Los desequilibrios económicos que terminan por generar hiperinflación, entendida como el incremento sustancial, sostenido y acelerado del nivel general de precios siempre ha sido analizado a la luz de la teoría económica, sin embargo, es posible que existan otros elementos que inciden en este desequilibrio tan negativo para una sociedad.

En este sentido, la neuroeconomía que explica el proceso de toma de decisiones económicas más allá del componente matemático, incorpora en su análisis elementos emocionales que son determinantes en los resultados macroeconómicos. Esto se explica visto que detrás de esas decisiones están las personas que las ejecutan y sobre las cuales se sustenta la irracionalidad que en la mayoría de los casos caracteriza las crisis económicas y están también las personas que viven el proceso y que aparentemente no tienen acción directa sobre los resultados del mismo.

Es así como la hiperinflación, al ser un fenómeno producto de las ineficientes políticas económicas gubernamentales, genera en la ciudadanía una serie de comportamientos marcados por los denominados sesgos cognitivos, que de alguna u otra manera van a dirigir los resultados de esos fenómenos económicos. Al respecto, en términos generales se han estudiado mas de ciento veinte sesgos cognitivos, es decir, efectos que distorsionan el pensamiento llevando a las personas a tomar decisiones irracionales con impactos sociales y está comprobado que los mismos determinan el comportamiento económico individual y grupal.

Por ello, al ser la hiperinflación un proceso económico que tiene un vínculo irrompible con el dinero, puesto que el exceso de dinero en la economía, no respaldado por producción, genera esta distorsión, tiene también una conexión con el consumo, que tiende a centrarse fundamentalmente en la adquisición de alimentos, puesto que es lo único que garantiza la subsistencia. El resto de los gastos suelen pasar a un segundo plano en un proceso de priorización de necesidades frente a niveles de ingreso y la pérdida de poder adquisitivo.

Sin embargo, el consumo acelerado y hasta cierto punto desesperado que se genera en un periodo marcado por la hiperinflación, está marcado por una serie de sesgos cognitivos, entre los cuales se pueden mencionar:

Sesgo retrospectivo: como la hiperinflación no es un desequilibrio que ocurre de un día para otro, sino que se va generando progresivamente, las personas comienzan a sentir la pérdida de poder adquisitivo de manera gradual, por lo tanto este hecho cierto se considera va a seguir presentándose en el futuro. Por ello las familias y las empresas entran en el ciclo perverso de la inercia inflacionaria.

Sesgo de confirmación: cuando las sociedades pasan por un proceso de hiperinflación suelen documentarse acerca de otros países que hayan pasado por tal situación, indagando los detalles sobre la duración e intensidad del proceso hiperinflacionario y de esta manera confirmar su propia percepción de lo que acontece.

Aversión a la pérdida: este sesgo es uno de los más arraigados en todas las personas y es el que más se “siente” en una situación de hiperinflación. Es la tendencia a preferir evitar las pérdidas por la posibilidad de adquirir ganancias Esto hace que se compren mayores cantidades de un determinado alimento, pensando en que en el corto plazo, al aumentar de precio, se está evitando una pérdida mayor. La generalización que hay con este sesgo puede llevar a aumentar los niveles de desabastecimiento y escasez, porque todos quieren evitar perder.

Efecto Bandwagon: tiene que ver con el comportamiento gregario o de masas. Es la tendencia a hacer algo porque muchas personas lo hacen.  El efecto bandwagon se manifiesta durante una hiperinflación cuando las personas hacen filas enormes para comprar determinados productos, en una manera de seguir o imitar las acciones y pensamientos de los demás y así sentirnos protegidos por la “masa”.

Sesgo de información: este sesgo aplica perfectamente para la sociedad venezolana donde en los actuales momentos la existencia de un mercado paralelo de divisas producto del control cambiario, hace que las personas busquen información a toda hora, sobre el valor del tipo de cambio es ese mercado y se utilice para establecer los precios de bienes y servicios. Esto resulta incluso más inverosímil en sectores de la población que no tienen acceso a divisas. Puede crear la falsa impresión de que, por tener más información, el razonamiento o la conclusión para comprar o vender algo será más veraz.

Sesgo del poder corrupto: dado que la hiperinflación es la consecuencia de un inadecuado accionar en materia económica y que los responsables son las autoridades gubernamentales, se pone de manifiesto que hay una tendencia demostrada en la que los individuos con poder son fácilmente corrompibles, en especial cuando existe un clima de impunidad y preferencias partidistas. En el caso venezolano, los casos de corrupción si tienen incidencia en el proceso hiperinflacionario puesto que el dolo al erario público es monetizado por el Banco Central lo cual se traduce en precios altos, escasez y desempleo.

Sesgo de proyección: existe la creencia arraigada pero falsa en los vocero gubernamentales y sus adeptos, que los empresarios y comerciantes inflan de manera especulativa los precios de los bienes y servicios, con lo cual se les endilgan distintos calificativos que en el fondo no son más que tendencias inconscientes que se ven en los demás, pero que de alguna manera tiene quien critica.

Efecto de Von Restorff: este sesgo postula la tendencia de un individuo a situarse en un modo de queja continua, para que sea recordado más y mejor que el resto. Tristemente, en un proceso tan desgastante como la hiperinflación, la queja constante se ha convertido en un mantra para las personas que no vislumbran una solución en el corto plazo y genera un clima de desesperanza y desasosiego.

Sesgo de negatividad: para los seres humanos resulta mucho más atractivo ver el lado negativo de las cosas que lo positivo, lo cual, dentro de un episodio hiperinflacionario, siempre será noticia el nuevo incremento de precios, el cierre de alguna empresa o los altos niveles a los que va llegando el índice de precios. Esto se explica desde el punto de vista cultural puesto que se activa el cerebro reptil al generarse las sensaciones de sobrevivencia en un entorno adverso como un logro.

Efecto del lago Wobegon o efecto mejor que la media: este sesgo aplica completamente al gobierno que en primer término es el responsable de la hiperinflación. Sin embargo, los representantes tienden a describirse de forma halagadora, destacan aspectos positivos acerca de ellos mismos y se ven como únicos salvadores y predestinados, cuando la realidad es muy distinta y esto dificulta enormemente que se comiencen a aplicar soluciones a las causas del problema.

Hasta aquí este recorrido por algunos de los sesgos cognitivos presentes en un proceso hiperinflacionario. Son más, lógicamente he seleccionado los que mis propios atajos mentales me han indicado.

La idea es ver que el abordaje de la solución al problema hiperinflacionario también tiene un enfoque que va más allá de lo económico y existen muchas posibilidades de solución que parten de lo emocional porque la irracionalidad de las decisiones económicas es lo único cierto, sería ideal una justa combinación de medidas económicas ortodoxas con un enfoque basado en la neuroeconomía.