Hablar del cupo CADIVI luego de casi cuatro años en los cuales prácticamente se ha convertido en una leyenda urbana, pareciera no tener mucha lógica. Sin embargo, vista la caótica situación en la que se encuentra la economía venezolana y con ella todos sus ciudadanos, no pasa un día en que no nos preguntemos desconcertados ¿En qué momento nos acabaron al país? ¿Cómo pasó todo esto? ¿Cuándo nos quedamos dormidos? ¿Por qué nadie hace nada?

La respuesta nos lleva hasta el año 2003, cuando se implantó el peor y más corrupto control de cambio de nuestra historia, no por el hecho en sí del control, sino por las actividades conexas que de él se derivaron progresivamente, citando solo dos: el cupo viajero y el cupo electrónico, subproductos que se convirtieron en el opio de la clase media venezolana. La pregunta: ¿Cuándo activan el cupo CADIVI? era el mantra de los primeros días del año. No nos dimos cuenta que nos estaban anestesiando la consciencia, nos convirtieron en viajeros mundiales, llegamos a los lugares más exóticos y remotos del planeta y nos creímos que éramos millonarios, había dinero y bonanza; pero era, como todo lo que hace el gobierno bolivariano un espejismo para tratar de ocultar el proceso de destrucción que apenas iniciaba. Todos lo veíamos, en el fondo hasta lo sospechábamos, pero nadie hacía nada. El opio estaba surtiendo efecto.

Los dólares baratos para viajar o comprar por Internet, a los que tenían acceso todos los ciudadanos bancarizados y mayores de edad, crearon una ilusión de prosperidad que desde el punto de vista económico era insostenible, pero políticamente necesaria para entretener a la galería mientras los dueños del circo se apoderaban de, nada más y nada menos que de la institucionalidad, hecho que ha generado uno de los daños colaterales más perversos y difíciles de revertir: en Venezuela no queda una sola institución pública que no haya sido tocada por la mafia roja. Con salir a la calle e ir a un organismo a realizar cualquier trámite elemental, ver el estado en que se encuentran las ciudades, la infraestructura, las vías de comunicación, los espacios, puede apreciarse el nivel y la gravedad del deterioro.

Pero de aquellos barros, vienen estos lodos

A medida que la caída de los precios del petróleo y el pésimo manejo de la economía fue haciendo insostenible para el gobierno mantener esta absurda política de otorgamiento de dólares preferenciales para hacer turismo internacional y compras electrónicas, se incrementaron las triquiñuelas, las tácticas de viveza criolla y aparecieron los singulares “raspa-cupo” una curiosa y circunstancial clase social que vivía del trading de los subproductos del control cambiario. El negocio resultaba altamente beneficioso para los implicados: viajeros, compradores, funcionarios de CADIVI, empleados bancarios, etc. todos ganaban, era mucho más rentable vender el cupo viajero o electrónico y cambiarlo al valor del mercado paralelo, que tener un trabajo formal y productivo.

Sin embargo, a la par de esta psicosis colectiva y aprovechando que la gente estaba “entretenida”, el gobierno seguía ubicando sus fichas más radicales y mediocres, específicamente militares de cualquier rango o incondicionales del partido, sin ningún tipo de preparación académica ni identificación institucional, en puestos claves y estratégicos de la administración pública, con lo que se aceleró la aniquilación del Estado y su base. El proceso de desmoronamiento estaba materializando la idea marxista de destruir el status quo para lograr el derrumbe total del sistema capitalista y de las cenizas de este, ver surgir como un ave Fénix, una sociedad socialista.

Es así como a partir de 2013, progresivamente se fueron reduciendo los montos asignados por cupo hasta prácticamente desaparecer. Hoy en día, el Estado chatarra, que no tiene dólares para importar alimentos, medicinas o insumos, mucho menos tendrá para financiar viajes al exterior o compras por Internet. Quien quiera acceder a estos privilegios debe pagarlos al valor que indica el dólar paralelo, pero su precio resulta prácticamente inalcanzable para una población que en su mayoría sobrevive, contraviniendo el primero de los Objetivos de Desarrollo Económico del Milenio, con escasos US$16 mensuales, menos de US$1 diario.

En definitiva, luego que se ha disipado para siempre la espuma alucinadora del cupo CADIVI, los ciudadanos se encuentran empobrecidos a niveles de subsistencia (algo nunca visto en la historia de Venezuela desde la Guerra Federal) mientras el gobierno bolivariano, ha hecho máxima gala de su poder al instalar una fraudulenta Asamblea Nacional Constituyente, con el único objetivo de perpetuarse en el poder, sin que se hayan activado los mecanismos institucionales que en un país normal, debían haber frenado este exabrupto. Claro, la institucionalidad no existe, lo que hay en su lugar es un grupo de funcionarios con unos estómagos muy agradecidos, subordinados a los caprichos del partido de gobierno y leales a un supuesto líder que nunca fue tal.

Hay que reconocer que el plan ha sido ejecutado magistralmente. Recomponer la economía será un proceso lento y tortuoso que iniciará en el momento en que ocurra el cambio en el modelo político, ni antes ni después, pero que requerirá subsanar un problema mayor: reconstruir el aparato institucional devastado y arrasado por la revolución bolivariana. Esto implica que tocará en un futuro no muy lejano, empezar de cero, juntar los pedazos de lo que quede de país y hacerlo tan bien que nunca más estafas como el cupo CADIVI puedan distraernos de lo importante.