Mucho se ha especulado acerca de la incidencia que tienen las crisis económicas en los cambios políticos de los países. Este interesante debate se ha focalizado alrededor de la necesidad de que ciertas condiciones de fondo estén presentes y actúen sinérgicamente con el elemento económico para desencadenar cambios reales y concretos.

La hiperinflación es un mal de la economía que acontece bajo condiciones extremas tales como guerras, precarias gestiones políticas o transiciones a economías de libre mercado. Se trata pues de un caso extremo de devaluación monetaria que ocurre tan rápido y de manera descontrolada que los conceptos normales de valor y precio pierden sentido. Para el presente análisis, y habiendo evaluado los tiempos políticos y su alternabilidad, se ha hecho una revisión histórica alrededor de cada episodio de hiperinflación y cualquier cambio presidencial que se hubiese podido desatar en un lapso de hasta dos años contados a partir del pico de inflación.

El más prominente catedrático que se ha paseado por estos estudios y mediciones es Steve Hanke, Economista y Profesor de la Universidad Johns Hopkins en Baltimore. Hanke publicó en 2012 un trabajo de investigación denominado “Hiperinflaciones Mundiales”, en el cual estudiaron los 56 episodios de hiperinflación acaecidos en el mundo.

Se puede hacer distinción de tres condiciones de entorno y prácticas políticas y económicas alrededor de las cuales orbitan las experiencias hiperinflacionarias analizadas.

El primer hecho histórico que ha desencadenado procesos hiperinflacionarios son las guerras. Desde la primera y segunda guerra mundial, pasando por conflictos bélicos de menor escala, intensidad o duración, todas ellas han generado depauperación de las naciones. Los estados que han resultado perdedores han tenido que hacer frente a pagos que han sobrepasado su capacidad financiera y, reiterativamente, ha sido lugar común la emisión descontrolada de billetes sin una correlación con la producción de bienes y servicios, traducido esto como combustible para los procesos inflacionarios.

El segundo hito mundial fue la disolución de la URSS. La transición de un modelo estatista burocrático como el Soviético, a modelos de economías abiertas de libre mercado y competencia, generaron importantes picos hiperinflacionarios en gran parte de estas naciones que habían adquirido recientemente su independencia.

El tercer lugar común y detonante de procesos hiperinflacionarios ha sido la implementación de políticas inadecuadas y mediocres en los ámbitos económicos, fiscales, monetarios y cambiarios. Inmensos déficit fiscales producto de políticas populistas irresponsables, los cuales fueron financiados con dinero inorgánico emitido por bancos centrales sin autonomía en el diseño, planificación y ejecución de políticas monetarias; apreciación artificial de las monedas sujetas a controles cambiarios que han servido de incentivo perverso para los actores económicos, afectando duramente el aparato productivo nacional e incentivando la importación desmedida; controles de precio sin ningún tipo de racionalidad económica, que han suprimido cualquier incentivo para las industrias nacionales, generando esto escases y depauperación social; subsidios ruinosos; irrespeto por parte de los gobiernos al derecho de propiedad y las libertades económicas, lo que ha generado desconfianza y ha disparado los índices de riesgo país de las naciones que optaron por este tipo de políticas, históricamente fallidas pero reiterativamente aplicadas.

Bajo este último clima y condiciones de entorno, 8 de los 15 eventos hiperinflacionarios se tradujeron en cambios presidenciales en un lapso de hasta dos años posterior al pico de inflación, y aún más interesante es que de esos 8 eventos, 6 se suscitaron en Latino América.

En Perú en 1990, un largo paro de la industria minera, la división del partido de gobierno, renuncias de parte del gabinete ministerial, carencia de fuentes de financiamiento externo, acciones terroristas y un movimiento de protesta encabezado por una reserva moral e intelectual como lo fue Mario Vargas Llosa, actuaron en sinergia con la crisis económica para detonar el cambio de gobierno de Alan García a Alberto Fujimori.

En Nicaragua el Frente Sandinista de Liberación Nacional pierde las elecciones el 25 de febrero de 1990 para dar paso a Violeta Chamorro de la Unión Nacional Opositora. Ortega y su revolución habían perdido el pilar de la URSS. Recursos diversos de origen internacional habían hecho frente al gobierno izquierdista del FSLN. El coste atroz de la guerra demandaba la paz y había una presión cada vez mayor de los países vecinos.

En 1989, Raúl Alfonsín entrega la presidencia de Argentina al justicialista Carlos Menen. El ejecutivo saliente condujo un gobierno que se caracterizó por un frente militar que se oponía a los juicios por violaciones a los derechos humanos ocurridos durante el período dictatorial. Alfonsín tuvo que enfrentar el problema de la transición a la democracia en un país con una larga tradición de gobiernos militares que había llegado al terrorismo de estado y la guerra. Una vez más, la crisis económica fue un elemento determinante pero no suficiente para detonar la transición.

El 14 de julio de 1985, el abogado Víctor Paz Estenssoro gana las elecciones presidenciales en Bolivia, recibiendo el testigo de manos de Hernán Siles Zuazo cuyo gobierno desde un comienzo mostró debilidad como resultado de los desacuerdos entre los partidos que integraban la coalición. Sin apoyo congresal y con una oposición cada vez más fuerte y sobre todo por el abandono que hace del gobierno el Vicepresidente Paz Zamora y su partido (MIR), la Unidad Democrática y Popular llega a su fin.

El médico Salvador Allende es sorprendido el 11 de septiembre de 1973 por un golpe de estado gestado y ejecutado por las fuerzas armadas de Chile. La presión internacional tuvo un papel preponderante en grupos opositores a Allende, financiando y apoyando activamente la realización del golpe de Estado dirigido por Augusto Pinochet, Comandante del Ejército para el momento. La inmensa crisis económica que vivía Chile en 1973 era un elemento calificador para la transición, pero no hubiese sido determinante sin la acción militar y la intervención extranjera.

En conclusión, tal como múltiples estudios sugieren, los cambios de regímenes son más probables cuando eventos económicos detonantes acontecen en conjunción con ciertos factores estructurales que magnifican el efecto de estos eventos. Así pues, los problemas insolubles que conducen a quiebres políticos incluyen pero no se limitan a las crisis económicas que puedan darse. Elementos tales como la firme institucionalidad estatal, presencia de claros liderazgos políticos, marcada institucionalidad militar subordinada a los poderes civiles, acciones y presiones internacionales, fueron algunos de los elementos que hicieron resonancia con la crisis económica. El cambio político no aflora solo a partir del abono de las crisis económicas. Se requiere de articulación y direccionalidad estratégica para poder canalizar el descontento social y lograr una transición. Las polarizaciones políticas asociadas a las crisis económicas, servirán para afianzar a quien ostente una mejor organización política.