No era para nada fuera de lo común escuchar, en los primeros dos años de la presidencia de Nicolás Maduro, que la culpa era absolutamente de él. Frases como “si Chávez estuviera vivo, él no habría permitido que esto pasara” y comentarios similares se encontraban a flor de piel y siguen siendo vigentes hasta el sol de hoy.

Sin embargo, Maduro y la terrible crisis económica por la cual está pasando el país y que va a continuar pasando en los próximos tiempos, es consecuencia de una serie de políticas aplicadas por el presidente Chávez. Al mismo tiempo que me atrevo a decir, que hay políticas aplicadas en los períodos presidenciales per-socialismo del siglo XXI, que ha llevado al pueblo Venezolano a un desastre económico.

Si uno retrocede y empieza a conocer un poco sobre la historia económica del país, uno de los autores que mejor lo relata es el mismísimo Rómulo Betancourt, el cual explica en su libro “Venezuela: Economía y Petróleo”, las diversas medidas que fueron tomadas por los presidentes desde Cipriano Castro hasta Marcos Pérez Jiménez. En dicho libro, cabe resaltar las medidas implementadas en el período en el que fue presidente interino del país en el período 1945 al 1948. Es cierto que aplicó una serie de políticas para rescatar la industria agrícola y ganadera del país e intentar reactivar la economía. Sin embargo, hay una idea que sembró en los venezolanos que, por lo menos se puede considerar que es la idea más macabra y perversa que han podido proponer, y es la de vender el petróleo de Venezuela a precios por debajo del mercado internacional. Esto lo propone argumentando que, debido a que era producido en territorio nacional, no debía pagar gastos de transporte (es decir, no era un importado), debía salir más barato que comprarlo en un país importador de petróleo.

Otro aspecto que hizo mucho daño para la economía venezolana, fue aplicar el modelo de Industrialización por Sustitución de Importaciones, fomentada por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL). Esta política, llevada a cabo en el país desde el inicio del período constitucional de Rómulo Betancourt en 1959 hasta mediados de la década de 1970, consistía en fomentar la industrialización en el país de todos aquellos productos que el país importara. Es decir, el de pasar de importar los productos que consumían los venezolanos (o la mayoría de estos) y producirlos en el territorio nacional. Suena bastante a políticas que hoy en día son propuestas, no sólo por el oficialismo, sino también por los principales voceros de la oposición.

Seguramente se estarán preguntando qué tipo de daño generó este tipo de política. El problema fue que el gobierno, si bien es cierto empezó con este programa, también fomentó a la industria a producir dichos productos que provenían de las importaciones de una manera ineficiente y con poca competencia. Esto se debe a que se instauraron una serie de aranceles a los productos importados para que su venta dentro del país fuese más cara, beneficiando a los productores nacionales. Sin embargo, el tiro les salió por la culata, debido a que esto fomentó a que las industrias no desarrollaran maneras de producir los bienes que comercializaban de manera eficiente, por lo que al momento de la verdad, uno iba a comprar una nevera y tenía dos opciones: una nevera producida en Venezuela y otra importada; al momento de comparar calidad, la importada era superior porque tenía una tecnología más avanzada que la nacional. Pero el mayor peso se lo lleva el factor del precio: ambas neveras salían a precios similares (o la diferencia era muy pequeña), por consiguiente, si bien es cierto de que se crearon una serie de industrias que antes no existían, nunca estuvieron presente los incentivos necesarios para que esta produjera de manera eficiente y poder competir a niveles de mercado.

