Uno de los aspectos que destaca de la política exterior China es la no interferencia en los asuntos internos de cada país. El financiamiento Chino en Latinoamérica y en el mundo se ha direccionado bajo esta premisa y la preferencia por aquellos países con limitado estado derecho, con resultados que ha dejado importantes lecciones a este país.

De acuerdo a data financiera recopilada por The Dialogue, en 2017, Brasil y Argentina concentraron el 91% del financiamiento Chino en lo que pareciera ser un giro de timón a los destinos de su financiamiento e inversión en Latinoamérica.

Por primera vez en los últimos ocho años, China no cedió financiamientos a Venezuela, quien ha sido el receptor de fondos más importante de la región con 17 préstamos que suman 62.000 millones de dólares otorgados a partir de 2007.

Y es que el colapso de Venezuela ha sido catastrófico. El PIB Venezolano cayó de 350 millones de dólares en 2013 a 85 mil millones de dólares en 2018. La caída en la producción petrolera ha sido dramática: de los 2.8 millones de barriles diarios producidos en Diciembre de 2013 apenas se producen actualmente 1.1 millones en 2018 de acuerdo a cifras de Ecoanalítica, niveles de producción que trasladan al país a cifras de 1950. De esa producción ya de por sí limitada, el país tiene comprometido en las deudas de China, Rusia y en el mercado interno alrededor de 800 mil barriles diarios, lo que ha limitado la caja del estado venezolano a extremos insostenibles.

Ante esta nueva coyuntura, los nuevos gobiernos de derecha que siguieron a los líderes izquierdistas de Cristina Kirchner y Dilma Rousseff en Argentina y Brasil, fueron recibidos con beneplácito por los bancos de financiamiento chinos quienes han visto en estos países el entorno económico necesario para abrir una nueva página en sus actividades de financiamiento en la región.

Venezuela aunque sigue siendo el mayor receptor acumulado de financiamiento Chino en la Región, Brasil y Argentina con 42.000 y 18.000 millones de dólares en financiamientos respectivamente, concentraron en el 2017 el 92% de los préstamos otorgados valorados en 8.200 millones de dólares; seguidos de Perú, Jamaica y Guyana. Los préstamos otorgados por el Banco de Desarrollo de China y el Banco de Importaciones y Exportaciones de China en 2017 se han concentrado principalmente en el Sector Energía para la producción de crudo en Brasil valorado en 5 billones de dólares e Infraestructura en Argentina con el proyecto de modernización de ferrocarril de San Martín valorado en 2.4 billones de dólares.

Ante esta nueva coyuntura vale la pena analizar: ¿Está China llevando un proceso de ajuste en su política de financiamiento dada su experiencia reciente en Venezuela?

China apenas viene a jugar un papel preponderante en el financiamiento global a partir de la crisis financiera de 2008. La propia particularidad de su sistema político ha reforzado la necesidad de promover una política exterior de no interferencia en asuntos internos que garantice la cooperación económica sin condicionamientos de orden político, social o de gobernanza, y este pilar, bajo el principio de igualdad entre naciones se ha aplicado de forma recíproca. Esto por supuesto ha representado una oportunidad invaluable de oxigenación a regímenes con muy bajos niveles de gobernanza en Latinoamérica como Venezuela, Ecuador y Argentina (estos dos últimos bajo el mandato de Correa y los Kirchner en su momento respectivamente). China en su necesidad de expandir sus excedentes, ha encontrado demanda en estos países y además, ha facilitado la expansión de su influencia en Latinoamérica, la esfera natural de influencia de EEUU.

Sin embargo, la experiencia de Venezuela proyecta negativamente la estrategia y la política de financiamiento de China en la región, no solo por el riesgo sobre el retorno del más alto financiamiento otorgado en la región, sino además por la creciente reputación de los entes financieros chinos sobre la mala calidad de sus préstamos.

En 2017, China por primera vez cerró el financiamiento a Venezuela, lo que representó un paso en el reconocimiento de los riesgos de mantener un gobierno que insiste en alargar políticas económicas que han llevado a la industria petrolera al colapso y a una crisis humanitaria sin precedentes. Recientemente en 2018, China ha decidido conceder un crédito de 5.000 millones de dólares a Venezuela, sin embargo esta vez bajo desembolsos parciales y condicionados a la toma de medidas económicas que pudiera incluir el desmantelamiento del control cambiario y la facilitación de las operaciones para empresas foráneas.

David Dollar, analista para la agencia Brookings, afirma que el gobierno Chino no está interesado en financiar gobiernos con mala capacidad de gobernanza en perpetuidad y que a su vez,  uno de los retos de China será ver si este país logra colaborar con otras agencias multilaterales como el Fondo Monetario Internacional para buscar reformas consensuadas a la crisis en Venezuela.

La reciente experiencia de China como financista en Latinoamérica ha sido una gran fase de aprendizaje que ha promovido el debate interno sobre la conveniencia de financiar gobiernos con democracias débiles y de limitada gobernabilidad. En Venezuela, a China le toca arrear para minimizar el riesgo de sus inversiones, y de eso se trata el último desembolso otorgado. En el plano del continente, destaca un cambio de timón en el financiamiento hacia países con democracias más estables como Brasil, Argentina y Perú, lo que representa que en la práctica las democracias estables y con instituciones relativamente más fuertes son los aliados que China requiere en Latinoamérica, y esa es una transformación fundamental que se viene gestando en el rol de este país como uno de los principales inversores de la región.