“Los desórdenes mundiales en los mercados financieros están gatillando una revisión mayor del saber convencional sobre la administración macroeconómica de los países emergentes” Calvo.

Suele ocurrir que los buenos economistas tengan una reacción rígida frente a transformaciones evidentes del mundo real. En muchas circunstancias hubo que esperar importantes e inesperadas crisis como la ocurrida con los subprime en 2008 para obligarlos a repensar las políticas macroeconómicas, financieras y las reformas que se venían gestando en varios países.

La profundidad de la actual crisis, ha puesto en cuestión muchos aspectos críticos, como la necesidad de institucionalizar la gerencia macroeconómica, las reformas sectoriales, sociales y de política pública, los mecanismos de inscripción de nuestras economías en la globalización y muy especialmente, los mecanismos de superación del modelo rentista que, agotado, cada vez produce crisis más recurrentes y profundas.

Uno de los principales efectos de esta crisis que vivimos, y la fuente de preocupación de buena parte de la población venezolana, está asociada a la pérdida de poder adquisitivo, pérdida que tiene que ver con una moneda debilitada incapaz de cumplir sus funciones como medio de pago, guarda de valor y hasta unidad de cuenta. Es decir, tenemos un bolívar que ya no nos sirve para pagar la compra más mínima pues por un lado, el cono monetario quedo tan rezagado con respecto a los precios que necesitamos muchísimos billetes solo para pagar un simple café, y por otro, nadie quiere guardar pues cada vez se necesita una mayor cantidad.

Como nuestra moneda ya no nos sirve, nos vamos a las divisas tratando de refugiar nuestros ahorros, tratando de tener un medio de cuenta estable que no necesite reajustes cada mes, y ahora en ausencia de otros billetes, también como medio de pago. Este escenario crea presiones sobre un mercado ya distorsionado por controles, opacidad y corrupción que eleva la cotización de las divisas en ese mercado voldemort (que no debe ser nombrado) pero que influencia los precios de los bienes y servicios que adquirimos a diario, siendo estos o sus materias primas la mayoría importados. Creando así escasez en la medida en que no hay divisas para importar lo necesario, y elevación de precios ya que lo que se importa no puede ser pagado por la mayoría  de los ciudadanos. Nos caemos así en el laberinto de la pobreza, desnutrición, desigualdad y demás dramas sociales, que solo son el reflejo de instituciones, entendidas como reglas de juego, destruidas, pues el ciudadano se enfrenta a una realidad incierta respecto a las posibilidades de cubrir sus necesidades básicas para la supervivencia, sin reglas claras y  visibles.

En otras palabras, va surgiendo de forma espontánea una dolarización de la economía, en la medida en que los agentes, básicamente privados, para evitar o para afrontar la volatilidad y las crisis recurrentes,  reestructuran sus carteras de activos monetarios, sustituyendo la moneda local por una extranjera fuerte.

Muchos detractores de la dolarización oficial, aseguran que esta desconfianza y distorsiones pueden ser corregidas mediante la implementación de política fiscal y monetaria coordinada y disciplinada, pero ahí está el detalle como diría el sabio Cantinflas, la fe del ciudadano en la capacidad de los gobiernos venezolanos para la disciplina fiscal y la coordinación de políticas es menos que mínima, somos como la esposa del mujeriego parrandero quien al borde del exilio de su hogar dice que va a cambiar y se va a comportar. En términos más científicos, por el principio de histéresis, término que viene de la física y que para la economía significa procesos parcialmente irreversibles por lo menos temporalmente, la inflación llega a tener efectos permanentes en el grado de dolarización de la economía.

Frente a la desconfianza de los actores, la dolarización oficial representa un choque de confianza puesto que aumentaría de inmediato la predictibilidad y credibilidad de nuestra política económica. Siguiendo la receta de Ulises, quien se hizo atar a un mástil cuando navegaba entre Escila y Caribdis para no sucumbir ante los excitantes cantos de sirena, eliminar el BCV resulta la mejor decisión para evitar la emisión monetaria, además de una importante reducción de la burocracia.

