El enorme impacto del COVID-19 está generando muchas dudas e incertidumbre en los dirigentes mundiales, en los expertos en economía y, por supuesto, en esos ciudadanos que se encuentran confinados en sus casas a la espera de lo que vendrá.

Está claro que el cambio ya se ha dado y es evidente que las novedades en la vida de la población mundial son muchas y muy significativas. Uno de los conceptos que ha resurgido para convertirse en una fórmula mágica de supervivencia en estos tiempos difíciles es el de economía de guerra. Son muchos los países que ya recurren a este sistema para poder abastecer los requerimientos prioritarios ante el cambio de necesidades producido por la pandemia.

Sin embargo, una gran parte de la población, por suerte, no ha vivido nunca esta situación tan particular y tiene dudas sobre qué significa exactamente. No está de más informarse a este respecto puesto que se trata de el estado económico que caracteriza ahora a una gran parte del mundo.

¿Economía de guerra? ¿Qué es?

Este método de organización económica se aplica cuando la necesidad de reducción de gastos se hace imperiosa derivada de una crisis especialmente delicada. Como ocurre en tiempos de guerra y como está sucediendo ahora en tantas zonas del planeta debido a la pandemia, es imprescindible sacar el mejor rendimiento a los bienes materiales de un país, así como a sus sistemas de producción y sus medios de distribución de recursos.
Así, cuando un país aplica la economía de guerra pone en marcha una serie de medidas que permitan hacer frente a una situación especialmente crítica. Todas las actuaciones que se llevan a cabo tienen su reflejo en los impuestos, en el racionamiento o en la limitación del comercio y la producción.

¿Cómo se lucha contra el virus con esta economía?

La influencia de este nuevo orden económico no tienen una repercusión directa en la lucha contra el virus, sin embargo, sí afecta de lleno en la labor de atención sanitaria de los profesionales, en la capacidad del país para hacer frente a la protección individual de los ciudadanos, así como en la potencial recuperación económica posterior.
En este caso, una de las medidas más importantes que se aplican es el abandono por parte de ciertas industrias de su actividad principal para pasar a la producción de los elementos necesarios para abastecer a hospitales, residencias o fuerzas de seguridad.

Ante un virus que se propaga con tanta facilidad resulta imprescindible el uso de batas, mascarillas y guantes de protección para los profesionales que atienden a los enfermos en una sanidad saturada. Los recursos existentes en una situación normal se acaban con rapidez cuando se multiplican los enfermos y la exposición de los médicos y profesionales sanitarios ante el virus resulta crítica.

En este momento vemos ejemplos como el de España donde algunas empresas de moda frenan su producción para comenzar a fabricar mascarillas y batas. Este es uno de los casos más destacados y se ha puesto en marcha por iniciativa propia de la compañía en cuestión, sin embargo, los gobiernos de muchos países se plantean ya la intervención de las instituciones para aplicar medidas de forma unilateral.