Venezuela está en depresión económica, así lo demuestra los resultados del Producto Interno Bruto (PIB). Según la data oficial publicada hasta 2015 más la reportada por el gobierno en 2016 a la comisión de bolsa y valores de Estados Unidos (SEC, por sus siglas en ingles), el PIB presenta una caída acumulada del 29,2%. Para el 2017, la comisión de finanzas de la AN señalo que según sus datos la caída fue del 13,2%. Es decir, que desde que Nicolás Maduro asumió la presidencia la economía del país es hoy casi la mitad de lo que era en 2013.

Sin embargo, mi intención con este artículo no es hablar de las cifras del PIB, pues a través de este portal se ha realizado diversos análisis muy pertinentes sobre los resultados económicos del gobierno de Maduro. Igualmente existen estudios bastantes avanzados como el realizado por los economistas Miguel Ángel Santos y Douglas Barrios, quienes exponen la tragedia en la que estamos, sus implicaciones y el tiempo estimado para nuestra recuperación.

En lo particular me quiero referir al reflejo más tangible y directo con el que un ciudadano puede ilustrar esta debacle, que son las colas (o filas de personas). Desde mediados del 2013 los Venezolanos nos hemos acostumbrados a hacer y visualizar colas para absolutamente todo; Colas para hacer mercado y acceder a los productos, colas para abastecer de gasolina a los vehículos, colas para comprar pan, colas para adquirir un medicamento, colas para acceder a un poco de efectivo, colas para obtener un documento o trámite legal, colas para poder abordar el transporte público, en fin colas para prácticamente todo. Las colas han sido un factor tan perturbador desde punto de vista social, que incluso es común leer noticias de personas que han fallecido en una cola. El tema ha sido objeto de bandera política, para los factores del gobierno que iniciaron con el “plan eficiencia mata colas”, donde pretendían señalar que el problema era producto al sabotaje de los comercios, quienes no tenían suficientes cajeros en las cajas registradoras para atender a la población; así como  para la oposición quienes en el marco de las elecciones parlamentarias 2015, tomaron la situación para invitar a los venezolanos a votar y hacer la última cola.

¿Por qué tenemos colas?

Tenemos colas porque hay desabastecimiento y escasez, es decir cada vez hay menos productos y servicios disponibles, o sencillamente no hay el producto en los anaqueles de los comercios. Aun cuando otra vez el gobierno quiera dar entender lo contrario. Hace pocas semanas un Ministro del alto gobierno, indicó que el problema es porque hay una creciente demanda y por tanto, consumimos más; este mismo funcionario fue quien dijo en junio 2013 que “El problema era muy coyuntural y que se resolvería en semanas”. Como sabemos el problema no se resolvió en “semanas” ni tampoco es ocasionado por la alta demanda, pues según las mismas cifras oficiales, el consumo privado entre 2013 y 2016 se desplomó en 29,3%. Esto es, que las familias quienes son unos de los agentes que lo componen esta variable, tienen menos poder adquisitivo (producto de la hiperinflación) y por tanto pueden consumir menos bienes y servicios.

Hay desabastecimiento y escasez, porque el aparato productivo del país está en deprimido y destruido, ello producto a años de controles de precios y de cambio, expropiaciones y confiscaciones, además de una ley laboral que limita y restringe las estrategias de producción.

Las colas son entonces el reflejo de los resultados económicos del “Socialismo del siglo XXI”, son la evidencia de la pérdida de la productividad de nuestro país. Si somos detallistas, podemos observar que las colas se realizan en su mayoría en horarios laborales, y la constituyen personas que están aptas y dispuestas para trabajar, lo que se llama Población Económicamente Activa. Entonces una persona que dure 8 horas en una cola sencillamente no es productiva, un trabajador que tenga que pasar en promedio 2 horas diarias para llegar a su lugar de trabajo no puede ser productivo, una persona que no pueda acceder a una adecuada alimentación o acceder con prontitud a un tratamiento médico no puede ser productiva. Eso sin contar el “empleo indirecto de las colas”, pues hay personas quienes se quedan desde la noche anterior para poder vender el puesto, y desde luego las personas que hoy en día revenden de todo lo que adquieren, los mal llamados “bachaqueros”, estas personas no son productivas.

Llama la atención entonces que ante esta realidad, la cifra de desempleo reportada por el gobierno para el año 2017 es del 6%, es decir, casi que se alcanza lo que en teoría económica se define como “Pleno Empleo”. Dada a la desconfianza hacia las pocas y desactualizadas cifras oficiales, hay que escudriñar la calidad del empleo. Según la Encuesta de Condiciones de Vida (ENCOVI), arrojó que para el año 2017, la tasa de desempleo se ubicó en 9%, pero si a esas cifras se le agrega lo correspondiente al subempleo, que se refiere a las personas que ganan menos del sueldo mínimo o trabajan menos de 15 horas semanales, el desequilibrio del mercado laboral se ubica en 15,3%, adicionalmente el estudio indica que el 47% es la tasa desocupación general, es decir todas las personas que no están empleadas pero  tienen disposición y edad para trabajar.

Otro aspecto a destacar de ese estudio, es la distribución de esos empleos. El sector público abarca el 32,6%, cuando la media de los países de américa latina esta en 18% y todos sabemos la pésima calidad de todos los entes y servicios públicos, es común ver oficinas gubernamentales con excesos de empleados haciendo absolutamente nada. También destacan las personas que indicaron trabajar por cuenta propia, quienes constituyeron el 37,5% de la muestra. En tanto el sector privado que es en su mayoría el empleo más productivo se desmorona a un 22,6%.

Asimismo, la composición del empleo según actividad económica muestra un sesgo importante hacia el sector terciario (servicio y comercio), en detrimento de los sectores primario y secundario, por lo que sin duda el empleo productivo y generador de nuevos bienes esta mermado, esto es sin duda es ocasionado por la caída de la inversión, que desde el 2012 hasta la fecha se desplomó en 63%, algo sumamente grave pues implica la no reposición y actualización de maquinarias  y equipos necesarios para la producción.

¿Cómo acabar con las colas?

Es un reto importante que tenemos los Venezolanos, se debe recuperar la productividad y para ello se requerirá realizar y aplicar un plan de ajuste y estabilización de la economía, buscar financiamiento de los organismos multilaterales, generar confianza en las instituciones que permita incrementar la inversión extranjera y nacional privada, haciendo una redistribución de empleo improductivo del sector público y sector informal hacia el sector privado con fuerte impulso en el sector no petrolero, específicamente el industrial manufacturero, agrícola y minero. Para ello será necesario la formación, capacitación y reentrenamiento de nuestra fuerza laboral, se debe actualizar los pensum de estudios de la educación secundaria y universitaria, orientándolos en las materias donde Venezuela tiene mayor potencial de crecimiento, también es importante que seamos capaces de generar atractivos financieros y sociales, que inciten el regreso de nuestros profesionales que han emigrado y a su vez captar una nueva migración especializada que nos permita avanzar en lo que no somos tan buenos y con ello generar valor agregado,  lo que se conoce como “Know how”. Todo ello es vital para nuestro futuro, y nos permitirá ampliar nuestras fronteras de producción, impulsar el crecimiento competitivo y permitir el desarrollo económico de la nación.