El término “emprendimiento” en Venezuela era prácticamente nulo, inexistente o poco mencionado hace quince años atrás. En un país de “bonanza”, hablar de resiliencia, innovación, creatividad, iniciativas emprendedoras; podía compararse con lo irrisorio de imaginar que Venezuela alcanzaría a una inflación de más del 50% o una escasez superior al 80%. La idea de prosperidad asociada a altos precios de petróleo que subsidiaban gasolina, medicamentos, alimentos, vehículos, licores y otros “beneficios” sociales, hacían pensar como imposible que en algún momento el país experimentaría una de las peores crisis económicas de la historia contemporánea. Una crisis que se viene cocinando desde hace aproximadamente 50 años atrás, basada fundamentalmente en las decisiones populistas de quienes han administrado los recursos de la nación en las últimas 5 décadas.

Ahora, es un hecho que toda acción tiene una reacción, no somos ajenos a las leyes elementales, y en un punto álgido de nuestra forma de relacionarnos como sociedad, todos los males de “Gerentes” tomando malas decisiones, salieron a la luz dejando sobre la mesa gran parte de lo que hoy padece la sociedad en pleno.

Pero las crisis irónicamente generan aprendizajes importantes, las personas se detienen y hacen una espontánea introspección que les lleva a tomar decisiones de cambio ante circunstancias que jamás se esperaba iban a suceder. Así, una sociedad viviendo en aparente bonanza, con puestos de trabajos “estables”, con una economía de consumo en movimiento, y una notable indiferencia hacia el futuro, decide “emprender” una nueva forma de hacer las cosas para construir un mejor porvenir individual y colectivo.

Aquí comienza la carrera hacia el emprendimiento en el país, una práctica criticada por los otrora llamados empresarios “prósperos” antes de la crisis, que aseguraban que los emprendedores eran personas con buenas ideas, pero sin dinero para llevarlas a cabo, y un emprendedor sin dinero ni influencias (para la forma de pensar de este obsoleto esquema de empresario) no era apto para ser tomado en cuenta.

Rechazados, relegados y muchas veces marginados, esta nueva camada de emprendedores (que al inicio de la crisis no se hacían llamar así, muchos de ellos ni siquiera conocían el término), se movían desde la necesidad para generar fuentes de ingresos alternativas ante una economía en vías a la inminente estanflación (estancamiento con inflación). El tiempo pasó y muchas de estas iniciativas florecieron, generaron frutos y se convirtieron en ejemplos palpables del éxito que se puede alcanzar llevando a cabo iniciativas emprendedoras. Así comenzaron los emprendimientos por imitación, llevando a la creación de miles de pequeñas empresas que imitaban las recientes actividades exitosas buscando replicar ese éxito. Pero las cosas nunca ocurren dos veces de la misma manera, y vimos una oleada de desapariciones lamentables de pequeñas y medianas empresas, y con ello la frustración de fracasos tempranos.

Posterior a ello, aparecieron términos como resiliencia, creatividad e innovación en nuestro léxico diario. Comenzaron a crearse grupos pro emprendimiento, empresas, organizaciones y personas dedicadas a promover actividades emprendedoras. Un grupo de personas vio la oportunidad de hacer carrera económica en el oficio de “motivar” a otros para que no renunciaran ante fracasos tempranos. Así nacieron los motivadores de oficio (tal cosa no existe en realidad), algunos de ellos hicieron formación de algunas semanas para convertirse en “orientadores de vida” ante las continuas frustraciones que sufrían las personas por caer constantemente frente a una economía que todos los días parece cerrar las puertas para quienes quieren echar andar sus negocios propios. Pese a esta gran maquinaria comercial alrededor del término “emprendimiento”, las PYMES y PYMIS seguían muriendo en un lapso aproximado de tres años luego de su nacimiento. Surgieron entonces los movimientos de conferencias de motivación, llenando con ello auditorios de personas que compraban un boleto para que alguien les reavivara las esperanzas y así seguir apostando en un país económicamente complejo. El termino emprendimiento se hizo aún más comercial. Al parecer, todos podían ser emprendedores, pero ante la crisis, técnicamente nadie lo era en realidad.

