En las últimas horas (si, horas, porque la coyuntura económica venezolana ya no permite hablar ni siquiera en términos de días) hemos presenciado uno más, de los múltiples cuadros coronarios a los que nos tiene acostumbrados, aun cuando no deja de sorprendernos, el precio del dólar paralelo, y tal como el recién infartado en UCI, todos corremos a hacer votos para salvarnos, o a tratar por lo menos de saber, como es que este infarto nos cambiará la vida de aquí en adelante.

Comencemos por decir que, así como para el que sufre de afecciones cardiacas el infarto es solo la cúspide o el efecto más visible de una serie de conductas y patologías, a veces silenciosas, a veces desatendidas, el precio de nuestro dólar paralelo también representa esa cara visible de un cuadro que, si no se ataca estructuralmente puede terminar en muerte.

Un enfermo cardiaco, por ejemplo,  puede estar acumulando por años, obstrucciones al flujo sanguíneo en venas y arterias antes de que finalmente sufra un ACV, de este mismo modo, nuestra economía ha venido acumulando obstrucciones en forma de regulaciones de precios, inamovilidad laboral, aumentos permanentes de sueldos y salarios no asociados a la productividad, control en el manejo de inventarios, controles en la distribución de bienes y servicios, y el peor de nuestros trombos; una regulación del sistema de administración de divisas, que ha traído apareado la aparición de un mercado paralelo, pero que además ha creado el incentivo perverso para arbitrar entre ambos mercados pues la brecha en los precios de ambos representa un ingreso gigante, especialmente para aquellos que deberían ser los garantes de la institucionalidad y el acceso equitativo y eficiente, que reduzca la incertidumbre para los actores económicos.

Un sistema de administración de divisas que ya celebró sus 15 y que va camino a la mayoría de edad, contribuye  a hacer estructural el problema de la incertidumbre, pues en todo este periodo las modalidades de liquidación han variado frecuentemente, las condiciones de acceso se parecen más a una lotería que a un régimen administrativo, haciendo que los planificadores presupuestarios de empresas importadoras, productoras y comercializadoras de bienes y servicios hayan optado por trasladar no solo su demanda de divisas al incierto, oscuro, sumergido y por tanto altamente especulativo mercado paralelo, sino que en esta búsqueda de parámetros para anticiparse al futuro y proyectar sus actividades para la toma de decisiones financieras, hayan optado por indicadores como Dólar Today, que proveen una información parcial de un mercado no determinado, pues sus bases de cálculo se limitan a las operaciones de las casas de cambio en Cúcuta, y zonas fronterizas, que representan una reducida fracción de un mercado de amplias dimensiones, pero que además son las más susceptibles a variaciones en las expectativas de los actores económicos. De este modo, un repunte migratorio por vía terrestre asociado a la expectativa, por ejemplo, de un cierre fronterizo dado el escenario político, puede generar variaciones significativas del precio del dólar en la cotización de Dólar Today que se traslada al resto de la economía por ser un indicador que los actores han adoptado por facilidad, o por planificar en base al peor de los escenarios, pero que no representa del todo la dinámica real del mercado de divisas.

Lo que sí es una realidad ampliamente difuminada en nuestro sistema, es que hemos sido un paciente coronario que, sin tratamiento, se dedicó a esforzar su corazón al límite. Y como un corazón que pierde la fuerza para latir, así mismo nuestro bolívar ha perdido toda la fuerza y pulso para cumplir funciones tan importantes como la reserva de valor y medio de intercambio confiable. Esto ha derivado en otra fuente más de presión sobre el mercado de divisas, toda vez que los agentes buscan protegerse ante una inflación que como un perro que se persigue la cola, crece con cada aumento de salario, con cada impulso al gasto público cada vez que el gobierno procura generar una situación de bienestar temporal frente a las crecientes presiones sociales o de cara a eventos electorales, pero que sin tratamiento, léase, sin una política macroeconómica estructural de mediano y largo plazo y con el desarrollo como objetivo, solo contribuye a empeorar las presiones sobre todo el sistema económico nacional.

Y entonces, para terminar de sacarle lo que queda a nuestro ya muy enfermo corazón, nos inscribimos en el ultra maratón de los 120k constituyentes. Nos cayó un proceso constituyente que nació como un disgusto, como el cornetazo de media noche cuando estas en lo mejor de tu sueño, y nos puso a correr una carrera de “resistencia” de presiones y represiones de un gobierno anclado por todos los medios al poder por un lado, y por el otro, un grupo de choque que para hacer la carrera aún más interesante decidió añadir obstáculos –literalmente- haciendo que, la ya ardua tarea de producir en el país, tuviese que enfrentar nuevas limitaciones logísticas para hacer saltar cada barrera a nuestro mórbido sistema económico. Toda esta conflictividad social, esta debilidad institucional, esta ingobernabilidad suma a nuestro coctel una elevación significativa del Riesgo País, que determina el precio al que pagamos nuestra deuda externa (tanta enfermedad nos aumenta el deducible del seguro por ser enfermos coronarios), lo que hace que los ya pocos dólares que ingresan al país por venta de nuestro petróleo se vayan en su mayor medida al pago de la deuda y se vea aún más mermada la posibilidad de oferta de divisas en los mercados oficiales.

¿Qué haremos entonces con este paciente que parece destinado sin remedio al paro cardíaco por insuficiencia?

Si usted y su corazón sobrevivieron hasta este párrafo, podemos decirle que aunque nuestro estado sea crítico, aún hay pequeñas y grandes acciones que se pueden tomar para frenar el proceso, y poder empezar a buscar una forma de sobrevivir. Llegamos al punto de la hospitalización, en este momento la mejor solución está en manos de nuestro médico tratante, que debe dejar de evadir, sacarnos de la sala de espera, y ocuparse con premura del problema de base. Urge una reducción de la incertidumbre antes de empezar a ocuparse del resto de los síntomas. Es hora de decirle al paciente su condición, sin eufemismos ni sutilezas. La disponibilidad de divisas es mínima, sin posibilidad de aumento en el corto plazo, en una economía que por años se volvió netamente importadora, con un aparato productivo llevado a mínimo e incapaz de cubrir la demanda interna, con importantes obligaciones por endeudamiento externo, en la que hoy, la captura de inversiones y préstamos internacionales está limitado severamente por causas políticas y de inestabilidad social. De modo que, en términos amplios,  el concierto para la gobernabilidad y la búsqueda de acuerdos no es un capricho de grupos, es una necesidad, y en términos particulares, en lo que a mercado de divisas corresponde, esas pocas divisas deben ser distribuidas bajo un criterio transparente, oportuno, previsible, que reduzca la especulación.

Es hora de terminar la simulación de una normalidad y control de la situación que no es tal.

… “incertidumbre, iremos lejos y alegres sin volver jamas, asi como los cangrejos; de para atrás… de para atrás”… Guillaume Apollinaire