La reconversión monetaria aplicada a partir del 20 de agosto vendrá acompañada de otras políticas que valen la pena analizar; podemos enumerar dos medidas relevantes anunciadas por el Ejecutivo Nacional: nuevo esquema de subsidio a la gasolina y anclaje del bolívar soberano al Petro. En este artículo nos ocuparemos de la segunda medida, apelando solamente a criterios económicos con el fin de evaluar su funcionalidad. Dejamos de lado los aspectos legales y de legitimidad del Petro, así como de la misma reconversión.

Un anclaje sin ancla

Las anclas cambiarías son medidas monetarias que tienen como objetivo controlar la inflación a través de un tipo de cambio fijo con respecto a una moneda fuerte en un marco de libre convertibilidad, es decir, en un marco donde existe libertad cambiaría; los ciudadanos pueden comprar libremente las divisas que quieran y disponer de ellas como mejor convengan.

Tener un tipo de cambio fijo con libre convertibilidad –muy diferente al control cambiario que padece Venezuela desde 2003 bajo un tipo de cambio arbitrario–, es una forma en la cual el BCV mantiene los niveles de base monetaria de acuerdo a las variaciones en las reservas internacionales. Bajo una relativa estabilidad en la oferta de dinero, se puede controlar el fenómeno inflacionario.

Sin embargo, el ancla real se encuentra en la disciplina fiscal: La inflación, en su fase inicial o en su fase acelerada (hiperinflación) tiene un origen fiscal; el Gobierno emite dinero porque su gasto no puede ser financiado con sus ingresos corrientes, por esta razón acude a un debilitado banco central, quien asume el financiamiento de la deuda pública. Un anclaje exige como criterio sine qua non orden en las cuentas gubernamentales.

El gran problema inicial se encuentra en el nivel de gasto público. El gobierno ha asumido gastos corrientes y los financia mediante emisión monetaria, por esta razón la liquidez en nuestra economía tiene variaciones superiores al 70% mensual. Entonces, asumir un anclaje con respecto a una moneda fuerte implica una serie de medidas fiscales, siendo la reducción del gasto público una de las primordiales.

El segundo problema reside en nuestro actual régimen monetario. Venezuela tiene más de 15 años con un control cambiario que opera bajo un mecanismo centralizado de asignación y administración, el cual ha mutado de nombre innumerables veces pero al final mantiene su misma dinámica. A pesar de haberse derogado la Ley de Ilícitos Cambiarios, no hay indicios para suponer una liberación del mercado de divisas.

El tercer problema está en el medio empleado como ancla: el Petro. Hasta ahora hemos mencionado que, en teoría y práctica, una política de esta naturaleza usa como medio de referencia una moneda fuerte o de reserva, en nuestro caso la más conveniente es el dólar, pues nuestra actividad económica predilecta en materia de exportación es la venta de petróleo.

Dinero que no es dinero

El Petro, a pesar de haber sido anunciado como una criptomoneda, no tiene las características propias de éstas: es centralizada; no tiene límite de emisión; está respaldada por unos barriles que aún no han sido producidos – por lo tanto carecen de valor –, y no es transada en ninguna casa de cambio internacional, es decir, no tiene valor de cambio frente al dólar u otras criptodivisas.

El Petro en términos reales aún no existe, su preventa fue realmente una emisión de representaciones o derechos a obtener Petros. Esto evidenció que el Gobierno buscaba financiamiento luego de un conjunto de sanciones que los excluye de la gran mayoría de mercados financieros. Múltiples casas de cambio catalogaron al Petro como estafa, pues evidentemente no es una criptomoneda; es simplemente una promesa de pago, lo que puede traducirse como un bono, o mejor dicho, como una emisión de deuda.

El dinero se reconoce por tener tres características principales: sirve como medio de intercambio, como reserva de valor y unidad de cuenta; el Petro no cumple con ninguno de estos criterios. En definitiva, se está anclando el bolívar soberano a una moneda que no es moneda.

El Plan Real de Brasil para acabar con la hiperinflación y el anclaje al Petro

En Brasil se encontró una manera muy inteligente para salir de la hiperinflación. Establecieron una moneda ficticia denominada Unidad Real de Valor (URV), que no era más que una equivalencia al dólar. Se establecieron los precios en URV mientras que la economía seguía operando con cruzeiros, por consiguiente, en términos nominales los precios valdrían las mismas unidades de URV mientras el tipo de cambio de cruzeiros/URV iba variando de acuerdo a la inflación. Fue una política económica que buscaba atacar la inercia inflacionaria. Al mismo tiempo, aplicaron fuertes medidas que encaminaron al gobierno a una disciplina fiscal, sin contar con el refinanciamiento de la deuda y el aumento de las reservas internacionales. En definitiva, era un plan de ajuste integral.

Debido a que el Ejecutivo Nacional anunció el establecimiento de dos unidades contables: en bolívares soberanos y en Petros, se comenta que puede existir cierta similitud con el Plan Real.

La unidad contable en sí misma es diferente, debido a que el tipo de cambio del Petro con respecto al dólar será variable y de acuerdo con el precio de barril de petróleo; además, el Gobierno sigue aspirando a minar y realizar pagos en Petros, por lo que es probable que la variabilidad del tipo de cambio Petro/dólares sea mayor. Cabe acotar que no se han realizado declaraciones sobre políticas económicas correctivas, ni hay indicios de establecer una disciplina fiscal, el Gobierno sigue manteniendo un default selectivo y no hay una fuerte entrada de divisas en el país. En resumidas cuentas, el nuevo bolívar soberano no tiene similitud con el Plan Real.