Una vez más ha resurgido interés en la discusión sobre la conveniencia o no de adoptar al dólar como moneda de curso legal en Venezuela. Después de más de 40 años de inestabilidad en los precios, y estando en marcha un proceso hiperinflacionario, la adopción del dólar se presenta como una medida extrema que busca restaurar de manera definitiva la estabilidad monetaria pérdida en el país. Como es de esperarse, medidas económicas de esta naturaleza despiertan el interés de personas adeptas y adversarias a la misma.  Si bien las posiciones encontradas reconocen la existencia de ventajas y desventajas en el proceso, las diferencias surgen fundamentalmente como resultado de sopesar los costos y beneficios de tal medida. Entre las objeciones más importantes a la dolarización se encuentran la pérdida de la política monetaria, y la imposibilidad de utilizar la tasa de cambio para contrarrestar los efectos de los shocks externos que afectan la economía.

Por política monetaria se entiende el conjunto de medidas económicas implementadas por la autoridad monetaria (banco central), las cuales persiguen la estabilidad del valor del dinero e impedir desequilibrios prolongados en la balanza de pagos en un país. Adicionalmente a estos objetivos, es común ver en la práctica como los bancos centrales consideran también parte de sus funciones el mantenimiento del ritmo de crecimiento económico, y el sostenimiento del empleo en la economía. Estos dos últimos objetivos se persiguen a través del manejo de la tasa de interés, el cual es el instrumento por excelencia de política monetaria, con el que se busca controlar la oferta de dinero. En este contexto, las autoridades monetarias tratan de “suavizar” las fluctuaciones económicas de corto plazo disminuyendo la tasa de interés en periodos de baja actividad económica (recesiones), y aumentándola durante expansiones que amenazan la estabilidad de los precios en el sistema económico. El mecanismo por medio del cual estos cambios en la tasa de interés afectan la actividad económica real es a través del efecto que la misma tiene (fundamentalmente) sobre la inversión, la cual responde inversamente a los movimientos en la tasa de interés real. Es bajo esta óptica particular de objetivos de política monetaria en la que la adopción de un régimen de tasa de cambio fijo conlleva a la pérdida de esta herramienta de política económica. Esto responde a la necesidad de mantener la oferta de dinero en la economía alineada con la tasa de cambio fija establecida por la autoridad monetaria, en caso contrario la inconsistencia entre estas dos variables termina por colapsar el régimen cambiario.

Efectivamente, la dolarización como modalidad extrema de un régimen cambiario fijo, elimina la posibilidad de contar con este instrumento de política económica. No obstante, en el caso de Venezuela no es del todo apropiado afirmar que la adopción del dólar como moneda oficial de circulación en la economía acarrea tal costo. Esta situación responde a que la pérdida de dicho instrumento tiene lugar sólo en los casos donde existe un régimen cambiario de flotación libre. Sin embargo, el régimen cambiario de flotación libre nunca se ha implementado en el país, por el contrario, todos los sistemas cambiarios han sido de tasa fija o variación controlada (por ejemplo, el “crawling peg”). Así que desde esta perspectiva, es incorrecto hablar de la pérdida de una herramienta de política económica cuando nunca se ha tenido disponibilidad de la misma. Ciertamente, un régimen cambiario de flotación libre pudiera ser implementado en el país en el futuro, y sería sólo bajo estas circunstancias que un proceso de dolarización implicaría la pérdida de la política monetaria. No obstante, quedaría por conocer hasta donde los detractores de la dolarización defenderían este tipo de régimen, una vez que es reconocida la alta volatilidad de los precios del petróleo, lo cual impone retos nada desdeñables a un sistema de cambio de flotación libre en el país.

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Otro aspecto importante en relación a este tema es el relacionado a la efectividad de la política monetaria para controlar las fluctuaciones del ciclo económico. Como se mencionó anteriormente, la conexión entre la política monetaria y la actividad económica real se logra por medio del efecto que tiene la tasa de interés sobre la inversión. De manera que la respuesta de la inversión a los cambios en la tasa de interés cumple un papel fundamental en la relación entre el instrumento de política económica y la actividad real. No obstante, en el caso venezolano la evidencia empírica sugiere que la inversión es inelástica a las variaciones en la tasa de interés (ver, por ejemplo, Labarca y Hernández, 2003), por lo que la efectividad de la política monetaria como herramienta de política económica se encuentra seriamente cuestionada.

Un último punto en relación a la política monetaria es que no existe un consenso entre los economistas de que la misma deba ser empleada para aminorar las fluctuaciones de corto plazo. Esta es tan solo una visión particular asociada a una de las corrientes del pensamiento económico, como lo es la escuela Keynesiana y sus distintas ramificaciones. Por el contrario, hay corrientes del pensamiento económico que ven a estas fluctuaciones como necesarias, y bajo esta óptica el papel fundamental de la política monetaria consiste simplemente en proveer la liquidez necesaria al sistema económico con el fin de garantizar su buen funcionamiento.

El otro argumento importante contra la dolarización es aquel de contar con la tasa de cambio como una especie de “amortiguador” de los shocks externos. Este argumento reside en una de las posibles virtudes del régimen cambiario de flotación libre, el cual como he previamente mencionado nunca ha sido implementado en Venezuela. Bajo un sistema de flotación libre de la tasa de cambio, el efecto de un shock externo negativo a la economía, por ejemplo, pudiera ser disminuido a través de la depreciación que experimentaría la moneda como consecuencia del shock. Al depreciarse la moneda, los bienes y servicios importados se encarecerían y los exportados disminuirían de precios, generando como efecto final un posible aumento en las exportaciones netas (exportaciones menos importaciones) del país. Este aumento en las exportaciones netas tendría un efecto positivo sobre la demanda agregada y el producto, disminuyendo así el impacto negativo del shock. Como se puede observar este resultado depende crucialmente de la capacidad de respuesta de las importaciones y las exportaciones a los cambios en la tasa de cambio real, lo que es comúnmente medido por medio de las elasticidades. Técnicamente, es necesario que se satisfaga lo que en la literatura económica se conoce como la condición Marshall-Lerner. No obstante, la evidencia empírica disponible sobre la ocurrencia de esta cadena de reacciones de las variables económicas ante los cambios en la tasa de cambio es débil o inexistente. Aún más, estudios recientes en el área cuestionan el que las variaciones en la tasa de cambio, en un mundo donde las transacciones comerciales internacionales están dominadas por una sola moneda (el dólar), generen modificaciones en los términos de intercambio (relación entre los precios de las exportaciones y los precios de las importaciones) (ver Gopinath, 2017). En consecuencia, se desconoce hasta donde alteraciones en la tasa de cambio afectarían los flujos de las importaciones y las exportaciones del país. El caso más probable es que las elasticidades requeridas para satisfacer la condición Marshall-Lerner no se cumplan en la economía venezolana, por lo que esta crítica a la dolarización no tendría validez.