Prescindir de las posibilidades de expansión monetaria evitaría la activación del ciclo económico de la política, en el que se aplica política económica expansiva para reactivar artificialmente la economía en periodos pre-electorales, cortando con esto diversas variedades de corrupción, rentismo y populismo.

El  contrargumento habitual al respecto sería la importante pérdida de puestos de trabajo y técnicos bien formados, con años de experiencia acumulada como son los técnicos del BCV. Además de la pérdida del señoreaje, la posibilidad de tener un prestamista de última instancia y la dependencia de la política monetaria estadounidense. Teniendo una dolarización espontanea, y por la configuración del mercado petrolero internacional, la dependencia con el ciclo económico de USA es un hecho.

Sin embargo al respecto se puede argumentar que toda decisión económica presenta un costo de oportunidad asociado, y de lo que se trata no es de tomar decisiones que impliquen costos nulos, sino que dichos costos no superen a los beneficios obtenidos. En cuanto a los técnicos del BCV, fácilmente pueden ser incorporados dentro de instituciones financieras nacionales o extranjeras, así como en distintas instancias en las que su conocimiento acumulado permita aprovechar la experiencia que poseen en materia financiera y bancaria.

En cuanto al señoreaje, hay países en donde es negativo, pues el Banco Central paga más en términos equivalentes al dólar por los encajes legales de los bancos, que lo que recibe por las reservas que sustentan esos depósitos y ese circulante, sin contar el costo de oportunidad financiero de mantener las reservas.

Un proceso de dolarización oficial acelera la integración financiera, permite el flujo de capitales excedentarios en países más industrializados a economías en ascenso. El impacto en los sistemas financieros locales sería positivo, pues al sacar de la escena el riesgo cambiario, también se reduce el recelo de los capitales internacionales a otorgar préstamos a empresas incluso solventes y prometedoras que en otro caso podrían enfrentar una pérdida de valor financiero repentina de darse una devaluación. Al formar parte de un sistema enorme de fondos internacionales completamente líquidos, se pueden obtener préstamos contingentes del sector privado, o de empresas como PDVSA, además de créditos de la banca extranjera, y organizaciones internacionales, cumpliéndose así la función de prestamista  de última instancia que hasta ahora cubre el BCV.

Precisamente en materia financiera, alguno de los argumentos más destacados en contra de la dolarización, es su incapacidad para reducir el riesgo-país, pues si el spread existente entre los rendimientos ofrecidos por un país y los instrumentos comparables del tesoro norteamericano se mide en dólares, no están contaminados por el riesgo cambiario. Y si esos spreads son los que determinan el comportamiento de los inversionistas y banqueros foráneos respecto del país, a mayor brecha mayor costo de financiamiento externo, lo que se trasladaría automáticamente a los costos domésticos.

En este apartado, al aumentarse la inversión extranjera y repatriarse capitales aumentaría la competencia en el mercado financiero doméstico, bajando la tasa de interés y con ella también el costo del servicio de la deuda externa.

Igualmente se reducen los ataques especulativos, se quita el soporte a los capitales golondrina que representaron importante peligro para la banca en Asia, Rusia y América Latina

Para el sector real de la economía, la dolarización oficial permitiría una importante reducción de los costos de transacción, en la medida en que reduce procesos para el comercio internacional, comisiones, riesgo de falsificación y fraude cambiario, además de promover la transparencia en materia de precios y facilitar las transacciones electrónicas. Esto permite unas mejores condiciones para evaluar sus proyectos de inversión y planificación de largo plazo.

Si bien la dolarización no permite dar respuesta contundente al fenómeno de las transferencias asimétricas y de concentración de capitales que se experimenta hoy en la economía local, y que por efecto del sistema financiero podría extenderse a nuestra relación con el mundo, permite dar una respuesta definitiva y contundente a las actuales distorsiones económicas que parecen no tener respuesta de corto plazo. Dolarizar es costoso, pero ese costo se hace mínimo frente al costo de la profundización de la crisis.