La ex-editora de estrategia de la Harvard Business Review, Joan Magretta, define al “valor” en su libro ¿Qué es el Management?, como aquello que el consumidor efectivamente recibe en términos de satisfacción de necesidades, y no aquello que la empresa o gobierno “cree” que le está dando al consumidor. Visto de esta forma, el valor reside en la percepción que tenga el consumidor o cliente final de la utilidad que le brinda un producto o servicio recibido. Entonces, el valor de la Economía Digital será, en un primer nivel, la utilidad percibida por el individuo, a través del uso, goce o disfrute del conjunto de infraes­tructuras y prestaciones (plataformas, dispositivos de acceso) asociadas a la provisión de contenidos y servicios a través de Internet en la nueva economía.

Ahora bien, como hemos podido evidenciar, la Economía Digital tiene como uno de sus elementos centrales al conocimiento, que es generado por las personas, empresas y gobiernos en entornos hiperconectados y en red, que fomenta la investigación, desarrollo e innovación. Es por esta razón que el valor de la Economía Digital, en un segundo nivel, está determinado por el PIB y su distribución en términos de inversión nacional y extranjera en educación (competencias digitales y tecnología), investigación, desarrollo, innovación y experimentación de productos, bienes y servicios, así como también en función del crecimiento empresarial en manos de las pequeñas y medianas empresas, y los niveles de bienestar económico y social de la población, porque sin desarrollo real del bienestar no existe una nueva economía o Economía Digital, porque la tecnología debe estar incorporada de manera efectiva y eficiente, en la solución de los problemas de la población.

En este mismo orden de ideas, según estadísticas de la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT), en su “Informe sobre Medición de la Sociedad de la Información 2015”, donde se realiza una medición del avance y cumplimiento de las obligaciones de desarrollo de las tecnologías de información y comunicación TIC, de la mano del índice de desarrollo TIC (IDT), se muestra que Venezuela se encuentra en la posición 72 de 167 países, con un valor de cumplimiento de 5,48 sobre el valor la región de las Américas ubicado en 5,10. En lo que respecta al acceso TIC, Venezuela se encuentra con un valor de 5,44 debajo del valor de la región de las Américas ubicado en 5,56, y con un porcentaje de hogares con computadoras y acceso a internet del 43,70% y 34,18%, respectivamente, comparado con el valor de la región de las Américas ubicado en 61,70% y 57,30%, respectivamente.

Aunado a la información anterior, y según estadísticas de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), en su estudio: “Estado de la banda ancha de América latina y el Caribe”, Venezuela muestra la velocidad más lenta de acceso a internet de la región. En Banda Ancha Fija, la media de la velocidad promedio es 4,7 Mbps, con Chile como el país con mayor velocidad (7,3 Mbps) y Venezuela con la menor (1,9 Mbps). Chile, Uruguay y México muestran los mejores rendimientos de acceso a internet, con un 15% de sus conexiones por encima de 10 Mbps y cerca de 4% por arriba de los 15 Mbps. En contraste, Bolivia, Paraguay y Venezuela son los más deficientes, con 0,5% de conexiones de más de 10 Mbps y 0,2% de conexiones por encima de 15Mbps.

Según estadísticas del Banco de Desarrollo de América Latina (CAF), en su estudio: “El ecosistema y la economía digital en América latina”, la digitalización concebida como el fenómeno de transformación ocasionado por el crecimiento del ecosistema digital tiene múltiples impactos socioeconómicos. En primer lugar, el desarrollo de la digitalización tiene un impacto directo en el aumento del PIB. Un aumento de 10 puntos en el índice de digitalización genera un incremento de 0,749% en el PIB. En segundo lugar, reconociendo que nos encontramos en los primeros pasos respecto de probar fehacientemente la causalidad, en la medida de que la digitalización está vinculada con el crecimiento económico, ésta contribuye al bienestar social, tal y como podemos ver en el gráfico N°1:

En el caso venezolano, la Comisión Nacional de Telecomunicaciones (CONATEL), reporta un aumento en las inversiones en el sector telecomunicaciones para el año 2015, según su informe anual, por el orden de 92,07%, al pasar de 17.181 MM Bs. a 33.000 MM Bs., con un valor promedio de inversión de 14458,80 MM Bs. en el periodo 2011-2015, tal y como podemos apreciar en el gráfico N° 2:

Un aumento en la inversión del sector telecomunicaciones en Venezuela, no necesariamente redunda en mejores y mayores infraes­tructuras y prestaciones asociadas a la provisión de contenidos y servicios a través de Internet (plataformas, dispositivos de acceso), tal y como demuestran las estadísticas de la UIT y CEPAL. Para que el ecosistema digital potencie los beneficios de la nueva economía, la situación económica y social de la nación, así como la inversión en sectores estratégicos, deben propiciar un bienestar real a su población. Lamentablemente, estas condiciones no se encuentran presentes en la realidad venezolana actual.

Leer: Inflación en dólares en Venezuela

Según el informe Resultados del índice nacional de precios al consumidor, producto interno bruto y balanza de pagos cuarto trimestre de 2015 – cierre del año 2015, del Banco Central de Venezuela del 18/02/2016, el PIB a precios constantes registró una disminución de 5,7% para el cierre de 2015, los precios acumularon una variación de 34,6% en el cuarto trimestre de 2015, la variación acumulada del INPC durante el año 2015 fue de 180,9%, y bajo el enfoque de actividad económica, el comportamiento del PIB en el 2015, se explica por sendas contracciones en el valor agregado de las actividades no petroleras (-5,6%) y petroleras (-0,9%), situación que podemos evidenciar en el gráfico N° 3:

En conclusión, no puede crearse valor en una Economía Digital donde no se invierta en conocimiento, donde el prosumidor/consumactor esté fuera del proceso productivo porque la integración/interconexión en red a nivel de infraestructura tecnológica no sea la adecuada, porque si bien la convergencia está presente en las relaciones sociales y de producción, la información digitalizada y los procesos virtuales que dependen de esta infraestructura, no permiten la inmediatez, dificultando enormemente la innovación que ocurre en las empresas molecularizadas/customizadas, imposibilitando también la desintermediación y con ella la disminución en los costos de la información, factores de producción y bienes finales en los mercados, incrementando así la discordancia existente en la estructura económica, política y social, dejando paulatinamente al país fuera del mundo globalizado.