Sin embargo; los números no mienten, y pese a todos estos movimientos pro emprendimiento, “motivadores” de oficio y cualquier cosa creada para mantener en alto el espíritu emprendedor de las personas, el Monitor Global del Emprendimiento (GEM), por sus siglas en inglés (Global Entrepreneurship Monitor). En uno de sus estudios anuales de la actividad emprendedora, que se realiza en más de 50 países del mundo desde 1999 afirma que: “Alrededor de 2.000.000 de negocios se crean en Venezuela anualmente, pero la mayoría de estos no supera los tres años y medio de existencia” (GEM 2014).

Expertos del Instituto de Estudios Superiores en Administración (IESA) por su parte; Aramis Rodríguez, coordinador del Centro de Emprendedores, precisa que “Entre el 18 % y el 20% de los venezolanos mayores de edad están iniciando un nuevo negocio.  Todos los años se ve eso… y cuando vemos el porcentaje de emprendimientos que pasan de los tres años y medio es alrededor del 1% ó del 1,5%.  Es decir, se tiene 20% de personas emprendiendo y a su vez 1,5% de personas con negocios con más de tres años y medio establecidos… Hay una brecha significativa entre los que nacen y los que se mantienen después de los 3,5 años”.

El docente e investigador del IESA, explicó que el venezolano tiene una alta motivación a emprender, pero las empresas que crea no tienen un gran potencial de crecimiento, son empresas micro “Y a los cuales tú les dices, mira en los próximos años cuántas personas crees que vas a agregar a tu organización y te dicen, máximo una o dos, a lo sumo”, dice.

Mi conclusión al respecto es que el emprendimiento, como movimiento, forma de vida o simplemente filosofía empresarial (siendo esto poco simple) se convirtió en un cliché en lo cual es “cool” ser emprendedor porque muchos lo son y todos hablan de eso. Se perdió el sentido práctico de la inventiva, la creatividad, la innovación y sobre todo la valoración de una visión estratégica bien definida, un plan bien concebido y mejor ejecutado. Todo indicaba que el plan era estar en la tendencia, insertarse en la centrífuga, ser parte del movimiento (aunque lo entendiesen poco o nada) y hablar de lo que todos hablan, porque si hay crisis, la moda es emprender. Sin embargo, los resultados no han sido alentadores, la economía sigue en deterioro, y ante escenarios inapropiadamente estudiados, la frustración creció y la diáspora aumentó significativamente en los últimos tres años.

Los resultados no serán diferentes si se siguen afrontando las crisis desde la moda, la apariencia o la necesidad de ser parte del “Trending Topic” del momento. El emprendimiento no es un movimiento de clases, no es título de estatus, no es un gafete en la puerta de una oficina. Emprender debe estar necesariamente asociado a resultados, resultados asociados a las aspiraciones de vida que tienen los emprendedores (propósito). Todo esto además unido a algo fundamental para emprender de verdad y hacerlo bien: Congruencia (pensar, decir y hacer en armonía). Emprender es crear redes de aliados, emprender es aprender, es planificar, organizar, dirigir y controlar a través de indicadores. Emprender es tomar duras decisiones, pero con propósito claro. Emprender es dejar de buscar “gurús” de motivación (uno de los resultados más ambiguos de la actual crisis económica y social), la única motivación verdadera está dentro de cada persona que decide emprender, no buscar a quienes digan palabras agradables para hacer que la gente se sienta bien, es buscar aliados que quieran trabajar con ustedes hombro a hombro, allí está el valor de las personas que suman.

Afrontar la realidad puede ser duro, porque con ello queda en evidencia todas nuestras debilidades a la hora de enfrentarnos ante escenarios inciertos. Pero abrir los ojos de forma consciente es la única manera de hacer de la resiliencia una forma real de avanzar y no simplemente una excusa para equivocarse infinitamente.

Es hora de que el emprendimiento en Venezuela deje de ser un cliché, es hora de los resultados.