Durante los últimos años hemos podido apreciar el, impacto que ha tenido el bitcoin en el mundo. Hoy por hoy, el llamado “Oro 2.0” ha llegado a doblar el máximo histórico del metal precioso del que obtiene su apodo, alcanzando los $2600 (USD) por unidad de bitcoin.

Esta criptomoneda ha impactado tanto a nivel mundial, que incluso los Bancos Centrales de distintos países han analizado la posibilidad de adoptarla en sus políticas monetarias y entre ellos podemos nombrar a Japón, país en donde se aprobó la primera ley en el mundo que reconoce al bitcoin y a otras monedas digitales como forma de pago.

De igual forma, Yao Qian, subdirector del departamento de ciencia y tecnología del Banco Popular de China, aseguró que está entre los intereses nacionales de China abrirse al desarrollo de las monedas virtuales y de esta forma impulsar la innovación en la industria tecnológica financiera.

Por otra parte, Rusia, pese a ser uno de los países con mayores vacilaciones legales respecto a las monedas digitales, realizó un gran avance cuando la vicegobernadora del Banco Central de Rusia, Olga Skorobogatova, anunció que se clasificarían el bitcoin y otras criptomonedas como un bien digital; cabe destacar, tal reconocimiento las someterá a nuevas regulaciones sobre impuestos, controles y registro de almacenamientos. Skorobogatova asegura que debe crearse una estructura legal que asegure y resguarde a la nación frente al creciente interés generado por estas monedas digitales en la comunidad rusa.

Este repentino interés por el bitcoin podría tener origen en distintos factores: en primera instancia, eliminar el dinero en efectivo y usar solo dinero electrónico, pues supondría menores gastos para el Estado; segundo, representaría mayor seguridad, debido a la transparencia respecto a las transacciones que se efectúen; por último, evitaría el problema de inflación, ya que posee un número finito de unidades disponibles que no se verán modificados.

De ser aceptadas estas nuevas modalidades de pago, ¿cómo nos afectaría? ¿Seguirán existiendo los bancos? Quizá nuestro dinero esté más seguro o en realidad seremos más vulnerables. Dependeremos aún más de los dispositivos electrónicos y por ende de la electricidad. ¿Este cambio supondrá una mejoría o, por el contrario, nos perjudicará? Independientemente de la incertidumbre que tales incógnitas puedan generar, si otros países tomaron el riesgo… ¿por qué no seguir su ejemplo?