El gobierno bolivariano nunca deja de sorprendernos. A los venezolanos se nos tiene prohibido perder la capacidad de asombro. Ahora y producto del cerco financiero de las sanciones de países como Estados Unidos, Canadá y la Unión Europea, el cerebro maquiavélico del que parecieran surgir las estrategias del Socialismo del Siglo XXI, nos reta y crea un desacierto al que denominaron «Petro».

Sin entrar en detalles técnicos propios del mundo del Blockchain y las Criptomonedas, desde el punto de vista netamente político y económico esta moneda virtual es la clara y total evidencia del trasfondo capitalista y neoliberal de la autodenominada Revolución Bolivariana. En el fondo nos alegra que se dejen ver las medias, que el mundo se entere que son un gobierno que se maneja como un Capitalismo de Estado.

¿Quién se podría imaginar que la nomenklatura chavista iba a implementar una medida sustentada en el más salvaje de los mercados? Al menos sus acólitos no, pero el resto de los mortales siempre hemos tenido clara la esencia de este gobierno, pues ha habido claros indicios que el modelo bolivariano es una trampa caza-votos, que se viste con un disfraz de igualdad que le vende a su «pueblo», pero la realidad es la de una izquierda que analiza la pobreza que ellos mismos propician, degustando unas carísimas huevas de esturión Beluga acompañadas con champagne rosé.

Entonces, ante la desesperación de una inminente pérdida del poder político, el presidente obrero, bajo las órdenes de un equipo económico fantasma, abraza y promueve con bombos y platillos, para salvar a la Patria chavista, uno de los íconos del más rancio capitalismo: el mercado bursátil, porque a fin de cuentas, palabras más, palabras menos, esa es la esencia del Petro. Un instrumento financiero que busca cotizarse entre la oferta y la demanda, para obtener beneficios producto del trading. Más allá de tratarse de emisión de deuda, puesto que es a todas luces un activo cuyo precio se sustenta en el valor de la cesta petrolera venezolana; el Petro es un mecanismo basado en el sistema capitalista, independientemente de los nombres y apellidos que la hegemonía comunicacional bolivariana pretenda endilgarle y de la novela rosa en la que justifican su creación.

De igual forma, entendiendo que la esencia de las criptomonedas es la confianza, particularmente para el Petro la credibilidad del país emisor y sus instituciones resulta un chiste, pues recientemente Venezuela ha sido calificada como el país más corrupto del mundo, un logro del gobierno actual, ya que la institucionalidad ha sido completamente arrasada en estos años de Revolución Bolivariana; sencillamente no hay respaldo para esta criptomoneda.

Por otra parte, al revisar el White Paper del Petro, entre otras especificidades, se encuentra el aparente uso y destino que se hará de esas ganancias y llaman poderosamente la atención dos elementos: el primero, que un 45% se destinará a seguir desarrollando esta criptomoneda y su ecosistema y segundo que el 55% restante irá a uno de esos temidos e inauditables agujeros negros, denominado Fondo Soberano, el cual lógicamente estará exento de cualquier mecanismo de contraloría y cuyos dineros podrán ser utilizados discrecionalmente por el Poder Ejecutivo.

Ahora bien, esta contradictoria incursión en el mercado bursátil, tan lejos del socialismo, de la comuna, de los fundos zamoranos, del «ser rico es malo» y tan cerca de Wall Street y el satanizado Neoliberalismo; al final es una desesperada estrategia para obtener financiamiento y salvar lo que queda de Revolución. No en vano, se pretende promover una criptomoneda emitida por el gobierno de un país tercermundista con inocultables problemas en su infraestructura eléctrica, situación que se evidencia en las constantes fallas en el sistema producto de la desinversión en el sector y la peor Internet banda ancha del continente. A estos dos detalles básicos que hacen inviable esta aspiración hay que sumarle el hecho de haber ignorado olímpicamente la crisis económica expresada en hiperinflación, escasez, pauperización del empleo y pobreza que afecta a todos los ciudadanos y que debería ser prioridad, antes de estar inventando monedas virtuales, aptas para economías sanas e insertadas en la senda del desarrollo y por supuesto, el estar asumiendo una actividad que no es propia de gobiernos.

Sin embargo, la historia del Petro apenas comienza, todavía queda mucho por ver, inconsistencias por descubrir y contradicciones por encontrar; habrá que esperar para ver si esto termina de desenmascarar de una vez por todas a un gobierno que escuda en una ideología totalmente desfasada e inaplicable su perfil totalitario y que por impericia o de manera premeditada destruyó, sin la menor vergüenza, nuestra moneda de curso legal: el Bolívar, ese que tanto se ufanan de nombrar pero que fueron incapaces de mantener, al punto de estar haciendo todo lo posible por sustituirlo.