La predictibilidad de reglas de juego es lo que relaja al cerebro, lo pone optimista, confiado y feliz. La mente humana necesita seguridades, caminos visibles y claros, de lo contrario los agentes económicos se asustan, se traban, se acobardan, y huyen. Huyen a otro país, al dólar, a la economía en negro, pero huyen. Y en Argentina vivimos huyendo, aunque todos miramos para otro lado. 

En Argentina todo parece ir mal desde hace décadas. Fracasan «con todo éxito» gobiernos de centro-izquierda, de centro-moderado, y de centro-derecha. La gente y el empresariado local vive envuelto en olas de pesimismo económico interminables, que los lleva a frustar o sub-ejecutar proyectos personales y empresariales, y a vivir siempre con la idea de que «en un país más estable me hubiera ido mejor».

Fracasan las recetas del FMI, fracasan las recomendaciones de los gurúes internacionales. Será que somos un caso especial los argentos, un caso que nadie entiende del todo bien?? El gran Simon Kuznets, economista premio nobel, decía que «hay 2 clases de países en el mundo: desarrollados, subdesarrollados, y luego Japón y Argentina». Quizás sea verdad que somos un caso diferente del resto, pero eso no nos hace menos culpables en no encontrar nuestro camino.

La cuestión es que, diferentes o no, tenemos que plantear estrategias que nos sirvan para parar esta debacle. Y qué mejor que las modernas tendencias de la Economía de la Conducta y la Neuroeconomía, para tratar de entender el caso argentino.

neuroeconomía

Los economistas, bichos raros que somos, nos cansamos de hacer hincapié en la baja del gasto público y el aumento de productividad, como recetas para crecer. Y está bien… eso es parte del problema, y en Argentina hace tiempo que andamos mal en esos aspectos. Pero también los economistas nos olvidamos, bastante a menudo, que nuestra ciencia no es solo productividad, sino que también es fe, es decir confianza en el futuro, humores postivos entre capitalistas y trabajadores, que los lleven a estar más optimistas, y a gastar más dinero, tomar más créditos, para mover la rueda de la economía. Para todo eso se necesita confianza y fe, y no solo ajuste del gasto público y productividad.

Pero la fe no se alimenta de la nada, hay que generarla, y sin embargo el arco político local poco hace en este aspecto, poco estudia este aspecto. A casi ninguno de los dirigentes actuales le creen hoy mucho los mercados, lo que es grave, porque los mercados no son solo los grandes grupos financieros, sino todos los que movemos la economía, desde el más rico al más pobre. Y todos, absolutamente todos, estamos esperando el momento propicio para salir a comprar dólares, cada uno en su medida y alcance. Los argentinos no creemos en nuestros políticos, ni en nuestra moneda, es por eso las sucesivas oleadas de inflación y devaluación que vienen afectando a casi todos los gobiernos en los últimos digamos 30-40 años.

Entonces el problema argentino de fondo no es económico, sino político,donde nunca sus dirigentes, desde la vuelta de la democracia en 1983, pudieron construir una visión estable del camino a seguir, que convenza a la gente y al empresariado, que le genere confianza y fe, para invertir y consumir en forma creciente y sostenida. Absolutamente todos los casos de éxito internacional(favor leer La Ventaja Competitiva de las Naciones, del notable Michael Porter), han requerido de una visión compartida dirigencial mantenida en el tiempo. Ese es el eje de nuestro fracaso, nosotros no tenemos esa visión compartida, vivimos en el péndulo.

Hay algo que es paradógico, en nuestro país, el 85% de sus votantes son políticamente de centro, y sin embargo nunca nuestros políticos han podido consolidar un acuerdo programático que contenga a toda esa masa de votantes,de al menos 10 temas, con status legal, y con un rango moderado de variación de resultados (para respetar los distintos matices de los partidos políticos de centro), que se mantenga en el tiempo.

El status legal de estos consensos (Ley del Congreso) será clave para su éxito.Recordemos que en Argentina, desde la vuelta a la democracia, lo único que funcionó para bajar la inflación durante varios años fue una ley (Ley de Convertibilidad), dado el profundo descreimiento de los mercados hacia medidas políticas «solo de palabra», tradicionales en nuestro país. De esta forma, los 10 consensos aquí propuestos deberían tener aprobación parlamentaria, con claúsulas de reforma que exijan mayorías especiales, tipo «chaleco de fuerza», como fue la otrora exitosa Ley de Convertibilidad, exitosa al menos en materia inflacionaria.

El arco político que representa a ese 85% de votantes, debería plantear acuerdos programáticos, con respaldo legal del Congreso, que deberían girar en torno, al menos, a las siguientes metas conceptuales, con cierto rango de variabilidad, para respetar los matices políticos de los distintos partidos de centro:

  1. Consenso de déficit fiscal primario y financiero
  2. Consenso de déficit del sistema previsional
  3. Consenso de deuda como % PBI
  4. Consenso de inflación minorista
  5. Consenso de coparticipación primaria Nación/Pcias y Pcia/Municipios
  6. Consenso de alícuotas de impuestos al consumo, impuestos a las empresas e impuestos al comercio exterior
  7. Consenso de % de empleados públicos sobre empleo total
  8. Consenso de % PBI en financiación a las pymes a tasa subsidiada
  9. Consenso de % hospitales y centros de salud/población, % juzgados y cárceles/población, %comisarías/población, % déficit habitacional/población
  10. Consenso de presupuesto en educación como % del producto (Nación y Pcias)

 

Los consensos aquí propuestos son discutibles, podrían ser algunos otros también, pero deberían surgir de un amplio debate parlamentario. Y una vez acordados estos consensos, los sucesivos gobiernos deberían mantenerlos en el tiempo, con la elasticidad que permiten los rangos de variación de cada meta, que respetan los matices políticos de los partidos firmantes. Es quizás una de las últimas alternativas que nos quedan para que los mercados (que reitero, somos todos) alguna vez tengan confianza y fe en este país, porque van a ver sustentabilidad y visión de largo plazo.

En síntesis, los acuerdos programáticos aquí propuestos, de al menos estos 10 grandes temas, si bien discutibles, pero mantenidos en el tiempo, gane quien gane las elecciones cada 4 años, van a dar la seguridad necesaria que los «animal spirts» de inversores y consumidores necesitan para girar hacia adelante la rueda de la economía en este país, y así abandonar nuestros típicos ciclos de ilusión y desencanto (mucho más desencanto que ilusión) de los últimos al menos 70 años.