Jair Bolsonaro es todavía una gran incertidumbre. En un personaje que ha tenido una trayectoria pendular y controversial, se han puesto muchas expectativas, tanto positivas como negativas. En estos casos, solo el tiempo aclara las dudas. Mientras unos tienen legítimas preocupaciones sobre el gobierno de Bolsonaro por sus declaraciones de corte misógino, homofóbico y autoritario, otros han depositado en él una suerte de fe ciega solo por el discurso nacionalista e incendiario anti-«izquierda» y la sabia elección de Paulo Guedes como su asesor en materia económica. La mayoría de los votantes de Bolsonaro tuvo tres argumentos básicos para votar por él: la seguridad, su rechazo al Partido de los Trabajadores, y su plan económico. Sobre este último, es que ha existido la mayor incertidumbre.

La candidatura de Bolsonaro debe ser entendida en los términos del marketing político:
Bolsonaro pudo adaptar exitosamente el “America First” de Donald Trump a la problemática actual del Brasil. La campaña de Bolsonaro tuvo mucho en común con la de Trump y se enmarca en la reciente ola anti-izquierdista que está en auge a nivel regional.

Bolsonaro como candidato pudo aprovechar muy bien su imagen de outsider, muy ventajosa en los tiempos de crisis de un sistema político nacional. Al igual que a Donald Trump, el straight talk le dio excelentes resultados. La base de la propaganda política de Bolsonaro básicamente consistió en capitalizar el descontento hacia la izquierda y todo aquello que simbólicamente se relacionara con ella.

A lo largo de su trayectoria, se ha visto cierta ambivalencia en la posición de Bolsonaro. Aunque en campaña Bolsonaro se presentó a sí mismo como un outsider que iba en contra del establishment en Brasil, su historial en el Congreso durante más de 20 años demuestra que no simpatiza mucho con el libre mercado. Durante su carrera en el sector militar, tuvo coqueteos con los dos principales partidos comunistas de Brasil.

El problema de esta ambigüedad es que se extiende a varios ámbitos, desde el político-ideológico hasta el económico. Según José Augusto de Castro, presidente de la Asociación de Comercio Exterior de Brasil, las reuniones con Bolsonaro fueron informales; casi coloquiales. A la hora de reunirse con los empresarios, el posible gabinete de Bolsonaro no se posicionaba ni a favor ni en contra en muchos puntos clave.

En su paso por el congreso, Bolsonaro se opuso a la privatización de la industria de las </strongtelecomunicaciones, al fin monopolio estatal en el sector petrolero y a todos los esfuerzos de reforma del sistema de jubilaciones en Brasil. De hecho, en el mes de enero del año 2018, Bolsonaro se posicionó en contra de la reforma integral al sistema de pensiones que propuso la administración de Michael Temer. Entre sus razones, Bolsonaro expuso que: “No puedo mandar a la pobreza a los futuros jubilados(…) debido a la demanda del mercado financiero”. En el mismo año, Bolsonaro se mostró reacio a la idea de la privatización de Eletrobas, propuesta durante la administración de Temer. Ahora, en su campaña presidencial, es que se ha visto un giro en Bolsonaro.

No hay garantía de una total correspondencia entre Jair Bolsonaro y Paulo Guedes. Mientras que el plan de Gobierno propuesto de Bolsonaro habla abiertamente de las privatizaciones, el candidato demostró, en varias oportunidades, su recelo sobre vender empresas estratégicas, como las de energía. Antes del triunfo definitivo de Bolsonaro en la segunda vuelta de Brasil, ya este tuvo sus diferencias con el economista liberal Paulo Guedes. En medio de la campaña, el ex-candidato Bolsonaro, ahora presidente de Brasil, declaró que únicamente permitiría la privatización de las actividades periféricas de Petrobas o de Eletrobas.

Asimismo, Bolsonaro manifestó que veía con precaución la participación de extranjeros en el sector energético, y en algunos casos, incluso la descartó. Aunque el sector productivo brasileño mostró una clara preferencia hacia Bolsonaro, este no compartió la misma euforia de los mercados financieros y especulativos.

Al igual que las otras áreas, la política exterior de Bolsonaro todavía se está perfilando y uno de los grandes dilemas es el tema BRICS. Nadie sabe con certeza qué pasara con el bloque. Por los momentos, analistas esperas un acercamiento de Brasil hacia los Estados Unidos de América; Israel; Japón; y los gobiernos más conservadores de América Latina: Colombia y Chile. En el caso de Cuba, Nicaragua y Venezuela, es posible que las relaciones diplomáticas no sean tan estrechas como antes. La causa palestina podría ser abandonada por Brasil. Hace días, Bolsonaro prometió mover la Embajada de Brasil en Tel Aviv hasta Jerusalén, siguiendo la misma línea de Donald Trump el año pasado. Recientemente, Jair Bolsonaro anunció que cerraría la oficina de representación palestina en Brasil.

En tiempos de elecciones, la prioridad de los candidatos es ganar los comicios electorales, a través de los diversos recursos propagandísticos de los cuales disponen. Más allá de las expectativas de cada quien, solo el tiempo permitirá una valoración objetiva de las políticas públicas implementadas por Bolsonaro. En las actuales circunstancias, es muy cuesta arriba hacer un pronóstico de este gobierno, por más que se espere cierta liberalización de los mercados en Brasil y algunas reformas que le den oxígeno a la economía.

En conclusión, la fuerte presencia de los militares en el gabinete de Bolsonaro, la compleja composición del Parlamento y la experiencia histórica han generado fuertes dudas en los economistas brasileños, quienes creen que el rango de maniobra de Bolsonaro podría ser limitado. Brasil se encuentra ante un hombre que no se ha destacado por sus firmes convicciones; todo lo contrario. Más que difícil, es ingenuo pensar que Bolsonaro cambiaría por completo sus creencias y convicciones solo porque Paulo Guedes es su principal asesor económico. En definitiva, los mercados tienen razones muy legítimas para sentir cierta incertidumbre ante el gobierno de Bolsonaro.

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