de opinión desde dentro y fuera del país sucumbieron al poder seductor de un nuevo mesías de verbo fácil y chequera alegre. Sugestionado, tutelado e hipnotizado por el gran confabulador y hambreador del pueblo cubano que terminó siendo el modelo castrista, ahora postcastrista.

En la misma medida que los ingresos por concepto de renta petrolera aumentaron de forma exorbitante, en paralelo, las dimensiones del Estado fueron creciendo monstruosamente, invadiendo territorios comúnmente y mejor gestionados por entidades privadas. La planificación centralizada trabaja sobre el supuesto de que la voluntad y compromiso político del burócrata es éticamente superior al del empresario y que, por más barreras que imponga el mercado, colectivizar los factores de producción, eso que llaman empoderamiento, hace posible un nuevo mundo feliz. Falacia que cuesta vidas, mortandad de empresas, miseria y dependencia al extremo. Verbigracia.

Henos aquí en situación de catástrofe sistémica, todo lo que el genio planificador tocó está en ruinas. Tanto que el programa cumbre del momento, el CLAP, llena sus cajas de productos foráneos y no alcanza para todos. El asesinato en masas adquiere una nueva dimensión. Se reincorporan enfermedades proscritas, los pensionados dejan sus últimos años de vida en largas e interminables colas, la depresión psicológica gana terreno tanto como la desesperanza, que es una forma de morir. Ante las renuncias masivas, el exilio es nuestra más próxima quimera. El hombre en búsqueda de sentido debe ser reescrito esta vez en tono tropical, en el país más rico de la región, el mismo país que figura entre los más pobres y violentos del mundo.

Las oportunidades de salida, la parte buena de este drama, están siendo consideradas por mentes muy lúcidas, venezolanos, extranjeros, entes multilaterales, grupos de investigación. El problema de la diáspora activó las alarmas y está siendo atendido, aunque corre el peligro de rebasarse generando conflictos y desequilibrios en la región. La Cumbre de las Américas enfocó sus discusiones y acuerdos en el caso venezolano. Falta más por hacer, por ver y por padecer, porque si algo ha demostrado este modelo es que su carencia de escrúpulos es ilimitada y no se impone fecha de vencimiento. 

Increíblemente el fantasma del populismo nos sigue rondando, de hecho la oferta electoral contraria al gobierno basa su propuesta en populismo dolarizado. Ojalá sea sólo mensajes caza votos, porque después de esta trágica historia de 20 años de asesinato centralizado se corresponde un periodo largo, sostenido y sostenible de libertades, apertura, modernización, emprendimiento, de innovación, desarrollo y crecimiento económico. Cualquier cosa distinta es más muerte y más pobreza.