La Necesidad de Intervención del Derecho

¿Qué es el Fast Fashion?

La expresión Fast Fashion es utilizada para hacer referencia al lanzamiento de colecciones de ropa inspiradas en las últimas tendencias, de forma rápida, masiva y a un low cost, siendo accesibles a todo público. Es, por excelencia, la antítesis del Slow Fashion, que promueve la producción de colecciones de ropa clásica, “atemporales”, de buena calidad, promocionando una cultura de consumo inteligente y no emocional, y que responda a una cadena productiva responsable.

El problema

Si bien pudiese decirse que el Fast Fashion presenta algunas ventajas, también reproduce evidentes y graves problemas. Y,  claro, no son pocos sus detractores; hay innumerables denuncias y documentales sobre sus consecuencias desfavorables. Dicho lo cual, nos limitaremos a realizar una breve  y sencilla referencia de algunos de ellos, debiendo acotar que lo que aquí se expone es a título enunciativo.

El medio ambiente

La industria de la moda es una de las tres industrias más contaminantes del mundo. Millones de desechos textiles, no biodegradables, impactan de manera negativa en el medio ambiente año tras año. Por otro lado, el proceso de producción de estas rápidas y feroces colecciones generan verdaderas consecuencias desfavorables, tales como la contaminación del agua, tierra y aire.

Acá es evidente el dicho “Lo que fácil viene, fácil se va”; si bien el Fast Fashion permite la adquisición de piezas de forma rápida y a un bajo precio, por lo general, la ropa no suele tener la mejor calidad. Además, debido a su corta duración como colecciones de “última tendencia” y a su muy bajo precio, hace nacer en el consumidor el deseo de comprar de forma automática y emocional. Con todo esto, comienza la tragedia: surge el círculo vicioso de comprar, poco usar y botar. De allí que el Fast Fashion suele asociarse con la expresión «moda desechable».

Leer: El Cambio Climático y La Economía Global

El consumidor

El Fast Fashion genera patrones de consumo; se caracteriza por promover un consumo masivo e impulsivo. Estas colecciones de ropa cambian varias veces durante un mismo año, a una velocidad impresionante, generando que los compradores en vez de usar la ropa, la consuman; pues, si han adquirido una prenda a un bajo precio y, además, ésta ha “pasado de moda” ya que ha llegado la nueva colección, poco importara acumularla o botarla después de darle poco uso (o no usarla).

Sostienen los detractores del Fast Fashion que, de una forma u otra, esto impacta de forma negativa en el bolsillo del consumidor. Es un sistema que, si bien los hace sentir “ricos” porque pueden comprar una multiplicidad de piezas a la vez, en verdad los empobrece. Y es que parece ser un modelo insostenible, ya que se introducen nuevas colecciones cada dos semanas.

Por otro lado, se ha denunciado que no todas las empresas ofrecen información honesta a sus clientes sobre la producción de la ropa y el impacto que generan, vulnerando los derechos de los mismos.

Los trabajadores

Lo que ocurre en esta industria es que mientras los costos de producción aumentan, existe deflación de los productos. Ello es una clara consecuencia de la feroz subcontratación para la producción de la ropa. Sólo el 3% de la ropa americana se hace en Los Estados Unidos; el otro 97% se subcontrata en países en desarrollo alrededor del mundo, donde los salarios suelen ser muy bajos. Sin embargo, estas personas no tienen opción y, obligados por la necesidad, aceptan condiciones inhumanas para realizar dichos trabajos y por una remuneración indigna. De tal suerte que los trabajadores textiles deben soportar el gran costo de la ropa barata. Y si todo esto lo vemos desde una perspectiva de género, sin duda, mujeres y niñas son las  más afectadas. Así, por ejemplo, según la Bangladesh Manufacturers Association, se  estima que la industria textil emplea a unos cuatro millones de trabajadores, de los cuales son mujeres alrededor del 80%, que llegan a trabajar hasta 60 horas semanales, con un salario extremadamente bajo, con horas extras no remuneradas, perteneciendo a sindicatos con poder muy limitado y experimentando violencia de todo tipo en sus centros de trabajo.

Son muchos los trabajadores de la industria textil que mueren cada año, siendo algunas de las causas accidentes laborales y suicidio.

Leer: El lado oculto de los tigres asiáticos

Necesidad de Regulación 

Visto así, el modelo planteado no parece ser ético ni sostenible. Además, hablamos también de derechos humanos. En ese sentido, es imperativo contar con legislaciones que protejan, como mínimo, a los trabajadores y al medio ambiente, y que estimulen la educación y responsabilidad de los consumidores; es necesario contar con la intervención del Derecho para procurar una industria más responsable, donde las marcas y empresas controlen las condiciones de trabajo y medioambientales de sus cadenas productivas.

Es preciso la elaboración de leyes medioambientales y su correcta aplicación. Cómo mínimo, resulta importante que se establezcan prohibiciones para el uso de determinados químicos y se marquen límites para el uso de otros. Las leyes deben estimular el diseño de planes sostenibles, así como establecer sanciones pertinentes. Adicionalmente, sería oportuno que establezcan que las empresas procuren educar y sensibilizar a sus trabajadores para la utilización ética y sostenible de los recursos.

Deben generarse normativas dirigidas a las empresas para que estimulen la creación de valor para el consumidor, así como el desarrollo de programas y campañas para su educación en relación con un consumo más responsable. Además, es obligatorio que las empresas informen al consumidor sobre los procesos de fabricación y su impacto, permitiéndoles a éstos tomar decisiones más responsables y menos emocionales a la hora de comprar; es un derecho fundamental del consumidor el de estar informado. Ello sugiere, además, el establecimiento de sanciones para aquellas empresas que no den cumplimiento a esta normativa y, por otro lado,  el establecimiento de recompensas a aquellas que procuren diseñar programas informativos y educativos.

Asimismo, es imperativo establecer inquebrantables normas respecto a las condiciones de trabajo, tales como lo relativo a los horarios de trabajo e higiene de los centros a los que asisten los trabajadores, y salarios mínimos; deben establecerse parámetros de salud y seguridad. Además, se requieren de reglas que promuevan y protejan efectivamente la libertad de asociación de los trabajadores de la industria textil y la posibilidad real de negociación entre trabajadores y patronos; igualmente, son necesarias las prohibiciones, y sanciones por su transgresión, respecto al trabajo forzoso y la explotación infantil. Y sin duda alguna, será esencial que las leyes y normas laborales se elaboren bajo perspectiva de género.

Es oportuno mencionar que, si bien la intervención del Derecho es fundamental para poder armonizar esta hecatombe, es indispensable que la ley no quede en letra muerta, debiéndose aplicar correctamente estas normas, sin excepción, así como diseñar políticas públicas y programas pertinentes a los objetivos que se planteen.

Es evidente que todo lo expuesto en esta líneas resulta verdaderamente sencillo y escaso ante un problema enorme; dicha problemática merece un análisis extenso y minucioso de sus causas, su desarrollo y sus infinitas y diversas consecuencias, que hagan justicia a tal fenómeno. Es un mundo, sin duda alguna, con mucha tela para cortar. Por lo pronto, es necesario que tomemos conciencia y empecemos a indagar si de verdad realizamos compras responsables e inteligentes; debemos preguntarnos, al menos, de qué realmente está hecha nuestra ropa, cuál es el impacto medioambiental que genera, quiénes la hacen y en qué condiciones, para entonces poder plantearnos metas y soluciones reales.