Desde la publicación del libro blanco del Bitcoin por parte de Satoshi Nakamoto el 31 de octubre de 2008 en el grupo de discusión de los “Cypherpunks”, hasta el minado del “Bloque Génesis” el 3 de enero de 2009 en plena crisis financiera global (crisis de las sub-prime), al referirnos a temas financieros y de precios en los mercados, así como a regulaciones y medidas fiscales de los gobiernos vinculados con tecnología, estábamos acostumbrados a conectarlos solamente con la esfera “Económica”. Sin embargo, desde la publicación del trabajo de Don Tapscott “Economía Digital” en 1995, ya había cierto grupo de investigadores, académicos, intelectuales, periodistas y políticos a nivel mundial, que se referían a estos eventos como propios de la “Nueva Economía” o “Economía Digital”.

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La economía es la ciencia social que tiene por objeto de estudio, las relaciones sociales y de producción de los agentes económicos, sujetas a condiciones de escasez de los factores productivos, en un tiempo determinado. Etimológicamente, es el resultado de dos voces griegas: “oykos” y “nomos” que traducen “hogar” y “administración”, es decir, que “oykonomos”, “oykonomía” o “economía” literalmente traduce, “administración del hogar”. Y este “hogar” puede ser: personal (economía doméstica), empresarial (economía empresarial), público (economía gubernamental) o internacional (economía internacional). En este sentido, metodológicamente el estudio de ese “hogar” puede ser: microeconómico (estudio de los agentes económicos individuales) o macroeconómico (estudio de los agentes económicos agregados), entre la variedad de enfoques, posturas, visiones que puede asumir la “economía” como un todo.

Para Tapscott, la “Economía Digital” estudia las mismas relaciones sociales y de producción antes descritas, solo que en su caso, se exacerba el uso del factor de producción “tecnología”, entendiendo a éste como el conjunto de teorías y técnicas que permiten el aprovechamiento práctico del conocimiento científico. Es por esta razón, que en tiempos de la “sociedad red”, tal y como la define Manuel Castells, la “data” es el nuevo valor. Entonces la tecnología, su desarrollo y su aplicación económica y social, se elevan a un nuevo nivel, fundiendo lo económico, social y tecnológico en un neologismo donde lo “digital” es sinónimo de “tecnología aplicada”. En este orden de ideas, la tecnología Blockchain, el Bitcoin, las Altcoins, las Stablecoins y pare de contar, son reflejo de esta aplicación para muchos.

Sin embargo, para Tapscott la “Economía Digital” va más allá, porque en ella incluye al Internet y sus avances, como pilar fundamental para el desarrollo de todo lo demás, así como también al e-commerce, los e-shops y los marketplaces, como expresiones del comercio digital de bienes y servicios, sin dejar de lado al contenido digital propio de ese universo que llamamos redes sociales, que obligan a los agentes económicos, públicos, privados, nacionales o extranjeros, a ese proceso importante y necesario conocido como transformación digital, que finalmente contempla a la data como instrumento de intercambio de valor en los mercados, en manos de la Blockchain y las criptomonedas, quienes preparan el camino para un estadio superior que conocemos como Internet de las cosas. Es así como se hace entonces evidente que el concepto es más amplio que solo “criptos”, porque las relaciones sociales y de producción movidas por las necesidades humanas, así lo dictaminan.

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El valor de uso y valor de cambio de la data en nuestras manos, ante el inminente cambio en la concepción del dinero y del rol de los bancos centrales en el mundo, han creado una nueva capa de desarrollo de relaciones económicas y financieras, que con base en la especulación de precios en los mercados, y la creación de productos parabancarios y parafinancieros, hizo necesario un neologismo más específico. Es así como comenzamos leer y escuchar, de algunos años para acá, sobre “criptoeconomía”, un concepto más detallado, que etimológicamente proviene de tres voces griegas: “kyptos”, “oykos” y “nomos”, a saber: “oculto”, “hogar” y “administración”, lo que pretende traducir, más allá de su significado literal, el estudio de las relaciones sociales y de producción, que tienen como base el desarrollo, uso y aplicación de criptomonedas y tokens, en el intercambio de valor desmaterializado por parte de los agentes económicos en mercados no regulados, ni regidos por políticas económicas centrales.

Siendo esto así, “Economía Digital” no es lo mismo que “Criptoeconomía”, porque el primero es un concepto más amplio, y el segundo uno más ligado a actividades específicas de intercambio de valor, en una nueva capa de desarrollo de actividades económicas y financieras, que siempre están mutando a la sazón de la innovación y las necesidades de los particulares y empresas, que han encontrado en la tecnología Blockchain y sus productos, un terreno fértil para la creación de nuevos elementos transaccionales orientados a la solución de problemas, en una nueva economía con límites fijados solo por la innovación tecnológica y las necesidades humanas, dándole un vuelco a más de 800 años de historia económica, donde el dinero fiduciario, la banca central, el sistema financiero, los productos bancarios, las regulaciones monetarias, fiscales, cambiarias y comerciales, están siendo cambiados paulatinamente por un nuevo ecosistema que va creando estructuras de jerarquía, orden y gobernanza descentralizadas y distribuidas con una nueva visión colaborativa.