El “espíritu del 23 de Enero” expresión atribuida a Rómulo Betancourt tras la caída del gobierno militar de Marcos Pérez Jiménez; que Rafael Caldera interpretaba por “el consenso casi unánime, de los venezolanos en establecer un sistema de vida democrático” apreciando que el “experimento dictatorial” había llevado hasta los sectores tradicionales proclives a sostener los gobiernos de fuerza aceptar  la “democracia” como el sistema de “gobierno ideal para Venezuela”.

Se comenzó a fracturarse cuando la experiencia cubana movió a algunos sectores a un tipo de “acción directa” pretendiendo poner al lado las fórmulas que la democracia había establecido y realizar un proceso de cierto modo para ser “imitación” del implementado en Cuba – afirmaba Caldera-

El modelo democrático representativo se  hizo viable políticamente por el Pacto de Puntofijo suscrito el 31 de octubre de 1958  –Puntofijo nombre de la residencia de Rafael Caldera ubicada en Sabana Grande, Caracas –  significo un programa mínimo de gobernabilidad para afianzar la democracia . Se logra en virtud que “los líderes llegaron a la conclusión de que no podían repetir las luchas del trienio –1945-48- porque el precio había sido demasiado alto” apostándose que el gobierno de Pérez Jiménez se considere la “última dictadura militar”.

Betancourt puntualizó no consultar al Partido Comunista de Venezuela para integración del gobierno en virtud que la filosofía política no compaginaba con la estructura democrática del Estado venezolano. Abogó por la continuación de la coalición partidista de AD – COPEI ampliada a otros “grupos democráticos, organizados o no” al concebir que la tarea de gobernar “reclama el acoplamiento de distintos equipos”.

Fue un parámetro de sesgo ideológico del “sistema democrático representativo” la confrontación contra el marxismo- leninismo soviético. Tuvo por objetivo lograr la confianza de los factores de poder que desconfiaban en Betancourt desde 1948 – la burguesía, de la Iglesia, las Fuerzas Armadas –  pues el levantamiento comunista o un partido comunista en una oposición dura le permitía hacer claramente visible su condición de baluarte anticomunista en el continente en el contexto de la “guerra fría”.

Fidel Castro el 23 de enero de 1959, visita a Caracas invitado por la Federación de Centros Universitarios no de carácter oficial, quien desde el 1 de ese mes está al mando del gobierno revolucionario cubano. Realiza actos públicos en El Silencio, Aula Magna de la Universidad Central, Colegio de Abogados, Concejo Municipal y Congreso Nacional.

Se  reúne con Rómulo Betancourt el 25 de enero – siendo presidente electo – se dice que el encuentro fue tenso pero amistoso a la vez largo – aproximadamente unas 5 horas – de carácter privado. Puso en evidencia la discordancia democracia – revolución representado en ambos líderes. Se presume se realizó por presiones de los sectores juveniles de Acción Democrática identificado con el furor e impacto de la Revolución cubana.

Castro enfatiza en discurso pronunciado en El Silencio “…el pueblo de Cuba necesita la ayuda del pueblo de Venezuela, porque el pueblo de Cuba (…) necesita el respaldo moral del pueblo de Venezuela” contra los enemigos de la revolución. Reconoce el liderazgo civil de Betancourt y líderes militares que saben poner por delante, como “verdaderos militares” al sentimiento “de su pueblo y de su patria” como Wolfang Larrazábal.

Betancourt tuvo claro el carácter comunista consecuentemente no democrático de la Revolución cubana a pesar que Castro no se había declarado abiertamente como tal y negativa de donar petróleo a la Revolución y préstamos consolido el distanciamiento.

Rafael Caldera para el momento presidente de la Cámara de Diputados del  Congreso Nacional asevera que Castro observó las reivindicaciones populares que la revolución cubana estaba tratando de lograr por medio de las armas, podría Venezuela obtenerlas a través de las instituciones democráticas.  

En el discurso de posesión, el 13 de febrero de 1959,  formuló la Doctrina de política exterior que llevaría su nombre: “Solicitaremos cooperación de otros gobiernos democráticos de América para pedir, unidos, que la OEA excluya de su seno a los gobiernos dictatoriales (…) sólo pueden formar parte de este organismo los gobiernos de origen respetable nacidos de la expresión popular, a través de la única fuente legítima de poder que son las elecciones libremente realizadas. Regímenes que no respeten los derechos humanos, que conculquen las libertades de sus ciudadanos y los tiranice con respaldo de las políticas totalitarias, deben ser sometidos a riguroso cordón sanitario y erradicados mediante la acción pacífica colectiva de la comunidad jurídica internacional”.

