Sé que ese título suena un poco a lo que diría un viejo gruñón, sentado en el sofá de su casa mientras ve un partido de fútbol y la nostalgia le ataca. Pero desde pequeño, me he considerado siempre un gran fanático del juego bonito y ver cómo se deteriora todo lo que me interesa –poco a poco ante mis ojos– hace sacar a ese viejo conservador que está dentro de mí. Y es que, no hace falta ser un fanático del esférico y seguir las noticias en los diarios deportivos para saber acerca de las cifras exorbitantes de las transferencias de los jugadores. Para todos nosotros fue una noticia impactante el fichaje de Neymar por el Paris Saint Germain (PSG), sobre todo, por la cantidad de dinero involucrada –222 millones de euros, por si no lo viste en el telediario–, y es que con esa cifra, sin escatimar, se podría viajar a la luna, construir de nuevo la ciudad deportiva del Manchester City, o simplemente erradicar el hambre en uno o dos países africanos.

Y es que nos olvidamos de un par de cosas importantes. Lo primero, es que un jugador es tan mortal como nosotros, y por ende, sufre los mismos problemas que podemos sufrir tú y yo; inseguridades, problemas familiares, baja autoestima, problemas amorosos y toda la gama de las situaciones que nos quita el sueño por las noches. La segunda, es que el jugador, ya no es simplemente un futbolista, ahora se ha convertido en mitad jugador de fútbol y mitad valla publicitaria. El PSG decide pagar esa cifra no solamente por el valor futbolístico que puede brindar Neymar para intentar ganar la Champions League, sino que también sirve para vender las camisetas y productos que el PSG, al igual que una empresa cualquiera tiene que vender para ver sus ganancias. Por lo tanto, es necesario saber que los equipos por muy dignos que sean, cada día están más involucrados en los temas financieros y menos en lo futbolístico.

Y para darnos cuenta de eso, tan solo necesitamos saber la historia de antes, cuando los hijos les decían a sus padres, que habían sido fichados por un equipo de primera división de España, y estos se volvían locos tratando de desmotivarlos afirmando que no tendrían para comer y era mejor dedicarse a los estudios o al trabajo. A diferencia de hoy, en donde muchos de los padres se vuelven locos con la esperanza de que su hijo sea el próximo Cristiano Ronaldo o Messi, y meten al niño en el fútbol desde los tres años con la intención de que aprenda desde ya a darle los golpes al balón que sea necesario para ser de la plantilla de un equipo de primera división.

Esto se debe a que en los años 80 y 90 pudimos ver un incremento en el salario del fútbol –motivado por el interés del lucrativo negocio del mercadeo– que nos permitió ver la magia de los astros del universo futbolístico, que para la época eran jóvenes, tales como; Zidane, Beckham, Figo, Ronaldinho o Henry. El fútbol progresó gracias a ese incremento en los salarios, lo que permitió que las futuras estrellas se dedicaran exclusivamente a entrenar y olvidarse de las obligaciones financieras de los mortales comunes. Lo cual es excelente, pero sigue siendo el inicio del mayor problema que puede presentar un mercado durante su desarrollo, y es el comienzo de una brecha de desigualdad tan grande que dañe el mercado en sí. Para los grandes equipos con grandes cuentas en los bancos, no va a ser ningún problema que las estrellas cuesten doscientos o trescientos millones de euros, el problema va a estar, cuando la brecha entre el Real Madrid y el Getafe sea tan grande, que no va a importar ver ese partido, porque simplemente será imposible (más de lo que ya es) que el Getafe le plante cara al Real Madrid. Que se nos vaya olvidando el sueño de repetir la alegría que todos los fanáticos del juego bonito tuvimos, cuando vimos al Leicester de Ranieri levantar la Premier League. Les prometo que al fútbol al que nos dirigimos, las sorpresas no van a existir, al menos, que veamos una regulación dentro del mercado que logre impedir la existencia de equipos súper estelares que le quiten toda la emoción al juego.

La NBA siempre ha estado regulando la actividad económica de su propio mercado e incluso posee un límite salarial para tratar de reducir la inequidad que existe en el deporte. Incluso con la explosión de Golden State y la llegada de Kevin Durant, están tratando de crear leyes que impidan la existencia de súper equipos en la liga que fácilmente ganen todos los años el trofeo. Y es que a nadie le interesaría ver una película donde ya sabemos el final. En el deporte lo vemos cada dos domingos en la Fórmula 1, y es que las caídas continuas de las cifras de audiencias, confirman esta afirmación. Es totalmente aburrido (para muchos) saber que cuando el semáforo se ponga en verde, los primeros en cruzar la línea de meta sean siempre los mismos que han sido en las últimas ocho temporadas. Lo que siempre nos entretiene es no saber lo que va a pasar, la rutina es lo que nos aburre.

Lo que digo puede ser incierto, y el fútbol del mañana puede ser mejor que el de hoy (espero que sea así), pero hice un pequeño estudio económico en donde agrupe las 50 transferencias de cada uno de los últimos mercados, con la finalidad de ver el desarrollo del precio. Y como se puede ver en la gráfica, el crecimiento del precio de los jugadores en los últimos siete años ha sido tanto que puede alarmar, porque cuando existe un crecimiento tan exponencial dentro de un mercado, y ese crecimiento no está justificado, puede existir una burbuja dentro del mercado. Y no es por inflación del euro, el cual, desde 1999 (año de su creación) ha tenido una inflación de 36,23%, mientras que en el fútbol, el incremento ha sido de 161,16% (desde 1998). Pero lo más alarmante es el incremento que ha existido desde 2011, en tan solo 7 mercados de transferencias, la inflación ha sido de 85,96% o 12,28% cada año. Mientras que el euro en esos mismos 7 años solo ha variado en 3,51% o tan solo 0,50% cada año. Estamos hablando de una diferencia de 82,45% entre uno y otro.

Puede ser que estemos viendo una pequeña burbuja en el fútbol, parecida a la reducción del 2002 en el movimiento económico posterior al pico más alto registrado para su momentos en el 2001, con una caída del 38,80%. Claro, como dice el refrán popular, mientras más grande son, más duro caen. Así va a pasar con el fútbol próximamente. Por los momentos, les puedo asegurar que el mercado va a seguir creciendo progresivamente impulsado por el mercado externo de la publicidad. Aunque, tal vez no el próximo ni en cinco años, pero sin duda que el mercado del fútbol caerá.

Y el principal motivo de esto, es que cada vez nos acercamos más al espectáculo. Antes veíamos el fútbol, ahora el espectáculo del fútbol, mañana será simplemente un espectáculo. A partir de ese momento, la moda pasará de moda y el teatro apagará sus luces y de esta forma solo existirá dos posibilidades; el fútbol se quedará con tan solo sus verdaderos fanáticos, o todos nosotros pasaremos a un nuevo deporte que llamaremos el deporte rey.