América Latina, en su mayoría, afronta actualmente una pronunciada desaceleración económica lo cual ha puesto bajo de la lupa de la comunidad internacional, los modelos regionales de desarrollo económico y la sostenibilidad de los avances sociales alcanzados.

Existen diversas argumentaciones que explican que el crecimiento relativamente alto a principios del corriente siglo, que implicó aumento de los ingresos y disminución de la pobreza, se debió a una suerte de condiciones externas excepcionalmente beneficiosas, como lo fueron altos precios de los productos primarios, gran liquidez internacional, innovaciones de servicios financieros, y bajas tasas de interés.

Al igual que en la “fábula de la cigarra y la hormiga” que se le cuenta a los niños, donde una laboriosa hormiga recolecta provisiones durante el verano para los duros inviernos, mientras que una cigarra holgazana se dedica a la diversión sin prever los duros tiempos que se avecinan, América Latina no ha aprovechado los tiempos de bonanza para eliminar los verdaderos obstáculos que ponen un límite a la productividad, y hoy por hoy, con un contexto internacional no tan próspero, nos encontramos con los mismos y ya conocidos problemas estructurales que producen un relativo atraso para con las primeras economías mundiales, todo esto en coincidencia con una reducción del índice de libertad económica de la región en su conjunto.

Los datos

Sin considerar el año 2009 (donde la crisis económica y financiera global tuvo su más aguda presencia) entre el 2004 y 2013 las siete economías más grandes de América Latina crecieron a una tasa anual promedio de 5,6%, esto claramente supera el valor que se venía manteniendo desde la década del 90’ (3,7%). Durante este período, la incidencia de la pobreza se redujo de aproximadamente un 40% en 2002 a 26,6% en 2011 y la desigualdad de ingresos medido a través del coeficiente de Gini, disminuyó de 0,57 a 0,52.

Sin embargo, parecería ser que todos estos avances alcanzados, se debieron a una suerte tonta de un contexto exterior beneficioso, y no a sólidos fundamentos, ya que en los últimos años con una demanda externa que se ha enfriado, con unos términos de intercambio que son menos favorables y con tasas de interés que se encuentran más altas, el crecimiento económico de la región se ha estancado en niveles incluso inferiores a los promedios históricos durante otras recesiones.

Las estimaciones del Fondo Monetario Internacional (FMI) de aquí al 2020 son funestas, con un crecimiento promedio en la región de América Latina y el Caribe de sólo un 2,2% anual.

Para determinar los posibles errores que nos han llevado a esta situación podríamos considerar la opinión de Ernesto Talvi, quien para realizar su análisis, considera un subconjunto de determinantes (conductores), que han demostrado tener un impacto positivo en el crecimiento, y son ampliamente utilizados, a saber, la integración comercial, la infraestructura física y tecnológica y la innovación y la calidad de los servicios públicos, él encuentra que durante la década pasada, los países más grandes en América Latina no avanzaron  hacia los  niveles que tienen los países desarrollados en sus conductores de crecimiento. Además, es posible discernir que el crecimiento de los ingresos en América Latina en la última década no fue igual a las reformas estructurales, es decir que, los países más importantes de la zona no lograron acercarse a los niveles de las economías avanzadas durante este período, en relación a la igualdad de oportunidades por género, calidad del medio ambiente y seguridad personal.

Todo lo anteriormente mencionado puede confirmarse por el hecho de que, a pesar del crecimiento económico que fue impulsado por un ambiente externo favorable, la libertad económica de Latinoamérica -medida por el Índice de Libertad Económica de la Heritage Foundation- disminuyó durante la última década. En éste período, la región no realizó las reformas esenciales que llevan a una mayor libertad económica y también a tasas de crecimiento elevadas y sostenibles en el tiempo.

Para todos no es igual

Si bien se ha realizado una descripción de las tendencias generales de la región, vale la pena resaltar que no todos los países de América Latina son iguales. Los miembros de la Alianza del Pacífico (Chile, Colombia, México y Perú), los cuales tienen: pleno acceso a los mercados internacionales, un desempeño monetario y fiscal equilibrado, una fuerte liquidez internacional, y una perspectiva de inflación positiva, según estimaciones del FMI, muestran perspectivas de crecimiento que claramente difieren al resto de los países de la zona para el corto plazo (2016 – 2020).

Se espera que los países de la Alianza del Pacífico crezcan por encima de la estimación media del 2,2% nombrada anteriormente, mientras que por otro lado se prevé que países como Venezuela, Argentina y Brasil se mantengan sustancialmente por debajo de ella. Claramente estas diferencias también se correlacionan con los resultados de estos países en el Índice de Libertad Económica. En la última década, los países del ALBA en América del Sur -Venezuela, Ecuador y Bolivia-, más Argentina, en promedio, han registrado una tendencia negativa del indicador

Basta de opiniones

Al parecer la negación para con la evidencia empírica y estadística, se cobraría mucho más que una discusión de sobremesa, dado que detrás de las cifras mencionadas  se encuentra la vida de varios millones de ciudadanos. Ya no debemos considerar la correlación positiva existente entre la Libertad económica y el crecimiento económico como algo ajeno a los individuos que la sufren, es preciso asociar la mayor libertad económica a tasas más altas de alfabetización, matrícula escolar, menor mortalidad infantil, mayor esperanza de vida y menor desempleo, en otras palabras mejor calidad de vida, ya que a eso es a lo que apuntan los datos derivados de la realidad.

“Humano es errar pero, sólo los necios perseveran en el error”. Marco Tulio Cicerón