En Venezuela el término Default no es nuevo. Últimamente, es un término que cobra cada vez más fuerza, pasando a un hecho con muy alta probabilidad de convertirse en realidad y que nos preocupa a todos los venezolanos y al mundo financiero. Pero, ¿qué es default y qué implicaciones tendría sobre la economía venezolana? ¿Nos debería preocupar que el gobierno venezolano no sea capaz de hacer frente a sus deudas? Si bien es un argumento extremamente amplio, este artículo trata de responder a estas preguntas de una manera sencilla y sintética.

Una de las varias formas que tienen los gobiernos y empresas para financiarse de manera rápida es a través de la emisión de deuda. Estos últimos son títulos que tienen un precio establecido en el mercado, y que prometen a cambio pagos periódicos en intereses (cada mes, cada 3 meses, cada semestre, etc.). Supongamos que un cierto gobierno necesita financiarse y para eso emite bonos a un precio de $100, el cual promete pagar el 1% cada mes durante 10 meses, y el último mes restituir el valor del bono más el interés mensual. Esto quiere decir que un inversor, al comprar dicho título financiero, le prestará hoy $100 a ese gobierno, y a su vez recibirá $1/mes, más $100 + $1 que recibirá en el décimo mes.

Cabe destacar que hay dos factores fundamentales en este mercado: la tasa de interés y el riesgo de crédito. Estas dos variables son directamente proporcionales, lo cual se traduce en que a mayor riesgo de default (lo cual no es atractivo para un inversor), mayor la tasa de interés ofrecida (lo cual es atractivo para el inversor). En nuestro ejemplo, si el gobierno no es muy creíble a la hora de pagar sus deudas, ofrecerá mayores tasas de interés (10%; 15%) para volverlo más atractivo al ojo de los inversores. Actualmente, las tasas de interés de Estados Unidos y Venezuela son 2.31% y 10.43%, respectivamente.

Existen agencias de rating que se ocupan de asignar rangos crediticios a diversos agentes económicos (Gobiernos y Empresas), de manera que los inversores tengan una referencia a la hora de evaluar la calidad del deudor y la probabilidad de que el capital “prestado” sea devuelto. Si el deudor falla a la hora de pagar los intereses de un préstamo o el préstamo total, este cae en default.

Fuente: Moody’s

La agencia Moody’s elabora una escala de ratings, que van de Aaa, con el menor riesgo de crédito hasta C, con el mayor riesgo de crédito. Un gobierno o empresa que se le asigne Aaa implica que sus probabilidades de default son mínimas y las de recuperar tu inversión son máximas. Luego de un anuncio de Nicolás Maduro, dónde precisó la restructuración y refinanciación de la deuda externa, saltaron las alarmas en el mundo financiero, especialmente cuando viene de un gobierno cuyos anuncios tienden a exagerar los logros de la “Revolución” y pasan por alto los fracasos de la misma. Las alarmas fueron tales que el 6 de Noviembre Moddy’s a ha revisado hacia la baja el rango de la estatal PDVSA, de un Caa3 a un Ca. Para mayor entendimiento, conviene destacar que entre las categorías Aa y Caa, se encuentran más subcategorías enumeradas del 1, el mayor valor dentro de esa categoría, hasta el 3, el menor valor. La categoría Ca explica que “las obligaciones son altamente especulativas y es probable que estén en, o muy cerca de, default, con alguna posibilidad de recuperar el capital y los intereses”. Es decir, la capacidad de PDVSA de honorar sus obligaciones de deuda, si bien era muy baja, ahora es crítica.

Bajo este contexto, es de suma importancia el rol que juega PDVSA en la economía Venezolana -una economía que sólo exporta petróleo e importa prácticamente todo- debido a dos razones: (1) De cada $100 que entran al país, $96 derivan de exportación de petróleo; (2) PDVSA es el principal financiador de obras sociales a lo largo y ancho del país. Si PDVSA tiene problemas de flujo de caja, el país entero los sufrirá, especialmente la clase pobre, la clase que el Socialismo del siglo XXI ha jurado proteger. La producción de la estatal ha disminuido estrepitosamente, significando que menos dinero entra a la economía nacional para importar productos de consumo, menor es la capacidad de financiar las obras sociales e inversiones dentro del país, y menor también las probabilidades de pagar deudas a los tenedores de bonos. La situación de la empresa es tal que en marzo, el economista Steve Hanke escribió un artículo para la revista Forbes, titulado “PDVSA de Venezuela: la peor petrolera del mundo” Adicionalmente, las sanciones impuestas por la administración Trump, que prohíben a inversores americanos la compra de bonos venezolanos, hacen más difícil que el gobierno venezolano adquiera financiación. Y si, además, sumamos que los mercados extranjeros tienen en cuenta todas las variables arriba mencionadas, y más, sus expectativas para recuperar una posible inversión en instrumentos financieros venezolanos básicamente se desploman, obligándolos a acudir a otros mercados.

En el siglo XXI, cabe destacar 3 grandes casos de países que han entrado en default. Argentina (2001), con una deuda externa de $93 mil millones, no logró pagar $82 mil millones, lo cual llevó a una caída del PIB de un 10.9% y a tener problemas de acceso al mercado financiero desde ese momento; Islandia (2008) hizo default con una suma similar luego de que 3 de sus bancos más importantes se declararan en bancarrota sin obtener un rescate gubernamental; y por último, Grecia (2012), con una deuda de $350 mil millones, fue el primer país desarrollado en no estar en grado de pagar un préstamo otorgado por el FMI. Actualmente, la deuda de Venezuela es importante, con un monto de $140 mil millones, de los cuales $63 mil millones son en deudas comerciales, 52 en bonos, 17 son deudas contraídas con China, 5 en préstamos por parte de instituciones internacionales y 3 son deudas con Rusia.

Hay opiniones contrarias sobre si un default trae más costos que beneficios, pero lo que sí es cierto es que los costos son muy elevados. Como con cualquier préstamo, el deudor debe ofrecer algún colateral como garantía en caso de no honorar la deuda contraída. Por ejemplo, Citgo, la refinería estadounidense de propiedad venezolana, estaría en juego. En ámbito económico, un default restringiría el acceso a divisas extranjeras, empujando la tasa de cambio al alza, depreciando el Bolívar, disminuyendo las importaciones, aumentando la escasez, la inflación, entre otros. El gobierno deberá recortar gastos, aumentando el desempleo y los impuestos, y disminuyendo su capacidad de participación en obras sociales. Todo esto tendrá un impacto negativo sobre el PIB.

Para concluir, sin lugar a dudas, un default representa un costo económico y social fuerte para un país. Sin embargo, con buen asesoramiento, con políticas correctas, los correctivos necesarios, y ayuda extranjera se puede hacer frente a una crisis de tal magnitud y a sus secuelas. Para eso es necesario poner a un lado las estrategias netamente políticas y enfocarse más en estrategias netamente económicas.