El conflicto político – ideológico  suscitado entre los gobiernos de Rómulo Betancourt y Rafael Leónidas Trujillo desemboco en el intento de magnicidio en  el Paseo Los Próceres el 24 de junio de 1960. Se convoco una reunión a pedimento del gobierno venezolano en base al artículo 6, del Tratado de Asistencia Reciproca -TIAR- para considerar los actos de intervención y agresión del gobierno dominicano -4-07-1960-. En la VII  Reunión de Consulta de Ministros de Relaciones Exteriores en San José de Costa Rica se concluyó el apoyo moral y material del gobierno dominicano condenándose enérgicamente y aplicándose medidas de ruptura de relaciones diplomáticas e interrupción de relaciones económicas en base al TIAR aunque no por unanimidad.  

Se rechazó al unísono la advertencia soviética de apoyar al régimen cubano militarmente en caso de una intervención norteamericana -09-07-1960- en violación a los principios jurídicos y políticos del sistema interamericano incompatible con cualquier forma de totalitarismo y los estados miembros tienen la obligación de someterse a sus reglas.

Castro rechazo la Declaración por considerarla “dictada” por el imperialismo norteamericano y atentatoria a la autodeterminación, soberanía y dignidad de los pueblos del continente y reitero la decisión del pueblo cubano de trabajar y luchar por el común destino revolucionario de América Latina -02-09-1960.

El canciller Ignacio Luis Arcaya se negó a firmar la resolución condenatoria al régimen castrista implicando una insubordinación a la línea oficial ganándose el epíteto del “canciller de la dignidad”. El embajador en Washington Marcos Falcón Briceño asumiría el cargo.

El 9 de noviembre de 1961, el gobierno de  Colombia solicitó una reunión de ministros de Exteriores de Latinoamérica para analizar «las amenazas a la paz y a la independencia política de los Estados» del continente por «la intervención de potencias extra continentales, encaminadas a quebrantar la solidaridad americana» refiriéndose a la creciente injerencia del comunismo soviético y chino en Cuba temiendo poder extenderse por el continente. La reunión se celebró en Punta del Este (Uruguay) del 22 al 31 de enero de 1962, como órgano de consulta del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) – VIII  Reunión – los cancilleres declararon que la unidad continental y las instituciones democráticas de la región estaban en peligro por la intensificación de «la ofensiva subversiva de Gobiernos comunistas, sus agentes y las organizaciones controladas por ellos».

La identificación del régimen revolucionario cubano con el marxismo – leninismo e incorporación al Bloque Soviético dio pie para aprobar la Resolución VI bajo el argumento que los principios del comunismo eran incompatibles con este sistema interamericano concluyendo se había «identificado con los principios de la ideología marxista-leninista» estableciendo un «régimen político, económico y social fundado en esta doctrina» y aceptaba «ayuda militar de las potencias comunistas extra continentales»  declarando  a consecuencia de sus actos reiterados  «se ha colocado voluntariamente fuera del sistema interamericano”.  La adhesión de cualquier miembro de la OEA al marxismo-leninismo «es incompatible con este y el alineamiento con el bloque comunista quebranta la unidad y la solidaridad» del continente.  

El 11, de noviembre de 1961, se anuncia la ruptura de relaciones diplomáticas con La Habana justificando el canciller  Falcón Briceño: “en virtud de los violentos e injustificados ataques contra el orden público e institucional de Venezuela, su gobierno y la persona del Jefe de Estado; por altos personeros del régimen cubano…”.  

Fueron objeto de tratamiento por la OEA denuncias contra el régimen castrista por el apoyo “material y moral” a la insurgencia de izquierda venezolana particularmente en la IX y XII Reuniones de Consulta de Ministros de Relaciones Exteriores de 1964 y 1967, designándose por el Consejo Permanente comisiones investigadoras siendo confirmadas.

En aplicación de la Doctrina Betancourt, Venezuela rompió relaciones diplomáticas y comerciales con España, Argentina, Perú, Ecuador, Guatemala, Honduras y Haití.