Otro problema de esta política, fue el otorgamiento de subsidios por parte del gobierno para que las industrias tuvieran un margen de ganancia superior. Craso error. Al otorgarle un subsidio a una industria lo que se está fomentando, en primer lugar, es un desequilibrio en el Mercado. La razón de esto se debe a que el gobierno está fomentando a que las industrias tengan un mayor margen de ganancia del que realmente les corresponde de las ventas de los productos que han fabricado. En segundo lugar se está deteriorando el mercado, debido a que estás permitiendo que industrias que, sin ese subsidio, no pueden seguir operando debido a que no tienen la calidad del producto ni las ventas necesarias para seguir en ella continúen subsistiendo. Por último, se están generando estímulos para que, en caso de que una industria llegue a quebrar, simplemente se reintroduzcan nuevamente con otro rubro del cual goce del proteccionismo del estado por medio de subsidios.

Otro aspecto a resaltar, es la negativa del pueblo venezolano a asumir los costos económicos de malas administraciones, es decir, los costos de arreglar la situación económica luego de haber permitido gobiernos enfrascados de realizar políticas fiscales expansivas deficitarias. La evidencia más palpable fue la aplicación del plan de austeridad económica a principios de la segunda presidencia de Carlos Andrés Pérez en 1989, el cual conllevó al Caracazo en los últimos días del mes de febrero. Este hecho de la historia venezolana se debió como resultado a las medidas propuestas por parte de su gabinete económico, como parte de los requisitos que el FMI establecía para poder otorgarle financiamiento al país, los cuales van desde la liberación de las tasas de intereses bancarias, reformulación del sistema cambiario del país, liberación de los controles de precios, incremento en los precios de los servicios públicos, eliminación de aranceles, entre otros.

Utilizando como analogía para esto de la película de Christopher Nolan (Inception, 2010), ya la idea había sido planteada en el subconsciente del pueblo venezolano, y este, sin tener conocimiento de cómo llego a suceder esto, la adoptó como suya. El gobierno debe garantizarle ayuda pase lo que pase en el ámbito industrial, debe ayudar a la industria a competir contra el mercado, debe garantizarle precios de gasolina baratos, debe generar bienes públicos y mejorar la calidad de vida pero que ni se le ocurra hacer políticas contractivas para pagar por dichos bienes y volver a encaminar a la economía. Y Hasta los momentos no hemos hablado del difunto presidente Chávez y menos aún del bigotudo.

Con Chávez y Maduro puede ser incluso un análisis más resumido, debido a que conocemos y vivimos la mayoría de dichas políticas. Las medidas de expropiación de empresas y campos productivos, la mala administración de dichas empresas expropiadas y de las empresas gubernamentales, la incursión de PDVSA en ámbitos que no le corresponden (como la comercialización de alimentos), el financiamiento del déficit público por parte del Banco Central de Venezuela, la malversación de los fondos en todos y cada uno de los proyectos planteados por el ejecutivo, la corrupción, la falta de mantenimiento en las industrias bajo el tuteado del ejecutivo, el mantener un control cambiario que no ha hecho más que fomentar la corrupción y la ilusión monetaria en los venezolanos, en fin, una cantidad de medidas que, en clases de macroeconomía y microeconomía 1 explican que son totalmente perjudiciales para la economía del país.

Ahora, como se ha podido enumerar e intentar resumir en estas palabras, la situación de debacle económica que hoy en día vivimos todos los venezolanos no es sólo culpa de quien hoy en día precede la presidencia. Es consecuencia de una serie de políticas que han ido dañando el pensamiento venezolano y la manera en que debe de llevarse el ámbito económico del país. Por ello, para poder arreglar este problema colosal, existe la necesidad de aplicar políticas correctivas severas, como lo son la reestructuración de la deuda con los acreedores internacionales, acudir al FMI y solicitar financiamiento para poder satisfacer las necesidades que, precisamente aquejan los venezolanos hoy en día (comida, medicamentos, materia prima, enceres). También, pasa por la reestructuración de la junta al mando del Banco Central de Venezuela, para que se planteen objetivos macroeconómicos claros, pasa por cambiar el sistema cambiario, pasa por la modificación de las actuales leyes del trabajo, en fin, una serie de políticas que no son para nada populares, pero que deben de realizarse para poder cambiar el rumbo de la economía y del país.