Debido a dos razones económicas fundamentales:

Primero, la inyección permanente y descontrolada de “dinero inorgánico” dentro del sistema económico (dinero sin respaldo de Producto Interno Bruto real, PIB). Segundo, la gran mayoría de las empresas públicas y privadas han experimentado un trágico revés en los últimos cinco años y ya el país no dispone de toda la diversidad de bienes y servicios que solíamos consumir para satisfacer nuestras necesidades.

Así, entre los meses de septiembre y octubre/2017, Venezuela estuvo por vez primera cerca del umbral del 50% de inflación mensual promedio durante tres meses seguidos, condición que permite identificar un estado de hiperinflación.

¿Qué generó la hiperinflación?

El gobierno ha buscado cubrir su gasto público, compuesto fundamentalmente por los sueldos y salarios de empleados públicos ineficientes y gran cantidad de programas de asistencia social (todos inefectivos), sin considerar la inversión real en infraestructura física y de servicios para la producción, dedicándose a crear especies en efectivo (billetes y monedas), dinero inorgánico sin respaldo de PIB real (producción de bienes y servicios) y colocando toda esta masa monetaria en manos del público, desde el pueblo más pobre hasta el más adinerado. Toda esta gente, cegada por un cúmulo de necesidades reprimidas y la posibilidad de satisfacerlas, cae con una facilidad engañosa en el fenómeno de la “ilusión monetaria”, viviendo por pocos días una sensación aparente de recuperación de su poder de compra, emoción que se desvanece en 4 o 5 días debido a la presión al alza de los precios cuando todos los consumidores corren a adquirir los pocos bienes y servicios que están disponibles de manera dispersa y rezagada en el sistema económico, lo cual también es resultado de la contracción en la oferta de bienes, propia de una crisis creada durante años por el gobierno revolucionario en el sector empresarial.

En noviembre, la firma Econométrica junto a la Oficina de Investigación Parlamentaria de la Asamblea Nacional, calcularon la inflación en 50,6% (cifra similar y ligeramente superior a la registrada durante los dos meses anteriores), usando la metodología Índice de Laspeyres del Banco Central de Venezuela, organismo gubernamental que dejó de publicar cifras oficiales de inflación y otros indicadores, desde 2015.

Por su parte la base monetaria, billetes y monedas nominales disponibles en cuentas bancarias, no necesariamente en especies, ha tenido un crecimiento interanual de más del 1500%, descubriendo el elevado déficit fiscal del Estado; y la inyección de todo ese dinero al sistema económico para “compensar el déficit» se ha realizado sin una adecuada contraprestación laboral por el esfuerzo al trabajo productivo, sin recaudación de impuestos progresivos ni argumentos que justifiquen el crecimiento de dicha base monetaria, otorgando más dinero a casi la misma cantidad de personas, mientras datos de Fedecámaras revelan que nuestra economía ha visto cerrar en los últimos años más de la mitad de las 12.000 empresas que mantenía afiliadas, lo cual ha contribuido con un crecimiento del empleo informal. Por otra parte, al observar y medir la oferta per-cápita de bienes, que considera lo poco producido en el país junto con lo importado, es posible concluir que los venezolanos hoy contamos con sólo la mitad de los productos disponibles hace 4 o 5 años, lo cual también suma puntos a la hiperinflación.

Así, el desequilibrio entre el exceso de dinero disponible, billetes y monedas en manos del público que incluyen lo disponible en las cuentas bancarias por insuficiencia de efectivo y la escasez cada vez más absoluta de bienes y servicios en el mercado, provocan la caída del poder adquisitivo del bolívar, de manera que los consumidores, al observar el comportamiento de la inflación en el pasado y compararla con el presente, prevén hacia el futuro una inflación mayor y se apresuran a comprar “lo que se pueda” y cambiando el dinero extra por comida y luego por bienes y/o mercancías con valor comercial transable, incluyendo moneda dura (divisas), acelerando la rotación y circulación de la masa monetaria de bolívares a velocidades cada vez más altas en un proceso que empuja la inflación al alza de manera desproporcionada y la convierte en hiperinflación al sobrepasar el umbral del 50% mensual durante tres meses seguidos.

Bajo estas circunstancias, los consumidores «sin querer-queriendo» contribuyen al crecimiento descontrolado de los precios mientras el gobierno ha anunciado cada 2 meses, en promedio, medidas monetarias de aumento salarial que colocan más dinero en manos de la gente y alimentan el círculo vicioso de inflación de precios por presión de demanda. Entonces, para compensar la permanente explosión de precios, el gobierno en lugar de revertir la medida monetarista de lanzar dinero inorgánico al público, disminuir la presión de controles (con torniquetes que no controlan nada), flexibilizar la tasa de cambio oficial para disminuir la presión alcista de la divisa paralela y abrir posibilidades de sana competencia en los sectores económicos primario, secundario y terciario; se dedicó a decretar, desde 1999, más de 40 aumentos de sueldo mínimo.

Este sexto y último aumento del 2017, supone un incremento del 40% del sueldo mínimo, sumado a una ampliación del bono de alimentación (de 31 unidades tributarias a 61), contribuirá a generar más inflación con la consecuente pérdida del poder adquisitivo.

Salario mínimo vs. inflación

El primero sube por las escaleras y el otro apenas va en ascensor.

Un cálculo de números índices básicos permite estimar que, durante los 7 aumentos de sueldo del 2017, el salario mínimo integral (salario básico + bono alimentación de enero a diciembre) subió en un 664%, mientras las estimaciones de inflación de Econométrica y la Oficina de Investigación Parlamentaria de la AN, registran un aumento acumulado que ronda el 2.900%. Así, los incrementos del salario mínimo integral por decreto se hayan rezagados de la realidad inflacionaria en hasta un 2.236%.