Para nadie es un secreto que los decretos presidenciales de ajuste salarial no representan una solución a la grave crisis económica que padece el país. Hemos presenciado con notoria preocupación y absoluta perplejidad durante largos años, como esas acciones se traducen en sorprendentes aumentos generalizados de los precios de bienes y servicios.

El aumento de sueldos y salarios solo encuentra justificación cuando el mismo incrementa el poder adquisitivo de dichos ingresos en los trabajadores, cuestión que no sucede ante el panorama hiperinflacionario en que vivimos. Ahora bien, encontremos la razón de ser de este asunto:

Primeramente debemos conocer la forma común en que las empresas determinan los precios de sus productos, y lo explicaré de una forma simple: Para producir un bien se hacen necesarios algunos elementos fundamentales como mano de obra (personas que trabajen) e  insumos (materiales directos del producto), además de agregar materiales de oficina, el sueldo del gerente administrativo e insumos de limpieza, siendo estos solo algunos elementos reconocidos como costos indirectos de fabricación en que se incurren para producir.

Ahora bien, para determinar el precio unitario se suman los tres elementos mencionados anteriormente y se calcula el costo promedio. Una vez determinado el costo por unidad, al mismo se le agrega un margen de utilidad que remunere el capital. Esto quiere decir que al verse afectado alguno de los elementos del costo en términos de aumento, el precio final también se incrementará.

Encontramos entonces una razón sobrentendida que justifica el aumento de los precios. Los aumentos compulsivos vía decreto implican un mayor costo laboral, incluyendo el aumento de los otros factores de producción, en el que se encuentran los proveedores, quienes también deben pagar aumentos de salarios, y sus costos de igual manera se ven incrementados en los insumos que adquieren, lo que termina afectando toda la estructura de costos de las empresas.

A esto debemos sumarle que en nuestra economía hiperinflacionaria, una estrategia empresarial suele ser la utilización de costos esperados de reposición,  esto significa que el precio de los productos del día de hoy se forman con las expectativas de aumento en los precios futuros. De forma simple: “aumento hoy los precios de mis productos para dentro de ocho días disponer del dinero necesario para adquirir los mismos insumos”.

Lo anteriormente descrito explica como los aumentos salariales forzosos obligan al incremento de las estructuras de costos y que imprescindiblemente deben ser transferidos a los precios. Entonces al tratar de mitigar los efectos inflacionarios que aniquilan los ingresos del trabajador, a través de este mecanismo de aumentos insostenibles de salarios, dicha medida causa un efecto inverso, agrava mucho más la situación generando a su vez más inflación.

Esto me recuerda la frase que plantea el Economista Luis Vicente León cuando se refiere a lo que significa no atacar los problemas desde su raíz sino sus consecuencias, “Es una ilusión monetaria equivalente a cambiar una venda sucia sin cerrar la herida sangrante”.

La solución de este problema, es evidente que no pasa por los sucesivos aumentos salariales, si no por atacar el flagelo inflacionario. A través de una política económica racional desde el punto de vista del aumento de la producción, una sincera política fiscal, monetaria y regulatoria.

En víspera de un nuevo aumento salarial para este primero de mayo como de costumbre, auguro un salario que sin nacer ya murió. ¡El mismo círculo vicioso!